Ana ni siquiera notó el momento en que se quedó dormida.
Sólo que en cuanto despertó se dio cuenta de que no estaba en su habitación matrimonial.
No estaba en la casa de playa, el hogar que se suponía debía compartir con su esposo.
Había despertado en su cuarto de la casa de sus padres y alguien estaba acariciándole el cabello que se encontraba extendido sobre la almohada.
—¿Elora? —logró balbucear en cuanto identificó el rostro frente a ella.
Su hermana la miraba sonriente, se veía diferente, pero era su hermana.
—¿Me extrañaste hermanita? —le dijo, un segundo antes de que Ana la abrazara con fuerza y se rompiera en llanto.
Descargó todo lo que sentía mientras lloraba, el dolor por su esposo, la tristeza que sentía al haber descubierto la verdad sobre su origen y el hecho de que era posible que perdiera al hombre que amaba.
—Shhhh, lo sé. Tranquila, desahógate. —susurró Elora abrazándola fuerte. —Mi pequeña hermanita valiente... Has sido muy valiente, pequeña. —agregó su hermana con la voz rota. —Siento tanto que te enteraras así de la verdad. —
—¿Tú sabías la verdad? ¿Sabías que yo no era tu hermana? —preguntó Anastasia llorando, al tiempo que se separaba de Elora.
—Nunca me lo dijeron, pero presté atención a papá. Siempre era duro contigo pero al mismo tiempo te sobreprotegía. Eras perfecta, porque no te gustaba salir; pero cuando lo intentabas, siempre había una negativa... Así que sólo estuve pendiente y al final logré escuchar una conversación que tuvo con mamá... Pero esos son detalles sin importancia, Ana. Tú eres mi hermanita... Nunca iba a decirte algo como eso, porque te lastimaría. —le dijo llorando y Ana la observó impresionada.
¿Acaso su esposo temía lastimarla también?
¿Por eso Keelan también había guardado el secreto?
—Sé que he sido un poco idiota y que te dejé sola con el asunto de la boda... Pero... —intentó disculparse Elora, pero el llanto de Anastasia no la dejó terminar.
—¡Él también quiso protegerme! —exclamó y volvió a romper en llanto.
Elora sólo la abrazó y frotó su espalda mientras Ana seguía llorando.
—Oye, creí que ibas a matarme cuando volvieras a verme. —bromeó su hermana.
—¿Por... Qué? —preguntó Ana llorosa.
—Porque a mí era a quien iban a casar con tu hombre. —dijo y Anastasia la miró con cara de pocos amigos, recordando que todo había comenzado con la huida de su hermana. —¡Oh, vamos! —exclamó Elora divertida. —¿De verdad creíste que iba casarme con ese hombre después de verlo comerte la boca en plena discoteca? —preguntó dejando claro que había visto cuando Keelan y ella se habían besado en plena pista de baile esa noche.
Anastasia sonrío con tristeza.
—Ya ni siquiera recordaba eso. —mintió al tiempo que llevaba su mano extendida sobre su vientre.
Ahí estaba creciendo el fruto de ese amor, de su primera vez y esa maravillosa noche de pasión.
—¿Por qué no corres a ver a tu esposo, Anastasia? —preguntó la mayor de las Makris, sin darle más vueltas al asunto.
—Él está... —intentó responder, pero volvió a llorar desconsolada.
—Él está muriéndose por verte. Despertó hace un par de horas, pero pidió que no te despertáramos porque el bebé... —comenzó a explicarle, pero fue inútil, Anastasia ya había salido de la habitación.
Ana llegó a la clínica y rápidamente caminó hasta el número de habitación que le habían indicado.
En cuanto llegó a la puerta escuchó voces.
—Deberías descansar. —dijo una voz dulce pero autoritaria y Ana observó, a través de la ventanilla de la puerta, que se trataba de la madrastra de Keelan.
La mujer estaba al lado de la camilla, sostenía algunos envases vacíos en sus manos y Ana se sintió mal, pues entendió que de seguro su esposo acababa de comer. Sintió que ella debió ayudarle a comer, no alguien más.
—No quiero dormir. —murmuró Keelan y Ana escuchó cómo alguien soltaba una pequeña carcajada.
—Él no quiere irse a dormir porque quiere estar despierto cuando Anastasia llegue. —dijo Bemus Vasileiou y Anastasia entró, impaciente.
En cuanto vio a Keelan despierto, sintió ganas de llorar.
Se veía muy pálido, extremadamente pálido y su rostro lucía una expresión de incomodidad que ella le atribuía al dolor que debía sentir... Pero estaba vivo.
Vivo y con su mirada sobre ella.
Él la miraba como si fuera la cosa más hermosa que había visto en su vida y Ana se sintió tan mal.
Keelan parecía haber olvidado todo lo que ella había hecho para lastimarlo antes de que él se desvaneciera.
Lo único que veía en su rostro era la alegría de verla.
—Ana...— logró decir su esposo y le sonrió abiertamente, ella vio cómo dos lágrimas bajaban por sus mejillas.
—Yo...—comenzó a decir en respuesta, pero no consiguió las palabras. Rápidamente se acercó a la camilla y abrazó con cuidado a Keelan. Ella no sabía si eran las hormonas o si de verdad estaba así de llorona, pero no lo podía controlar.
—Está bien, amor... Ya todo está bien... —la tranquilizó él acariciando su espalda y dejando pequeños besos en su cabello.
—¡Pensé que ibas a...! —exclamó pero él la interrumpió.
—No pasó nada, sólo fue un pequeño susto. —dijo.
—¿Cómo te atreves a asustarme así? —preguntó molesta y le dio un pequeño empujoncito. Él gimió adolorido y ella siseó arrepentida.
—¡Lo siento, lo siento! —se disculpó.
Keelan atrapó su mano y le dio un beso.
Ella no apartó la mano.
Al contrario, se quedó mirándolo con amor y él abrió los ojos con asombro.
—Más te vale que la mancha de sangre salga de nuestro piso. —intentó bromear, pero se sintió mal en cuanto lo dijo. Esas no eran las palabras correctas para disculparse por lo que dijo.
—¿Nuestro piso?... ¿Eso significa que me perdonaste? —preguntó emocionado, como si no pudiera creer las palabras de Anastasia.
—Por ahora... ¡Pero más te vale no hacerme nada más! Porque la próxima vez que se te ocurra ocultarme algo así, cualquier cosa; te lo juro que no me vuelves a ver... —comenzó a amenazarlo ella, pero no pudo terminar porque los labios de su esposo interrumpieron sus palabras.
Fue un beso corto, pero tan dulce que la dejó con ganas de más.
De pronto Keelan se separó con el ceño fruncido.
—Eres terrible, mujer... ¿Tenía que prácticamente morir para que me perdonaras? —bromeó él y ella lo silenció con otro beso.
Anastasia ni siquiera se dio cuenta de que tenían un buen rato solos en la habitación.
En ese momento, lo único en lo que ella podía enfocarse era su esposo.
Estaba vivo.
Estaba ahí.
Era suyo, pensó al tiempo que Keelan le abrió mejor espacio para que se acostara a su lado.
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ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)
RomanceAna nunca ha sido el primer lugar... Pero, después de tanto tiempo sumida en una vida solitaria, por fin la vida le da la oportunidad de hacer algo diferente. Ella finalmente podrá ser alguien en la sociedad griega y, al mismo tiempo, salvará a su...