CAPÍTULO 68

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—¿Basil? —preguntó intentando asegurarse de que no era su imaginación.

—Si soy yo, Dios... No te no te imaginas cuánto me alegro de escuchar tu voz. —susurró ella con la voz quebrada.

—¿Qué sucedió? —pregunto él sonando preocupado.

—Ahora mismo no puedo explicarte todo, es una larga historia... Pero estaba de viaje con mi esposo y pues yo... Huí. —soltó atropelladamente.

—¡¿Cómo que huiste?! —preguntó subiendo la voz.

—Calma, quizá no fue tan así... Sólo tuve una discusión con Keelan. —mintió ella. —Y yo sólo corrí, corrí... Y ahora ni siquiera sé dónde estoy. Sólo sé que estamos en Mykonos. —explicó y lo escuchó suspirar.

—Joder. —gruñó Basil frustrado. —Recuérdame por qué somos amigos. —bromeó sin reír.

—Bueno, sólo sé eso y que la pequeña tienda en la que me encuentro, tiene un nombre extraño. —indicó ella mirando la gran pancarta de presentación donde estaba el nombre de la panadería, justo encima del área de mostrador.

—¿Mykonos? ¡estás lejos de aquí!... Espera, creo que si pido uno que otro favor puede que llegue para la isla en algunas horas... Quizá mañana temprano. —ofreció sonando pensativo y Anastasia suspiró, sintiendo que había encontrado la solución a su problema de estar varada sin saber qué hacer.

—Gracias... Sé que es una locura, pero... Muchísimas gracias, Basil. Sé que realmente no quisieras incluirte en problemas que no tienen nada qué ver contigo, pero de verdad necesito ayuda. No sé cómo regresar a casa. —susurró ella con ganas de llorar otra vez.

Anastasia ya no sabía si era que realmente así se sentía un corazón roto o si se trataba de desajustes hormonales por el embarazo.

—Es muy probable que tu esposo quiera matarme, pero ya hablarán ustedes cuando sea el momento... No te preocupes, por favor mantente en contacto conmigo, este es mi número... —dijo y ella asintió.

—Okay. —respondió llorosa.

—Oh y... ¿Anastasia? — murmuró.

—¿Sí? —respondió ella.

—Lo que sea que esté sucediendo, lo resolveremos ¿Sí? —le dijo él amablemente.

Anastasia tomó aire profundamente.

—Si, está bien. Nos vemos mañana. —susurró.

—Nos vemos mañana, cuídate. —dijo él y terminó la llamada.

Anastasia, ya un poco más tranquila por haber hablado con Basil, agradeció por la bebida a la chica y salió de la tienda, puesto que ya era la última persona que quedaba.

Emprendió su camino, intentando regresar por el mismo lugar que se había llegado. Tenía la esperanza de encontrar algún hotel o al menos algún lugar dónde hospedarse hasta el día siguiente.

La noche oscura en Mykonos era el escenario perfecto, pensó el polizón, al tiempo de veía a Anastasia salir de la tienda.

Él consideró que ese era su momento de golpe de suerte.

Tenía tanto tiempo esperando ahí afuera, que pensó que ella jamás saldría.

La espió con atención, por al menos dos horas, sin cesar.

Tiempo que le sirvió para estar cada vez más seguro de que, definitivamente, ésa mujer era hija de Victoria.

No solamente por el parecido, que a simple vista se podía percibir, sino porque ella tenía los mismos gestos elegantes y sutiles que tenían las otras dos mujeres.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora