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DICK.

Salgo de mi habitación después de lanzar la placa de policía sobre la mesa de luz y debatirme internamente si hacer lo mismo con la pistola, pero llegué a la conclusión que esto sería algo justo y dejé el arma de fuego junto a la placa.

Cerré puerta y caminé por el pasillo hasta detenerme frente a la puerta de su habitación, mi respiración estaba pesada, quería entrar y despertarla para pedir explicaciones, me sentía traicionado y herido, pero sabía que ella no era el mayor problema ahora. El mayor problema era un demonio con claras intenciones de manipularla para conseguir algo que descubriría hoy.

Mi mano se congeló a centímetros de la madera de su puerta pero terminé por alejarme y dejarla descansar.

Me encargaría de Damian y después vendría por respuestas. Mi ira quería salir y ya no quería contenerme.

Entré al baño del pasillo, era más pequeño que el de mi habitación pero tenía lo quería. Abrí el mueble debajo del lavado y saque la máquina que había abandonado hace unos años desde que me centré en seguir mi trabajo, seguir las reglas y las leyes al pie de la letra. Pero me cansé. Giré el grifo y junté un poco de agua con mis manos para mojar mi rostro, serviría para despertarme más de lo que la ira ya lo estaba haciendo. Observé mi reflejo frente al espejo y un rostro demacrado por el descuido me devolvió la mirada, pero los ojos frente a mí tenían algo diferente, brillaban con furia, como un fuego azul encendiéndose después de ser extinto por tantos años. Solo que ahora era diferente, brillaban con un objetivo distinto.

Agarré la lata con espuma junto al espejo y comencé a pasar el contenido por la mitad de mi rostro, encendí la máquina y el sonido inundó mis oídos como una música repetitiva. Tiempo más tarde bajé las escaleras, caminé por uno de los pasillos y pasé junto a un mueble con fotografías familiares, agarré la llave más pequeña que colgaba de la pared y caminé hasta el final del pasillo, donde me esperaba la puerta que había cerrado hace años y no la había vuelto a abrir desde entonces.

La puerta chilló y las escaleras hacia el sótano oscuro me recibió como un recuerdo olvidado. Apreté la perilla junto a la puerta y las luces de las escaleras se encendieron, regresé al pasillo para agarrar las llaves que hasta había olvidado que existían, pero me detuve al observar el cuadro con la foto de Kory, Mar'i y yo, éramos felices, creíamos que sería así para siempre.

Pero los demonios nunca mueren.

Agarro el cuadro y lo dejo boca abajo.

Tal vez un día me perdonen.

Regresé a las escaleras y cerré la puerta detrás de mí, metiendo la llave nuevamente, y comenzando a bajar hacia el sótano. Me detuve al final de las escaleras y mi mano bajó la perilla de la pared encendiendo las luces de la habitación. Un cuarto con paredes blancas y piso oscuro me recibió con melancolía, las mesas repletas de objetos que debían estar llenos de polvo, paredes con repisas donde permanecían dispositivos y armas de todo tipo, pero al final de todo estaban tres enormes cápsulas con maniquíes dentro. Tres trajes diferentes. El primero: Robin. El segundo: Nightwing con el ave azul. Y el tercero: el ave roja.

Tres trajes que una vez utilicé con orgullo.

Hoy solo me recordaban el odio que sentía por los Wayne.

La ira carcomiendo cada átomo de mi cuerpo.

Caminé hasta quedar frente al tercero y presioné el botón rojo, abriendo la cápsula y tomé el traje, dejando que el maniquí se esfumara en el aire. Miré de reojo los otros dos trajes, ambos me generaban más que odio, rencor.

Me despojé de la ropa y dejé caer todo al suelo, me preparé para enfundarme en el traje y cerrarlo como en los viejos tiempos, caminé hasta la pared de la derecha y agarré los bastones de esgrima que servían para electroshock, pasé la funda por mi espalda y metí los bastones dentro. Era todo lo que necesitaba para enfrentarlo.

✓ METANOIA | DAMIAN WAYNE [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora