—¿Acaso no me extrañaste? —preguntó en cuanto logró acercarse más, dándole un corto abrazo a Keelan (que fue suficiente para que él pudiera sentir los pechos de la mujer contra el suyo propio). Estaba seguro de que ella lo había hecho a propósito.
—Me sorprende verte aquí, Ignacia. —dijo él, secamente.
—Sé que la última vez que nos vimos no quedamos en los mejores términos, pero espero que hayas logrado entender que no podía quedarme. —indicó ella, hablando como si estuviera la defensiva.
—Créeme que ni siquiera lo recordaba; ahora mismo ni me va, ni me viene lo que hagas con tu vida, Ignacia. La forma en la que nos separamos y tomamos diferentes caminos fue la adecuada, pues nunca hubo sentimientos de por medio. —dijo él, intentando escoger sabiamente sus palabras.
—No habían sentimientos, pero pasión, deseo y placer sí había. Aún puedo recordar cómo...—comenzó a decir con malicia y Keelan no lo soportó.
—¡Basta! —gruñó por lo bajo, mirando en distintas direcciones para asegurarse de que nadie más en la tienda prestaba atención a su conversación.
—Yo no creo que haya sido lo mejor terminar nuestros encuentros... Te necesito. —dijo ella suavemente y se acercó a él de un segundo a otro. Keelan no fue lo suficientemente rápido como para reaccionar.
Ella le dio una pequeña lamida su barbilla, haciéndolo estremecer de desagrado.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —preguntó empujándola, alejándola.
—¿Tú qué crees? ¡Estoy intentando recordarte los viejos tiempos!, ¿No eras tú el que me buscaba hace unos meses? —preguntó haciéndolo recordar cómo pactaban encontrarse.
—¡Pero eso se acabó, Ignacia! —exclamó él desesperado.
—Para mí no se ha acabado. Aquí estoy y soy toda tuya, como siempre te ha gustado. —dijo sonriendo burlonamente, recordándole que muchas veces la amenazó, diciéndole que no le gustaba compartir.
—Escucha, Ignacia... Sé que debí terminar esto antes, pero se está dando el momento ahora mismo y lo haré. Estoy casado y quiero que, lo que sea que estás intentando hacer, se acabe ahora mismo. Sé que debí terminar lo nuestro antes, pero... —soltó Keelan buscando las mejores palabras para expresar lo que sentía.
—¿Qué? ¿Al final el viejo logró casarte a la fuerza? —preguntó ella y soltó una carcajada, luciendo furiosa.
—¡Siempre creí que ibas a obtener lo que querías, Keelan! ¡Jamás pensé que fueras a permitir que tu abuelo te casara por conveniencia, como si fueras una jovencita virginal! —se burló de ella.
Keelan se mordió la lengua para no responder ante sus provocaciones.
—Estoy muy feliz con mi estado civil actual, y mi abuelo no tiene nada que ver con eso, te lo aseguro. —respondió él en un gruñido.
—¡Ja! Por favor, sólo escucho sandeces saliendo de tu boca... ¡No podrás borrar todo lo que vivimos e hicimos juntos, Keelan! Soy tuya y tú eres mío... Me hacías repetirlo a cada rato, hasta que yo misma me lo creí... ¡Estoy segura de que no me has podido olvidar como yo a ti! —exclamó como desquiciada y sin darle tiempo de siquiera pensar o procesarlo, saltó sobre él; besándolo.
Anastasia venía sonriente, pensando en bromear con su esposo sobre que iba a dejarlo en bancarrota, puesto que casi todo lo que se probó le encantó.
Salió del vestidor y se dio cuenta de que su esposo no se encontraba en el sofá en el que le había estado esperando, así que caminó directamente al área de caja... Pero ni siquiera pudo terminar de llegar, porque se encontró con la escena más desagradable que había visto en su vida.
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ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)
RomanceAna nunca ha sido el primer lugar... Pero, después de tanto tiempo sumida en una vida solitaria, por fin la vida le da la oportunidad de hacer algo diferente. Ella finalmente podrá ser alguien en la sociedad griega y, al mismo tiempo, salvará a su...