CAPÍTULO 33

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Keelan estaba más que irritado.

La forma en la que Basil se sacudió la culpabilidad, le hizo recordar a los gatos y al dicho que decía que no importaba desde qué altura cayeran, siempre caían parados.

Se suponía que el hombre estaba en desventaja; él acababa de exponerlo... Pero no, con sólo un par de palabras ya se estaban justificando.

Quería fingir que era un santurrón.

Justo la clase de hombre que de seguro le encantaba a Anastasia.

Riquillos de buena cuna y con apellidos rimbombantes que hicieran mojarse a cualquier mujer griega.

Odiaba eso.

Él era un griego también y tenía todas esas características; pero todo era una fachada... Porque era un bastardo.

Se sentía tan molesto de sólo pensar en que ese hombre tuviera ventaja en los sentimientos de su esposa.

—De nuevo, le pido que me permita verificar si el doctor está de acuerdo en que la paciente reciba visitas. —ofreció la enfermera y entró a la habitación.

No queriendo dirigirle la palabra a Basil de nuevo, Keelan se asomó desde la puerta. A través del pequeño vidrio de una esquina, pudo ver a Anastasia sentada en una camilla. Ella se veía normal, estaba hablando con el doctor.

Sin poderlo evitar, él soltó un pequeño suspiro. Si antes había sentido paz y alivio, ahora sentía total tranquilidad.

Ella estaba despierta, estaba hablando y lucía como siempre.

Eso era lo que necesitaba ver para estar tranquilo después de tanto buscarla.

La enfermera salió de la habitación con una sonrisa en el rostro, mirando a Keelan emocionada. Lo cual a él le pareció un poco ridículo, pero no dijo nada.

—Su esposa ya está recibiendo el diagnóstico del doctor... Él está de acuerdo en que usted pase y escuche lo que él tiene para decir. —le informó al tiempo que Keelan entraba, sin esperar más indicaciones de la enfermera.

Mientras él cerraba la puerta detrás de sí, escuchó como la enfermera le decía a Basil que le parecía de mal gusto lo que había hecho... A pesar de que entendía que tenía buenas intenciones.

—Entonces, ¿es usted el verdadero esposo de la señora Anastasia? —le dijo el doctor en cuanto entró a la habitación.

—Sí, soy yo... Keelan Vasileiou. Me gustaría que me explicara; ¿qué es lo que ha sucedido con mi esposa? —pidió Keelan, al tiempo que le extendió la mano en forma de presentación al doctor.

El hombre no dudó en estrechar su mano, a forma de saludo y sonrió.

—Usted se debe sentir halagado, de ser el esposo de una mujer tan hermosa que obviamente es admirada por otros hombres. —intentó bromear el doctor.

Keelan hizo una mueca, pues no le causó ni un poco de gracia el comentario.

—Eso depende de a qué tipo de halagos se refiera... Porque ahora mismo, lo único que me siento es insultado. —soltó Keelan en un tono grosero y su esposa le miró con los ojos entrecerrados.

—Éste no es el momento para que hagas un alarde de tu testosterona, ni para que demuestres tu control o poderío, Vasileiou. —gruñó Anastasia, llamándolo por su apellido e incomodándolo mucho al hacerlo. Se le notaba que estaba molesta por la actitud de Keelan.

—Puedo hacer alarde de mi testosterona y poderío en el momento que se me antoje... ¡Y mucho más cuando otro hombre está asegurando que es el esposo de mi mujer! —gruñó él en respuesta. Haciendo que el doctor abriera los ojos con asombro.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora