CAPÍTULO 41

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—¿Se encuentra Basil?—preguntó Anastasia y la chica dio un saltito.

Ana era ignorante de la forma en la que el cuerpo de la niñera respondía ante la cercanía con Basil. Por más que la pelirroja había intentado no reaccionar así, era imposible.

Ana arqueó una ceja confundida y se dio cuenta que Basil había aparecido detrás de la pelirroja.

—¿Qué? ¿Te quema la cercanía? —preguntó su amigo de mala gana haciendo que la chica soltara un bufido y regresara al interior de la casa.

—Anastasia. —soltó él en cuanto se encontraron solos. Ella no perdió de vista su lenguaje corporal; se había cruzado de brazos y no estaba dándole paso o invitándola a entrar a la casa. Él sí que estaba muy enojado.

—Lo siento, Basil. —dijo ella abruptamente, sabía que era mejor disculparse de una vez, antes que soltar un montón de razones estúpidas de por qué le había ocultado ciertas cosas de su vida como su estado civil.

—Está bien, es tu vida. —respondió él rápidamente. Y ella suspiró.

—¿Sí sabes que eso suena a que no me has disculpado, no?—preguntó ella y él intentó contenerse, pero al final terminó sonriendo.

—Estoy enojado contigo. —dijo con sinceridad.

—Y lo entiendo... Pero esta es la parte en dónde aprovechamos el hecho de vernos para limar asperezas y volver a ser buenos amigos. Además aun no sé nadar muy bien y yo... —comenzó ella a bromear.

—Ni de chiste te vuelvo a intentar enseñar. —soltó él bruscamente. —Paga clases con algún instructor o algo así... Con el susto que me diste, tuve suficiente terror como para los próximos diez años. —respondió él con seriedad, pero luego sonrió y ambos soltaron pequeñas carcajadas.

Cuando pasó la diversión Ana se aclaró la garganta.

—Entonces... ¿Ya estoy disculpada o debo...? —comenzó a preguntar y él rio.

—Oh, ven aquí. Hay dos personitas que mueren por verte...—articuló él y ella sonrió emocionada de nada más pensar en ver de nuevo a los niños.

Basil se hizo a un lado y le señaló el pasillo a su visita inesperada.

Ana no lo pensó dos veces y caminó hacia el interior.

—¡Miren quién ya está mejor y vino a vernos! —exclamó Basil detrás de ella y de un segundo a otro los niños aparecieron corriendo hacia ella.

Ambos pequeños la abrazaron de las piernas y comenzaron a gritar emocionados.

Al otro lado de la ciudad, dentro de la oficina del Director de la naviera "Poteidan" las emociones estaban en erupción, de hecho cualquiera podría tomar una navaja y contar el aire gracias a la tensión. La mente de Keelan parecía a punto de hacer combustión espontánea.

—¿Su esposa, Nadia Makris? —preguntó su yerno sintiéndose muy confundido, pero con nada más ver la expresión en el rostro de Pietro, entendió todo. —Anastasia no es hija de Nadia Makris, ¿cierto? —preguntó ágilmente.

No sabía por qué, pero muy en el fondo deseaba estar equivocado. Anastasia y él no estaban en los mejores términos, pero jamás le iba a desear una noticia tan desagradable con la de enterarse que no era hija de quienes creía.

Él jamás fue un gran creyente, pero en ese mismo instante estaba rogando a los dioses (o quien le escuchara los ruegos) que todo eso fuera una confusión.

Pietro Makris asintió con pesar y Keelan sintió que el mundo se le venía encima.

Sabía que estaba mal, pero de forma automática comenzó a sentir un poco de lástima por su esposa. Él sabía lo que era sentirse huérfano de alguna manera.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora