CAPÍTULO 64

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Alexei tenía más de dos horas conteniendo las ganas de reír.

Se le había ocurrido hacerle una pequeña broma a Keelan y estaba seguro de que iba a salirle a pedir de boca.

Sólo esperaba no haberse equivocado en la talla de Anastasia.

Era curvilínea como su esposa, pero no tanto, así que pidió una talla menos.

—Ella debe estar furiosa aún. —murmuró Keelan por lo bajo.

Alexei lo miró, conteniendo una carcajada.

Su amigo estaba a su lado en la barra. Había estado apurando los tragos por al menos una hora.

Anastasia ponía mal a Keelan con facilidad.

Él podía ver que su amigo ya había caído profundo por esa mujer... Y ahí estaba, dispuesto a disfrutar del espectáculo que era ese par.

—¿Por qué estás tomando tanto? —preguntó divertido.

—Pues quizá si me ve destruidoh... Prefiera atenderme en lugar de pelear. —aventuró y Alexei soltó una carcajada.

—Lo dudo. Lo más seguro es que se enoje como la mierda. —dijo y Keelan lo miró aterrado.

—Sí, tienes razón. Mejor no tomo mássss. —siseó y apartó el vaso de vidrio.

Justo en ese momento, Anastasia bajó las escaleras luciendo como una diosa vestida con sangre.

Estaba preciosa y el aviador entendió aun más por qué su amigo estaba tan domado por esa mujer.

Era preciosa, pero tenía una mirada perspicaz que indicaba cuán capaz era de jugar con cualquier mortal.

Alexei suspiró, de nuevo pensando en su esposa.

—Allá viene tu diosa, ¿por qué no vas a marcar territorio antes de que los lobos salten sobre ella? —indicó, señalando con la barbilla el lugar en el que se encontraba Ana.

Keelan levantó la mirada y se le escapó un eructo.

—Mierda. —balbuceó dejando de lado los efectos del alcohol. Él no podía creer lo que sus ojos veían.

Su mujer estaba ahí, en el primer escalón de la escalera, con un trozo de terciopelo que a duras penas cubría su pudor... Y lo peor es que él se sentía jodidamente orgulloso.

¿Celoso? Sí, como la mierda.

¿Caliente? Por supuesto.

¿Orgulloso de que esa preciosidad fuera suya? Jodidamente, sí.

Ni siquiera supo cuándo comenzó a caminar para alcanzarla, sólo fue consciente de que se había movido cuando estuvo frente a ella.

—Ana... —logró articular impresionado.

De cerca se veía aún más impactante.

Preciosa, etérea, suya.

—¿Te gusta cómo me quedó? Me pareció un regalo extraño de tu parte, pero la rosa y el vestido me han encantado. —susurró ella con voz dulce, al tiempo que abrazaba a su esposo y escondía el rostro en su pecho.

Keelan le regresó el abrazo, confundido.

Levantó la mirada hacia su amigo y vio cómo Alexei sonreía abiertamente.

El idiota parecía estar a punto de volar de la felicidad y levantó su copa en su dirección, como diciéndole que era a su salud.

Keelan no necesitó más. Ahí lo entendió todo.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora