65

459 75 32
                                    

MAR'I.

Pasaron diez días desde que Damian se fue. Estuvimos en contacto los primeros ocho días, hasta hace dos días que dejó de llegarle los mensajes y parecía que el mundo se había tragado el contacto de mi novio, de su padre, de Jason, e incluso de Lucy Quinzel.

Para colmo estaba comenzando a sentirme extraña, la comida sabía asquerosa aún cuando comía mi platillo favorito, me hervía la piel y el núcleo de mi energía cada vez se hacía más difícil de controlar, era como si estuviera enferma.

—Debería ir —digo, acariciando el centro de mi pecho para calmar el calor que quería explotar en mi interior.

¿Estás loca? Olvídalo —Lian negó rápidamente en la pantalla—. Mírate, estás enferma, Mar'i. Debes descansar.

Nunca me sentí así —murmuro, reprimiendo el instinto de encender mis ojos en aquél tono verde—. ¿Tal vez es un resfriado alienígena?

¿Hablaste con tu padre? No luces nada bien.

Niego.

—No quiero preocuparlo —digo, frotando mi cuello para calmar las arterias que comenzaban a esparcir lava por mi interior—. Sabes lo que pasó con mi madre, si le dijera que estoy enferma él... —suspiro—. No quiero verlo como aquella vez, no quiero verlo sufrir.

Lo sé, pero tienes que buscar ayuda, Star. ¿Qué hay de la familia de tu madre?

—Ja, viven a una galaxia de aquí —bufo, agachando la cabeza para cerrar los ojos e inhalar—. La nave está deshecha y no puedo volar hasta allá mientras estoy así.

¿La nave no tiene un comunicador?

Abro los ojos inmediatamente. Visité esa nave cuando tenía seis años, mamá me enseñó cómo usarla, tiempo después se la prestó a Supergirl y las cosas no salieron muy bien cuando intentó aterrizar luego de un viaje por la vía láctea.

—De hecho, sí —recuerdo.

—Entonces contáctalos.

¿Contactarlos? ¿Cómo reaccionaría mi abuelo ante mi llamado? ¿Y sí ya no me recordaba? La última vez que lo vi fue a los seis años, antes de la muerte de mamá.

—Sí, lo haré —sonrío—. Gracias, Lian.

Vete ya, y dime lo que pasa —me apresura.

Me despido con una sonrisa y apago el computador, me levanto del sillón tan rápido que cuando me tambaleo y agarro la mesa para apoyarme, la madera se desintegra por completo con los papeles, el jarrón y el computador encima.

Suelto un grito de sorpresa y me alejo rápidamente. Las cenizas vuelan en cuanto el viento recorre el departamento desde el ventanal del living hasta la cocina.

Nunca antes había pasado eso. Ni siquiera sabía que podía hacer eso. Miré mis manos con miedo. ¿Y si hubiera agarrado a alguien?

Debo apresurarme.

Mi ropa se desintegra por magia y el traje morado surge de abajo, como una armadura pegada a mí cuerpo. Suelto mi cabello dejándolo caer sobre mi espalda, pero me detengo al ver que creció un poco. ¿Cómo creció tanto en pocos días?

La noche es fresca y agradable, con cientos de luces alumbrando Metrópolis. Salgo al balcón de la habitación y observo unos segundos el cielo. Las estrellas están hermosas. Desearía volar al espacio e ir yo misma hasta Tamaran, tal y como mi madre dijo que ella lo hacía. Solo que no sé hasta dónde llegaré en este estado, tal vez me encuentre con un peligro y termine mal, o asesine a alguien. No, no puedo arriesgar.

✓ METANOIA | DAMIAN WAYNE [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora