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THOMAS.

—¿Necesitas algo más, Tom? —la mujer me mira tiernamente.

Puso un colchón en el suelo de la habitación de su hijo menor y dijo que debo dormir ahí, supongo que es mejor que la calle como pensé antes.

Niego, ella se acerca a su hijo a arroparlo y darle un beso en la mejilla, luego se despide de nosotros cerrando la puerta hasta arrimarla. Permanezco con los brazos sobre las sábanas mientras veo el techo oscuro. No hay luz en esta habitación y a McGinnis no parece importarle.

Psh —volteo para verlo arrimarse al borde de su cama, mirándome—. ¿Tom, de dónde vienes?

—¿A qué te refieres?

—¿Viste las noticias de hoy? Un niño cayó del cielo.

—Sí, ya sé. —regreso a mirar el techo, tratando de imaginar las estrellas de mi habitación.

—¿Por qué estabas en la calle? ¿No tienes padres?

—Si tengo.

—¿Cómo son? Supongo que horribles para dejarte tirado en la calle.

—Ellos no me dejaron, yo los dejé. —digo, aferrando mis manos a las sábanas.

—¿Por qué? —suena confundido.

—Porque los odio.

—¿En verdad? ¿Por qué?

—Me mintieron.

—¿Sobre qué?

Tantas preguntas me recuerdan a las gemelas. Exhalo y cierro los ojos.

—Sobre lo que soy.

—Lo estuve pensando durante toda la cena. ¿Eres ese niño, el que cayó del cielo?

—Sí.

—¡Genial! —lo escucho saltar en su cama y cuando abro un ojo lo veo arrodillado sobre ella mientras me mira asombrado—. ¿Tienes poderes?

—Eso creo. —vuelvo a intentar dormir.

—¿Crees?

—Mi abuela dijo que tengo, pero solo descubrí que tengo resistencia y algo de súper fuerza.

—¿Sólo eso?

—No lo sé, lo descubrí hoy.

—¡Hagamos pruebas!

Abro los ojos y lo miro confundido, él salta fuera de su cama y corre a encender la luz.

—¿Pruebas?

Camina hacia su ropero y cuando saca un dardo afilado voltea hacia mí con curiosidad.

—Pruebas.

—No te atrevas. —amenazo.

—¿Cómo quieres saber si tienes resistencia?

—¡Porque caí del cielo, ya es más que suficiente para saberlo!

Niño loco.

—Solo será un pinchazo, como si fuera una inyección.

—Desinféctalo entonces.

—¿Cómo hago eso? —me mira confundido.

—Tsk. ¡Dame, yo lo hago! —salgo del colchón y le arranco el dardo de la mano.— ¿Tienes alcohol?

—Mamá lo toma a veces.

—No ese alcohol, el alcohol para las heridas.

—Ah, no —responde y mis esperanzas se esfuman—. Pero tengo un perfume con alcohol, ¿eso funcionará?

✓ METANOIA | DAMIAN WAYNE [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora