—¿Qué es lo que quieres, Ignacia? —gruñó Keelan comenzando a sentirse impulsivo.
No estaba dispuesto a hablar mucho tiempo con ella. A él se le había acabado la paciencia y la buena voluntad de reconocer su error. Ahora, si no lo dejaba en paz, iba a conocer lo grosero y pedante que él podía llegar a ser.
—Quiero que regreses conmigo. —respondió ella y le intentó acariciar el rostro a Keelan, pero él se apartó con rapidez.
—Eso no va a suceder, así que puedes irte rindiendo. Y, si me disculpas, estoy ocupado comprando algunas cosas con mi esposa. —dijo pasándole por un lado y caminando hacia el vestidor, al tiempo que escuchaba como Ignacia soltaba un gruñido.
Ignacia estaba furiosa. Keelan no podía pasar de ella así por así, ellos tenían historia juntos. Lo que habían disfrutado no era algo que pudiera olvidarse así por así.
Ella sabía que él estaba casado, lo supo cuando regresó a Grecia buscándolo y el portero del departamento de su amante le dijo que el señor no había vuelto a usar el departamento desde que se había casado. Eso la enloqueció.
Por simple suerte se lo encontró ahí... Pero no iba a desaprovechar la oportunidad de acercarse.
El único problema es que él ya no parecía el hombre que había sido su amante.
Antes, sólo con verla, él le dejaba claro que se verían luego para sus encuentros... Ahora ni siquiera lucía feliz de verle.
Estaba totalmente enojada.
¿Qué mujer era esa que lo había cambiado?
Escuchó que era una Makris, a la única que conocía era a Elora... Y esa muchachita cabeza hueca no era competencia para ella.
No entendía, pero de que Keelan regresaba con ella, regresaba.
Algo tenía que ocurrírsele, pensó saliendo furiosa de la tienda.
Keelan revisó dentro del vestidor y se dio cuenta que el cubículo donde había estado su esposa tenía la puerta abierta.
Su corazón se detuvo un poco. Se fijó dentro y no había nadie.
Tocó las demás puertas, llamando a Anastasia como desesperado, pero no recibió respuesta de ella.
Se acercó al área donde se encontraba la chica que los había estad atendiendo cuando escogieron la ropa.
—¿Ha visto a mi esposa? —preguntó azorado.
—¿La mujer bajita, de cabello largo y oscuro? —cuestionó la chica.
—Sí, la mujer que llegó conmigo... Que estaba en el vestidor, midiéndose la ropa que escogí. —indicó el Vasileiou.
—Ella se fue hace un rato. —indicó la chica sonrojada.
—¡¿Cómo que se fue hace un rato?! ¡¿En qué momento salió del vestidor?! —escupió las preguntas.
—Ella salió en el momento en el que usted estaba hablando con la señora pelirroja. —explicó.
—¡Joder, joder! —gritó Keelan frustrado, al tiempo que su mente viajaba repasando la conversación que tuvo con Ignacia.
¿Qué había escuchado Ana?
¿Se había quedado a escuchar hasta el final?
Mientras pensaba en eso se le vino a la mente una posibilidad.
Las jodidas cámaras de seguridad de su casa llegaron a su mente de pronto.
—¿La tienda tiene cámaras de seguridad aquí dentro? —preguntó rápidamente.
ESTÁS LEYENDO
ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)
RomanceAna nunca ha sido el primer lugar... Pero, después de tanto tiempo sumida en una vida solitaria, por fin la vida le da la oportunidad de hacer algo diferente. Ella finalmente podrá ser alguien en la sociedad griega y, al mismo tiempo, salvará a su...