CAPÍTULO 13

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Anastasia tragó grueso.

—Ho-Hola. —tartamudeó sin poderlo evitar.

Quiso darse una palmada en la frente.

—Creo que hice una pregunta. —gruñó el hombretón.

—Y-yo... Vivo allá.—señaló instintivamente hacia la casa y luego quiso morirse. ¿Y si él regresaba a matarla de noche o algo así? —Sólo quería pintarlos... Los he visto jugar aquí y pensé que serían un lindo cuadro...—balbuceó ella, asustada de que ése hombre la denunciara.

—No me gusta eso. —gruñó de nuevo.

—Lo siento... Si no le gusta puedo...—comenzó a ofrecer triste, porque ya amaba ese cuadro.

—¿Planeas venderlo?—preguntó él.

—No, sólo pinto para recordar momentos. —admitió.

Él la observó pensativo por un segundo y luego tomó asiento a su lado.

La chica era muy atractiva, pero no era eso lo que le llamaba la atención, sino el hecho de que su rostro le parecía conocido de algún lado... Lo cual era terriblemente extraño, porque él era un ermitaño desde la muerte de su esposa.

— ¿Me lo darías si te lo pido?—preguntó como si no la hubiese asustado hace un rato.

Anastasia lo observó asombrada.

Era extraño verlo como si nada, hundiendo sus pies en la arena.

—La verdad es que... No quiero dárselo a nadie. Quiero guardar ésta imagen. —confesó ella, al tiempo que la niña vio a su padre y corrió hacia él con los brazos abiertos.

—Entiendo. Pero me encantaría tener uno, ¿podrías hacer otro? El precio no es un problema. — dijo rápidamente.

El niño, que parecía más tímido que su hermana, camino hasta su padre y se sentó a su lado. Justo en el espacio que había entre Anastasia y él.

Ella notó que el pequeño la observaba con mucha curiosidad, pero sin dejar de ser tímido.

—Puedo hacerlo, pero no cobraría nada. Lo haría a cambio de haberme dejado pintar a sus hijos.—murmuró ella y se puso de pie.

—Ya regreso... Buscaré un nuevo lienzo.—informó y él asintió.

Anastasia no había visto lo guapo que era el hombre, hasta que se puso de pie y él la miró desde abajo. Sus ojos eran muy azules y su cabello del rubio más brillante que ella había visto en su vida. Entendió de dónde venían los niños, a menos que su madre fuera rubia, sólo se parecían a él.

Ella fue por el lienzo, dejando el cuadro listo en el suelo de la sala, y en un par de minutos regresó a la playa.

Estaban sentados en el mismo lugar que los había dejado.

Sintiéndose un poco tímida ante el escrutinio de los tres, que la observaban muy atentos, acomodo el lienzo en el caballete y comenzó a pintar.

—Vayan a hacer otro castillo.— animó el hombre a sus hijos y la escuchó darles besos.

Se sentía incómoda para mirarlos fijamente, así que se quedó quietecita, como si estuviera muy ocupada en su trabajo de comenzar a pintar el azul del mar.

—Soy Basil Kana, puedes llamarme Basil.—dijo el hombre de una forma que le hizo creer a ella que no sabía lo que era que lo llamaran por un diminutivo de su nombre.

¿Para él era normal decir eso de que podían llamarlo sólo por el nombre?

¡A ella la apodaron "Ana" desde su nacimiento!

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora