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DAMIAN.

—Bienvenido, señor Wayne —me saluda Morrison apenas paso junto a él para ir a la oficina—. Bruce Wayne lo espera en su oficina.

Me detengo.

—¿Qué? La firma iba a ser en la sala de reuniones.

—Él dijo que... —se nota nervioso—, yo creí, bueno es que.

—Tsk. Olvídalo. —lo interrumpo, agarrando la carpeta que me extiende.— Avísale al Sr. Jones que comencé la reunión.

Asiente antes de apresurarse a su escritorio. Volteo a ver las puertas frente a mí e inhalo profundo. Solo es una reunión más, es como cualquier otra reunión. Exhalo y entro a mi oficina.

Él está de espaldas a la entrada, sentado en la silla frente a la mía y con la vista perdida en el gran ventanal. Veo algunas canas en su cabello, mucho más notables que antes, pequeñas arrugas en sus ojos y ojeras debajo.

—Gusto en verte, padre. —saludo, sacándome el saco para dejarlo en el perchero y pasando junto a él.

—Damian —saluda, siguiéndome con la mirada mientras tomo asiento—. Los trajes te sientan bien.

Suspiro y aflojo la corbata, sentía que comenzaba a faltarme el aire.

—Y tú luces viejo.

Sonríe.

—El paso del tiempo, no todos podemos sumergirnos en un pozo y vivir durante siglos —bromea, pero lo observo en silencio.

—¿Desde cuándo haces chistes? —parece un loco.

—No me mires así, solo quería hacerte sonreír —aparta la mirada al paisaje otra vez.

Recuesto la espalda contra el respaldo del asiento, apoyo los codos en los brazos y analizo su expresión, parece agobiado. Sostengo mi mentón con los dedos y mi mirada cae en el bastón que sostiene contra su rodilla.

—Me enteré que hay un niño enfundado en el traje de Batman. —suelto, atrayendo su atención.

—Terry, se llama Terry McGinnis —dice, viendo el reloj en su muñeca por un breve segundo.

—¿Cuántos años tiene? ¿trece?

—Catorce.

Suelto una risa sarcástica.— ¿Le explicaste que puede morir o eso lo pusiste en la letra chica de su adopción?

—Damian, él tiene una madre —me mira a la espera de que diga algo pero solo alzo una ceja y él suspira—. Quiere dinero para ayudar a su madre, lo contraté para que cuide la mansión, es un chico atlético y fuerte.

—Es un niño. —digo.— Batman era un protector, y ahora es un niño que incendia fabricas.

—Él hizo su esfuerzo.

—Quemó una fábrica. —repito, soltando un suspiro frustrado.

—Está aprendiendo.

—Entrénalo mejor, no es un juego, es la vida real y si no comienza a darse cuenta de eso acabará en el pozo más profundo de la Tierra. —suelto, y el calla. Me observa en silencio, recorre mi rostro y asiente lentamente con una leve sonrisa en sus labios.

—Él necesita un guía, tiene las ramas para ser un buen Batman pero es muy joven.

—Ponle el manto de Robin entonces.

—No puede haber un Robin sin un Batman, Damian —me mira y chasqueo la lengua.

Dejó la carpeta sobre la mesa y se la muestro.

✓ METANOIA | DAMIAN WAYNE [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora