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MAR'I.

Presiona la nariz contra la piel de mi cuello e inhala mi aroma haciéndome cosquillas. Mi mano acaricia su cabello y quita los mechones que caen sobre su frente.

—Soy yo —afirmo, y como respuesta sus manos toman mi jersey con fuerza.

Escucho sus latidos regresar a la normalidad y su respiración hacerse menos audible, su cuerpo sigue frío y lo envuelvo entre mis brazos para calentarlo.

—No eres real, ¿cierto? —susurra contra mi piel, enviándome una descarga que alteró mis sentidos por unos breves segundos.— No eres real.

Al escuchar sus palabras me quedo congelada, olvidando el hecho de que su cuerpo enviaba descargas de energía al mío como si fuera combustible.

—¿De qué hablas? —lo tomo por los hombros y me alejo unos centímetros de él para verlo a los ojos, esos pozos verdes sin brillo—. Estoy aquí, Damian. Soy real.

Su mirada ensombrecida recorre mi rostro por unos instantes, luego alza la mano hasta depositarla sobre mi mejilla y roza mis pestañas con las yemas de los dedos sin quitar sus ojos de los míos.

—¿Eres real?

—Lo soy —acaricio su cabello.

Curva hacia abajo el entrecejo y un leve, casi inexistente brillo aparece en sus ojos.

—Mar'i. —suspira con alivio, corta la distancia y presiona su frente con la mía.

Con su mano temblorosa agarra la mía y la aprieta con fuerza como si soltarla significaba morir.

La angustia me come por dentro. Tomo su rostro entre mis manos y lo beso, pero antes de cerrar los ojos y disfrutarlo, veo sus ojos volver a la vida y su mano se hunde en mi cabello para acercarme aún más a él con desesperación.

Su otra mano me toma de la cintura y me guía hasta sentarme sobre su regazo, con las rodillas a cada lado de su cuerpo, y su boca devorándome con ansias. Rodeé su cuello con mis brazos y me dejé llevar por el beso, por sus caricias.

Estaba actuando como una persona que estuvo perdida en el desierto sin agua y después de mucho tiempo la volvía a probar.

Deslizo mi mano por su hombro pero me detengo al sentir la venda que la envuelve. Me alejo de él y le presto atención a su herida, dándome cuenta que la venda rodea específicamente el lado izquierdo de su pecho, su corazón.

—¿Qué...? —alejo mi mano por las dudas, mientras él acaricia mi mejilla con la punta de su nariz—. ¿Qué te hicieron?

Se aleja unos centímetros para verme a los ojos con una sombra atravesando la mitad de su rostro y volviendo una simple mirada suya a una extensamente tenebrosa.

Si no fuera porque sus ojos recuperaron ese brillo distintivo en él estaría pensando que volvería a perderse.

—Me dispararon al corazón, pero descuida, ellos tendrán su parte. —la manera tan seca en la que soltó esas palabras me estremeció, solo que la mueca que crearon sus labios para ensombrecer aún más su rostro me hizo darme cuenta que aún no estaba del todo bien.

Su mano acarició los mechones de mi cabello y volvió a acercarse para dejarme un beso en la frente.

»Voy a matarlos. —sentencia frío, provocando que su aliento chocara contra la piel de mi sien y terminara por estremecerme.— No tienes que preocuparte por nada, habibi.

Me congelo, no por su sentencia de muerte hacia su familia, no, sino por su última palabra. Tal vez era porque aún seguía muy fuera de sí, pero acababa de decirme "mi amor", mi amada en árabe.

✓ METANOIA | DAMIAN WAYNE [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora