CAPÍTULO 37

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Cuando terminaron de comer, ella se puso de pie y fue a lavar sus trastes.

Se veía cansada, sus ojos ya se veían pequeñitos y él asumió que ya quería descansar después del día de locos que habían tenido.

—Sobre nosotros... Estoy pensando en mudarme del departamento. No deberías estar tanto tiempo sola ahora que sabemos que estás embarazada. —soltó él sin poderse contener. Quería saber cuál sería la respuesta de ella ante lo que se le había ocurrido de mudarse con ella a la casa de la playa.

Anastasia lo ignoró, siguió en su tarea de organizar la cocina.

—Anastasia...—intentó de nuevo.

Ella se encogió de hombros y se mantuvo en silencio.

—¡¿Por qué tienes que hacer las cosas tan difíciles siempre?!—explotó él cuando vio que ella no pensaba dar el brazo a torcer.

—¿Dis-culpa?—preguntó ella sonando muy ofendida y girándose para quedar frente a él.

—Quiero resolver todo este problema. He cumplido con mi parte dentro de este negocio, incluso después de que ustedes nos engañaran...—murmuró y ella soltó una risa irónica.

—¿De que les engañáramos?—repitió fuera de sí, sentía que él la estaba empujando al límite.

—¡Sí!... Ignoramos lo que tu padre nos hizo, ¡Incluso pagamos por las deudas de tu padre y esperamos pacientemente a que Elora escogiera una fecha para la boda!... —gruñó él.

—Eso no fue completamente desinteresado, estoy muy segura de que ustedes tenían algún interés en eso...—soltó con rapidez, sorprendiéndolo. Ella definitivamente era mucho más inteligente de lo que cualquier mujer con la que él se hubiese cruzado era y eso lo desarmaba un poco.

—¡Pero...!—comenzó a refutar sin saber realmente qué decir en su defensa.

—Además, ¡¿Alguna vez viste a Elora como tu prometida?! ¡Estoy segura de que seguías llevando una vida de puto después de comprometerte con ella!...—gritó ella haciéndolo poner una mueca de asombro. Ella no supo si la mueca era por el insulto o por su tono de voz elevado.

—Anastasia...—intentó él hablar de nuevo.

—¡Es la verdad! Ninguno de los dos le puso empeño al compromiso... ¡Ella jamás iba a ser una esposa abnegada y caritativa dentro de la sociedad griega! Amo a mi hermana, pero honestamente es muy egoísta como para entregar su estilo de vida a cambio del bienestar de mis padres o la empresa, Keelan, y tú no estás muy lejos de parecerte a ella. —explicó Ana con cansancio, dejándole claro lo que pensaba de él. A ella no le gustaba hablar de las desventuras de su familia, pero ahora él era su esposo y al César lo que era del César; estaba cansándose de cubrir las espaldas de otros y que nadie cubriera la suya.

Keelan estaba impactado. Veía cómo el pecho de Ana subía y bajaba por la exaltación. Estaba furiosa y eso extrañamente lo encendía, pero de pronto su esposo se sintió mal; pensando en el bebé respiró profundo y cambió su tono de voz.

—Sólo digo que no estás siendo considerada aquí, Anastasia. Necesitamos hablar, ahora que sabemos que sí estás embarazada las cosas no pueden seguir igual... —indicó él con autoridad.

—Me niego a ser una esposa llavero, Keelan. Si tan sólo nos dieras la oportunidad de conocernos estoy segura de que llegaríamos a ser buenos amigos, cómplices en esto... —aseguró ella.

—No necesito más amistades, con las que tengo es suficiente. Eres mi esposa, tu trabajo es estar en casa con nuestro hijo y disfrutar de... —comenzó a enumerar una tanda de idioteces que ella no pudo escuchar más.

—¡El problema es que estás equivocado si crees que sólo estaré aquí lista para seguir tus órdenes! —gritó ella perdiendo los estribos.

—¡Pues eso fue en lo que quedó mi abuelo con tu padre! —gritó él en respuesta.

—¡Pues no debieron confiar en mi padre, no cuando la novia era yo! ¡Nunca podré ser lo que estás esperando! —gruñó lanzando un cubierto con fuerza contra el lavavajillas.

—No sabía que tú eras la novia, además de que mi abuelo quería... —comenzó a refutar él con voz pacifista.

—¡Quería algunas de nuestras naves, incluso nuestros puertos y algunos de los acuerdos que habíamos logrado, lo sé! Pero el error estuvo en que no consideró que al asociarte con otra empresa asumes también sus pasivos. Nuestros pasivos estaban bien ocultos y esa fue la condena de tu abuelo... Incumplimos parte del contrato y ahora nos encontrábamos en un aprieto con ustedes... ¿Ves a qué me refiero? ¡Tengo más para dar que sólo un vientre y una cara decente! ¡Y eso exactamente fue lo que obtuviste en éste loco matrimonio! — exclamó ella y luego se acercó a la mesa, encarándolo.

Keelan suspiró y se quedó en silencio, sólo observándola.

No sabía qué responder, ni cómo manejarla sin que se siguiera enojando.

Al ver que no pensaba responder, ella terminó de organizar y subió a la habitación principal. Estaba muy cansada, sólo quería darse un baño y acostarse a dormir.

Esperaba que el día siguiente no fuera tan duro con ella, que la tratara bonito.

Entró a la ducha y se bañó con rapidez... Rapidez considerando el tiempo que siempre emplean las mujeres en el baño. Cuando terminó, secó su cabello con el secador para no quedarse dormida con el cabello húmedo.

Para ella, en su mente, ya se encontraba sola en casa. Asumió que Keelan ya se había ido, así que salió del baño en sólo su bata y con el cabello suelto.

Si hubiese estado sosteniendo algo en sus manos, se le habría caído.

Su esposo estaba ahí, en la habitación.

Concretamente, estaba sobre la cama totalmente dormido y usando sólo un pantalón de algodón.

Al verlo, Anastasia aprovechó que estaba plácidamente dormido para darle un repaso.

Tenía brazos y abdomen muy bien definidos; los pantalones mostraban cuán musculosos eran sus muslos... Sus ojos se movieron hacia "esa" zona de su cuerpo y casi se le escapa un jadeo.

Su paquete se marcaba contra el algodón... Definitivamente se marcaba muy bien.

Ana se aclaró la garganta intentando despertarlo, pero no consiguió nada.

Estaba profundo y no iba a despertarse en un buen rato.

Se cambió en el vestidor y regresó a la cama.

Por suerte, él había tomado el lado de la cama que ella no usaba.

Se acostó a su lado y aprovechó ese pequeño momento para observarlo. Tenía unos genes increíbles, piel de porcelana, ojos verdes felinos y un cabello castaño muy precioso.

¿A quién iba a parecerse su hijo?, se preguntó y posó su mano disimuladamente sobre su vientre.

¿Qué sería? ¿Niña o niño?

¿Sería niño de mamá o de papá?

Desde su infancia ella había tenido cierta predilección por su padre.

Su mamá la amaba, pero siempre se había inclinado más por Elora. Su madre y su hermana eran más afines. En cambio ella siempre se entendió con su padre, a pesar de no estar de acuerdo con todo lo que hacía.

Se le escapó un suspiro y miró a Keelan a su lado. Sus pensamientos volvieron a él.

Ella no podía creer que él se había quedado.

Anteriormente cuando dijo que se quedaría un rato, la asombró muchísimo... Pero ver que al final iba a quedarse con ella se sintió como una pequeña victoria.

Se había mantenido distante y desinteresada para demostrarle que las cosas no iban a ser cómo y cuándo él quisiera.

Su plan se estaba gestando, Anastasia iba a conquistar a Keelan fuera como fuera... Sólo necesitaba que su propio corazón no saliera lastimado en el camino.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora