CAPÍTULO 20

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Keelan sentía un bajón emocional muy extraño, era una mezcla de sentimientos negativos. Lo primero en lo que pensó fue en su deber como hombre casado y que no lo estaba cumpliendo.

Con nada en realidad.

No era un esposo voluntario ni feliz, desde luego; pero tampoco era un total insensible como para no sentirse mal por Anastasia. Él entendía que la estaba castigando al dejarla sola en esa casa, pero al mismo tiempo estaba intentando salvarla.

Salvarla de él, de su lívido... Era una amenaza para ambos, pues moría por tenerla de nuevo y estaba seguro de que eso sólo traería más confusión a su situación.

¡Situación en la que ella los había metido, por cierto!, recalcó en su mente, luchando por dejarle la responsabilidad entera a ella, aún cuando él también había firmado voluntariamente.

¡Con un demonio! ¿Dónde estaba Elora?, se preguntó, deseando tener a su lado a una mujer superficial y sin sentimientos, con quien sólo pudiera llevar la clase de matrimonio que él había planeado llevar.

Si no fuera Anastasia todo sería más fácil, se dijo. Pero la verdad era que, por mucho que renegara, ya no se veía casado con otra mujer que no fuera ella.

El resto de la consulta transcurrió principalmente en silencio, ambos callaban mientras la doctora le asignaba un tratamiento a Anastasia para que lograra regular y ayudar a controlar sus cambios hormonales.

Salieron cuando ya toda la clínica parecía dormir, todos los pasillos estaban en un silencio frío y a Keelan se le ocurrió que lo mejor era manejar él mismo a casa cuando salían de la consulta, sintió de pronto que Anastasia no deseaba tener muchas personas rodeándola además de él.

Su reacción desde la noticia ha sido guardar silencio y mantenerse apacible, lo que a él lo tenía profundamente preocupado, pues se imaginaba que ella ya estaba pensando en qué vuelo tomar al momento de desaparecer de su vida tal como le había dicho.

Las palabras se repetían una vez más en su mente y él seguía sin entender cuánta desfachatez podía guardar esa mujer en ese cuerpecito tan pequeño.

Sin siquiera preguntar, manejó un poco más lento que antes, como si ese viaje en el que ella le acompañaba en silencio necesitara ser más largo, ser más lento. Como si de alguna forma eso fuera a ayudar a proteger un corazón que ya venía roto.

Cuando llegaron a la casa, vieron cómo la guardaespaldas se encontraba monitoreando la casa de playa desde afuera y Keelan tuvo una idea, una maravillosa que le iba a beneficiar, pues no tenía ni la mínima idea de lo que se venía.

Mientras ella entró como zombie, Keelan se acercó a Angelique.

—Puedes retirarte por unos minutos...—indicó y ella se limitó a asentir en silencio.

Keelan sintió la necesidad de preguntarle por Kal, pues él tenía conocimiento de la cercanía extraña entre su hermano y esa mujer... Pero al final decidió quedarse con la curiosidad.

La vio irse a paso rápido en dirección a su auto y suspiró.

Kal nunca le había dado cabida para algo más que una conversación profunda sobre sus vidas y el compañerismo que conllevaba ser hermanos, compartir la sangre; pero Keelan se fijaba en todo y había algo en Angelique que no le terminaba de cerrar. Era una trabajadora increíble, dedicada y sobre todo entregada a brindar el mejor servicio como guardaespaldas.

Pero era diferente en cuanto a las cuestiones que la relacionaban con su hermano, en las que parecía que a ella lo único que le interesaba era pasar un buen rato.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora