CAPÍTULO 21

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El llanto de Anastasia era un llanto ruidoso y de lágrimas abundantes que lo hizo sentir muy incómodo y... Triste.

Ella gritaba una tristeza profunda a los cuatro vientos y para su sorpresa, su esposo se sintió totalmente identificado con ella.

Ana se dejó caer al suelo como quien pierde la fuerza en las piernas y continuó llorando mientras dejaba salir todo lo que le aquejaba. Se sentía horrible y ni siquiera tenía clara la razón de su llanto, pero no le importó que él la viera.

Sólo necesitaba dejarlo salir y eso hizo.

Él se sentó en la orilla de la cama mirando hacia la pared de enfrente, perdido en sus pensamientos y sentimientos.

No era que nunca hubiese sentido una tormenta de sentimientos como esa, sino que jamás le había permitido a los sentimientos ir tan lejos.

Jamás se permitió ahondar mucho en una cosa que no fuera productividad y negocios, porque al final esos rollos de sentimientos no le producían ni dinero, ni lujos... Así que, en ese momento, Keelan ni siquiera sabía cómo manejar la empatía. Se sentía mal de verla así, y obviamente él también sentía tristeza propia, pero no sentía aún eso de acercarse y reconfortarla, así que sólo hizo lo que sintió hacer.

Sólo la dejó llorar.

Sin darse cuenta pasaron dos o tres horas y cuando reaccionó, se encontró con que Anastasia se había quedado dormida en el suelo.

Preocupado, al darse cuenta que no sabía realmente cuánto tiempo tenía ella allí dormida, la levantó en brazos y la acomodó sobre el colchón de la cama matrimonial.

Justo cuando él trataba de ponerla en una posición cómoda para ella, un trueno rasgó el cielo y la lluvia comenzó a caer torrencialmente.

Parecía una escena de película, como si el trueno hubiese roto el cielo y el agua se escapara por la grieta.

Él se sintió indeciso sobre si irse a su departamento o no... Después de todo, estaba lloviendo muy fuerte y no quería irse dejando las cosas así con Anastasia.

Luego de mucho sopesarlo, Keelan suspiró y se decidió por acostarse al lado de su esposa, quien se movió un poco quedando de lado (de cara al lado de la cama en el que él se acostó).

Casi suelta un gemido al hacer contacto con el colchón suave de la cama. Se sentía cansado por el día de mierda que había pasado, pero no había caído en cuenta de cuán cansado estaba.

Desde su nueva posición, Keelan pudo verla dormir.

Estaba profundamente dormida, como las niñas que se quedan dormidas llorando, abatidas después de drenar la tristeza.

Un poco divertido, pensó en que su rostro de dormida era angelical... Nada qué ver con el demonio que era cuando se enojaba y gruñía cosas sobre irse y divorciarse.

Él suspiró, desviando su atención de Ana hacia la tormenta que se desarrollaba justo detrás de ella, en la pared de cristal.

La lluvia era un espectáculo estando en tierra, pero en el mar era una historia muy distinta.

En el mar podía poner a clamar de rodillas al más terco de los ateos, pensó al recordar los momentos de tormentas en alta mar que había vivido. El sonido de la lluvia al chocar contra el cristal de la pared lo trajo de vuelta a la realidad. Lo azotaba, empañándolo y creando pequeños riachuelos de las gotas que se unían, haciendo su camino hacia abajo.

En otro momento, a él le hubiese encantado disfrutar de los placeres que le podía brindar la mujer que dormía profundamente a su lado, mientras el sonido de la lluvia ahogaba sus gritos y gemidos... De sólo pensarlo sintió que la temperatura subía dentro de la habitación.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora