✓ METANOIA | DAMIAN WAYNE [2]

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ENTRENAMIENTO
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MAR'I.

Si hay algo que odio es la oscuridad, no porque mi cuerpo estaba hecho para la luz, no. Bueno, también por eso, pero en especial era porque me traían recuerdos de mi niñez.

Cuando era pequeña, a los seis años, mi madre había muerto. Recuerdo cuando la vi a través de la ventana, papá me había dicho que era peligroso si me acercaba a ella así que era a la única a la que le prohibieron entrar a la habitación donde estaba mamá. Papá se había quedado junto a ella todo el tiempo, yo veía como sostenía su mano y murmuraba en voz baja para que alguien la ayudara, rogaba en silencio que mamá se recuperara.

Desde que mamá murió, siempre pensé que mientras una luz estuviera cerca mío, ella estaría ahí. Cuidándome desde la luz.

Siempre le tuve miedo a la muerte, incluso desde antes de su muerte, sabía que lo único que nos unía a los humanos y a los meta-humanos era la muerte. Tarde o temprano, ella vendría por cada uno de nosotros, aunque fueras un brujo, un dios o un inmortal, ella encontraría la forma de llegar a ti.

Porque es el destino.

Me senté sobre la lona dejando de hacer abdominales, levanto la mano para que el sensor active las luces otra vez, pero me pego un susto cuando frente a las lonas se encuentra Damian con su cara de pocos amigos.

—Por X'hal —murmuro, llevando mi mano al pecho—. Pareces un ninja, ¿cómo te mueves tan silenciosamente?

Él hace una mueca que parece una media sonrisa.

—Años de práctica. —espeta, caminando hacia las computadoras que se encuentran en una esquina de la habitación.

Lo observo en silencio cuando se sienta en la silla frente a las computadoras. Trae un atuendo completamente negro, sus manos están cubiertas por unos guantes del mismo color mientras sus dedos se mueven sobre el teclado digital, su cabello oscuro cae húmedo sobre su rostro algo pálido, tenía varios cortes y cicatrices en su cara, pude apreciar como una gota se derramaba desde su pelo hasta su barbilla, pasando por su mandíbula.

—No fuiste a cenar ayer —rompo el silencio.

Él sigue tecleando en el computador pero su ceño se frunce observando la pantalla.

—¿A ti qué te importa? —ni siquiera voltea a verme.

Me levanto del suelo y camino a agarrar mi botella de agua, intentando que su malhumor no se me contagie.

—Solo soy curiosa, perdón —murmuro, destapando la botella antes de beber.

Suelto un suspiro luego de beber, deleitándome con el agua fría que bajaba por mi garganta. Cuando volteo a ver a Damian, él se encuentra observandome en silencio, vuelve a mirar la pantalla rápidamente y me ignora otra vez.

¿Qué le pasa?

Camino hasta quedar detrás de su asiento, reposo una mano sobre el respaldo y observo la pantalla. Veo que está revisando unas cámaras de seguridad de uno de los bancos de Gotham City.

—No creo que esto sea legal —digo, viendo como adelanta el vídeo.

—Eres igual que tu padre —murmura y yo lo veo de reojo—. Dime lo que ves.

Yo no entiendo a qué se refiere con lo primero, pero sé que quiere que revise el vídeo con mi visión avanzada. Miro los videos en silencio, las cámaras apuntan hacia los cajeros del banco. Algunas personas van y vienen con normalidad, otras sacan dinero y...

—Alto. —él pone pausa justo a tiempo.—Ahí —señalo la camioneta blanca que está estacionada al otro lado de la calle donde se encuentran los cajeros—. Esa camioneta permanece en el mismo lugar durante una hora, algo raro considerando que hay un empleado dentro, ¿no crees?

Una camioneta de una empresa de mercadería rápida se encontraba en el mismo lugar desde las 6:39 hasta las 8:14. No había razón alguna para que tardaran tanto en entregar un paquete y dejar a uno de los empleados dentro de la camioneta.

—Muy bien. —escucho que dice, antes de escanear el nombre que está en la camioneta y abrir el buscador.— "Merchandise To Your House" —lee—. Sorpresa —dice con sarcasmo—, es una de las empresas bajo el mando del Pingüino.

—¿El Pingüino? —lo miro confusa.

Él solo toca un botón y en la pantalla aparece la palabra "Enviando..." con una raya verde cargando. Se levanta de la silla.

—Dile a mi padre que saldré —es todo lo que me dice, acomodándose los guantes y caminando hacia la salida.

—¿Qué? Oye, puede ser peligroso ir solo —lo miro preocupada.

Por más que me haya tartado mal y sea un completo grosero, no quería que nada malo le pasara.

—Es mejor ir solo.

Toca otro botón y una cortina se corre para dejar ver un maniquí con el traje de Robin.