El tiempo, ahora que estaban juntos de nuevo, parecía pasar volando.
Elora Makris había regresado con su esposo a Estados Unidos; el tema de Victoria había sido cerrado, clausurado y todos en la familia habían llegado a un acuerdo tácito en el que iban a fingir que nada de lo referente al secuestro de Ana había sucedido.
Kal Vasileiou había estado actuando extraño; parecía muerto en vida, era un fantasma que se la pasaba trabajando y bebiendo alcohol como si fuera zumo de frutas. Todos en la mansión Vasileiou pensaban que su vicio tenía que ver con algo que le había hecho Angelique (quien por cierto había desaparecido como si nunca hubiese existido), pero nadie se atrevía a decir nada, pues el mal humor de Kal era algo con lo que nadie quería lidiar, ni siquiera el más anciano de ellos.
Anastasia y Keelan se habían enfocado totalmente en la recuperación de él.
Habían pasado veintidós días desde el incidente.
Él ya se sentía totalmente recuperado.
La herida había cicatrizado con rapidez; apenas y sentía una que otra incomodidad de vez en cuando.
Aun debía evitar grandes esfuerzos y guardar reposo, pero él no se quejaba. Pasar el día entero, sólo con su esposa, era su hobbie favorito.
—¿Ana? —llamó a su esposa. No la vio en la sala. Caminó hacia la cocina y la encontró hablando por teléfono.
—Sí, está cada vez más y más grande. —dijo sonriente al tiempo que él la vio posar su mano sobre su vientre. —Sí, justo acaba de bajar, se lo paso. —murmuró y se giró, tendiéndole el teléfono a su esposo. —El abuelo. —informó. Él tomó el teléfono y dejó un beso rápido en su mejilla.
—¿Sí? —atendió.
—¿Sabes dónde está tu hermano? —preguntó Bemus sin perder tiempo en saludos. Estaba resolviendo un gran problema sólo y no estaba de ánimos como para ponerse con formalidades.
—No, ¿qué sucede? —preguntó Keelan, pero su abuelo colgó sin darle una explicación.
—¿Colgó? —preguntó Ana asombrada.
Él asintió pensativo.
—¿Crees que haya sucedido algo? —preguntó él dejando el teléfono sobre el mesón.
Anastasia se encogió de hombros y caminó hacia el refrigerador, tenía antojo de ensalada de frutas.
Keelan la vio escoger algunas, buscar un bol y tomar un cuchillo.
Ella dejó todo en el mesón, a un lado del refrigerador y luego se dispuso a buscar algo más, decidida a hacer la ensalada, pero cuando pasó a su lado, él la tomó por la cintura con una mano, sujetando su nuca con la otra.
Anastasia sintió cómo una descarga eléctrica le recorría el cuerpo entero cuando él bajó la cabeza para apoderarse de sus labios.
Tenían todo el tiempo de la recuperación de Keelan sin hacer el amor... Había sido un desierto para ambos.
Sobretodo para Ana; con el embarazo tenía las hormonas tan alborotadas que sólo bastaba que él la abrazara para calentarse. Lo necesitaba como una desquiciada, pero se había contenido porque quería que él estuviera totalmente recuperado.
Se había tomado su papel de enfermera sexy muy en serio.
Regresó a la realidad cuando Keelan separó sus labios, abriéndoselos con su lengua. Él reclamó su boca con determinación.
Eso no sólo la emocionó, sino que además hizo que se le doblaran las rodillas.
A ella se le escapó un jadeo al tiempo que levantó los brazos y los enredó en el cuello de él.
El roce contra el cuerpo duro de su esposo la tenía echando chispas en los lugares correctos.
Keelan parecía venir con todo, la sujetó con firmeza y necesidad; como si no aguantara otro segundo más sin tenerla así de cerca. Algo muy rígido que se frotaba contra su vientre era la prueba de lo mucho que la necesitaba.
Ella no quería perder más el tiempo. Metió una mano bajo la camisa de su esposo, para tocar la ardiente piel de su torso. Él se encogió un poco ante el toque, como si sentir su mano en su piel lo hiciera perder el control.
—Espera, amor... —pidió él, como intentando controlarse, pero ella negó. No le dio tiempo de pensar.
Lo besó con sensualidad, mordiendo su labio inferior.
Eso fue todo lo que él necesito para terminar de perder la cordura.
La subió sobre la encimera de mármol al tiempo que dejaba besos húmedos por su clavícula.
Entre sus labios y su lengua sobre su piel, le provocaron un incendio entre las piernas. Ella gimió impotente, mientras él besaba y mordía la piel que iba revelando.
Keelan estaba más allá del raciocinio. Estimulado por sus gemidos, subió a la encimera con ella.
Metió una rodilla entre sus muslos y empujó con cuidado hacia arriba, hasta que la presión la hizo gritar encendida.
—¡Las cortinas! —exclamó ella recobrando el sentido. Desde la piscina fácilmente los podían ver sobre la encimera.
—Nadie vendrá. —logró responder él con voz ronca, estaba demasiado ocupado ahí como para pensar en las estúpidas cortinas.
—Daremos un show. —susurró ella luchando por pensar con cordura.
Keelan siguió en su trabajo de desnudarla.
—Al menos será un gran show. —respondió coqueto, aunque en realidad no le agradaba la idea de que nadie que no fuera él viera a su esposa. Hicieron el amor sobre la encimera. Él la tomó de tantas formas, diferentes y perversas que Anastasia nunca imaginó que fueran posibles.
Su esposo la había extrañado demasiado y se lo demostró con esmero.
El placer fue tan abrumador que Ana terminó llorando después de la última explosión de placer.
Se sentía tan suya.
Él dejó su huella y su posesión por todos lados en su piel.
A su lado, Keelan respiraba con dificultad, intentando regular su respiración después de semejante ejercicio.
Ella se giró, recostando su cabeza en el pecho de su esposo y abrazándolo.
—¿Cuánto crees que tardes en recuperarte? Me gustaría repetir. —informó y Keelan se atragantó con su saliva.
—Debí recordar que eras una ninfómana antes de pedirte que regresaras a casa conmigo. —bromeó y ella le dio un manotazo en el hombro justo antes de que la besara con ternura.
No sabían qué más estaba escrito en las estrellas, pero lo que sí sabían era que en adelante, su amor sería transparente; sin secretos entre ellos, ni mentiras... Tal y como estaba destinado a ser; forjado en una pasión irrefrenable que nunca se apagaría.
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ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)
RomanceAna nunca ha sido el primer lugar... Pero, después de tanto tiempo sumida en una vida solitaria, por fin la vida le da la oportunidad de hacer algo diferente. Ella finalmente podrá ser alguien en la sociedad griega y, al mismo tiempo, salvará a su...