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MAR'I.

La primera y única vez en la que fui a una feria fue cuando tenía cinco años. Mamá dijo que me iba a encantar, papá dijo que eso significaba que él pagaría todo y yo solo pude pensar que a mamá muchas cosas le resultaban hermosas pero que jamás se equivocó en ninguna de ellas. Eso decía y después señalaba que haber elegido a papá era una de sus mejores decisiones, y que tenerme era otra de ellas.

A veces me preguntaba: ¿qué pensaría mamá sobre esto o sobre lo otro?

Cuando me gustó por primera vez un chico no tuve a quién decírselo.

Cuando me bajó por primera vez tampoco tuve una consejera. De hecho, papá había estado como loco esa vez, salió a comprar a la farmacia y volvió con toallitas húmedas en vez de toallitas sanitarias.

Cuando tuve mi primer novio, no tuve una madre que me dijera lo que estaba bien o lo que estaba mal. Solo estuvo papá diciéndome que era muy pequeña para tener un novio y que era pésima eligiendo una pareja.

Al final tuvo razón.

—¿Y la moto? —volteo a verlo curiosa.

—Sería peligroso ir a la ciudad en ella —explica, luego me mira y regresa la vista al frente—. Ahora verás porqué Gotham es diferente a tu ciudad.

—Viví en Blüdhaven hasta los seis años, sé lo que es una ciudad con crímenes.

—No dirías lo mismo si supieras todo lo que se esconde en Gotham —es todo lo que dice antes de concentrarse en la carretera.

Miro por la ventana, notando que estábamos pasando por el puente y estábamos a metros del comienzo de la ciudad. El agua del ancho río de Gotham estaba oscuro, mientras el auto pasaba junto al borde del puente, aprecié la luna enorme que comenzaba a brillar sobre el agua. Era un paisaje hermoso, lo único que quería era volar hacia allá y dispersar esas pocas nubes grises que trataban de tapar la luz de la luna.

El paisaje se esfuma y es reemplazado por enormes edificios grisáceos o de colores opacos, habían pocas personas caminando por allí, pero una vez que Damian nos adentró al centro de la ciudad, las luces de varios colores, los carteles llamativos o las publicidades en las enormes pantallas reemplazaron todo lo opaco de alrededor. Por acá habían más personas, parecían volver del trabajo, salir con amigos o volviendo de compras.

—Es hermoso —susurro, poco antes de que nos detuviéramos frente a un semáforo.

—Es solo la fachada del centro, si miras más allá de estas calles verás el verdadero rostro de esta ciudad —suelta, sin voltear a verme. De repente, en la pantallita entre el volante y la guantera, se ilumina mostrando una llamada entrante, el nombre "Quinn" aparece en la pantalla.

Él le da una mirada y vuelve a ver al frente, yo lo miro confusa.

—¿No vas a atender?

—No, estoy ocupado.

—No es cierto.

—Estoy conduciendo —bufa.

—Estamos esperando en el semáforo. Solo hablas unos segundos y ya.

—Estoy hablando contigo —finaliza, antes de reafirmar su postura en su lugar, sosteniendo el volante.

Me quedo viéndolo en silencio. Era como un niño, siempre hacia lo contrario a lo que le decías, pero, la verdad, me hizo sentir bien escuchar esas palabras. Regresé mi mirada a la ciudad y minutos después retomamos el camino hacia la feria.

—¿Qué haces para divertirte aquí? —rompo el silencio, volteando a verlo.

Él frunce el ceño, sin perder de vista la calle, y se queda en silencio unos segundos antes de responder:

—¿Golpear personas?

—¿Me preocupo por eso? —murmuro en broma pero él parece tomárselo en serio.

—No, la mayoría se lo merece.

Hice una mueca y me di cuenta de una cosa: Este chico no sabe divertirse.

El resto del viaje hasta la feria fue tranquila, puse un poco de música y él no pareció disgustado. Llegamos al final del trayecto, al enorme muelle donde estaba la feria, había una enorme rueda con luces, muchos puestos con juegos y con comida. Apenas bajamos del auto pude oler el tentador algodón de azúcar.

Caminamos entre la gente hacia la entrada, mientras observaba el alrededor con entusiasmo, él parecía aislado con las manos dentro de su abrigo y una mirada de malhumor.

—Y —rompí el silencio, caminando a su lado sin un rumbo establecido—. ¿Qué quieres hacer primero?

—No lo sé, nunca hago estás cosas.

Lo miré de reojo, admirando su perfil con atención. Él parecía tan fuera de sí en este lugar.

—Si quieres podemos ir a otro lugar —sugerí.

Volteó a verme y me pareció que iba a sonreír, pero en lugar de eso apartó la mirada.

—Estoy bien, Mar'i —dijo, decidido y mirando la enorme rueda con luces frente a nosotros. De solo escucharlo decir mi nombre me dejó más tranquila, había estado pensando que se sentía muy incómodo—. ¿Quieres comer algo?

—¿No sería mejor dejar la comida para lo último? —señalé el juego frente a nosotros.

—Esa cosa no va tan rápido.

—Aún así debe marear.

—Ahora me dirás que le tienes miedo a las alturas —me miró divertido, haciendo que ahogara una risa y le diera un golpecito en el hombro.

—Mírate, ahora comienzas a bromear.

—Solo siento que estás un poco nerviosa, ¿no? —siguió su juego—. Quién diría que la chica que vuela le teme a una rueda gigante.

Alcé las cejas y lo vi pasar por enfrente mío, caminando tan despreocupado hacia la fila pero no sin antes darme una mirada burlesca.

Él en serio se estaba metiendo conmigo.

✓ METANOIA | DAMIAN WAYNE [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora