CAPÍTULO 4

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Ana por poco y se echa a llorar ahí mismo.

— ¡Todo tiene una explicación, Bemus!—intentó explicar Pietro, pero Bemus levantó una mano con mucha autoridad, silenciando al Makris en un segundo.

—Creo que el destino no se equivocó, nunca lo hace... Si es la menor, la menor será. —dijo con decisión el anciano, dejando a Pietro asombrado.—Pero nadie puede saber de éste cambio... Conociendo a mi nieto, va a aferrarse a cualquier excusa para zafarse de esto, pero no pienso permitirlo. Todo lo hago por su bien. —murmuró y volvió su atención a Anastasia. —Me recuerdas a mi esposa, ¿Cuál es tu nombre, linda?—le preguntó en un tono de voz dulce y Anastasia notó que cada vez que se dirigía a ella lo hacía con suavidad... Y se atrevía a aventurar que hasta con ternura.

Eso la hizo sentirse de lo peor.

Era una mentirosa.

—Anastasia. —susurró ella, sintiéndose repentinamente avergonzada.

Era una mujer vil que le mentía a un anciano, haciéndose pasar por una doncella pura, pensó... Ojalá y no terminara en los laberintos del tártaro por la eternidad a causa de sus mentiras.

—Bien. Anastasia, un nombre con carácter para una jovencita muy hermosa... Bienvenida a la familia Vasileiou.—le dijo con cariño, dándole unas palmaditas suaves en las manos y se puso de pie, mirando de frente a Pietro. —No podemos hacer fiesta de compromiso. Ya le había hablado a Keelan de tu hija, específicamente mencioné a la mayor. Estoy seguro de que ya se encargó de hacer sus investigaciones. —explicó y Ana se asustó.

Si Keelan era como la mayoría de los griegos (autoritario, controlador), ya sabía quién era ella y quién era su hermana.

—¿Quieres que engañemos a tu nieto?—preguntó asombrado su padre.

—Si lo dices así, suena horrible... Pero sí, es la razón por la que iremos directamente a la boda, ya me inventaré algo para convencerlo.—indicó Bemus con un movimiento de manos que indicaba que algo se le ocurriría.

De pronto Kal regresó a la habitación y posó su mirada frívola sobre Anastasia.

—Tú no eres Elora.—dijo y lanzó una tableta sobre la mesa que estaba frente a su abuelo y Anastasia. —¿Intentas engañarnos?—preguntó observando a Pietro con el enojo refulgiendo en su mirada.

La menor de los Makris estaba aterrorizada ante las palabras de Kal.

Suponía que era el nieto mayor de Bemus, pues hablaba con tal autoridad que parecía dispuesto a tirar cualquier plan de su abuelo por la borda y eso no se veía mucho en las familias griegas. Nadie refutaba lo que ordenaba o decidía el cabeza de familia.

Ella se mantenía inmóvil en su lugar, intentando hacerse invisible mientras Bemus Vasileiou, tomaba aire y observaba con intensidad a su nieto mayor.

Ella le dio un vistazo a su padre y se quedó aún más de piedra al ver la expresión en el rostro de su progenitor. Estaba furioso por las palabras de Kal y lo último que quería era que esa furia se volviese contra ella.

Las cosas iban muy mal y eso le terminó de hacer consciente de muchas cosas; su hermana se había ido. Era ella la hija prometida para casarse al día siguiente, no Anastasia. Estaban cometiendo traición a lo pactado.

Ése hombre frívolo se había dado cuenta y no tenía pinta de estar dispuesto a dejarlo pasar.

—Kal Vasileiou, ¿Te he pedido acaso que tomaras también esto entre tus manos?—preguntó Bemus en un tono de voz tan suave y calmado que preocupó a Anastasia. Con sus ojos llenos de asombro, vio cómo el hombre más joven se aclaraba la garganta y aflojaba un poco el nudo de su corbata, sin decir una palabra. —Eso creí. Entonces, espero que lo menos que hagas sea mantenerte en silencio total hasta el momento en que hable con tu hermano. Y si no hablo con él, será mi decisión. Mantente al margen.—agregó en un tono de voz que dejaba claro que no aceptaría réplicas de su nieto.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora