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MAR'I. [+16]

Sus labios son tan suaves moviéndose sobre los míos, el sabor a algodón de azúcar se pasea por nuestras bocas y sus gruñidos ahogándose en mi boca me hace saber que está tan fascinado con el beso como yo.

Los dedos de mi mano se enganchan en la hebilla del cinturón buscando deshacerlo con desesperación, solo que su mano atrapando mi muñeca y él rompiendo el beso me detienen.

—No tengo condón —su mano sobre la mía parece temblar por un segundo.

Lo miro unos segundos con atención, por alguna razón parece... ¿asustado?

—No importa, podemos hacer muchas cosas sin uno —vuelvo a unir nuestras bocas.

Su mano se aleja de mi muñeca y se enrolla detrás de mi cuello, profundizando el beso, su otra mano acaricia mis pliegues haciéndome gemir mientras hunde dos dedos dentro de mí con mucha lentitud. Mi interior se contrae por el reciente orgasmo y succionan sus dedos tratando de aliviar la enorme necesidad de tenerlo dentro.

Intento no pensar demasiado en mis deseos y mantengo el control para no terminar, en el peor de los casos, asesinándolo sin intención.

Sabía que mis poderes estaban incrementando a medida que el tiempo avanzaba, por eso me habían enviado a Gotham para que Bruce me entrenara, era más para el autocontrol que para aprender a cómo lanzar un golpe a la cabeza de alguien.

Pero mi autocontrol estaba al límite por culpa de Damian.

¿Debo tomar esto como un entrenamiento?

—¿Intentas ignorarme? —susurra contra mi oído haciéndome jadear.

Der'q (No).

Intento no perder el control y quemarlo todo.

—¿Y por qué te reprimes? —sus dedos comienzan a hundirse aumentando las estocadas, buscando que soltara cada uno de los gemidos que ahogaba en mi garganta—. Quiero escucharte. ¿No dije que podías hacerlo cuantas veces quisieras?

Sí, pero el problema no son los gemidos, maldito gruñón.

Comienza a repartir besos por mi cuello dejando suaves mordidas que me hacen soltar pequeños suspiros. Sus dedos abren paso a un tercero estirándome y gemí suplicando por más.

Amaba la forma bruta en la que tomaba mi cuerpo, como si quisiera que lo recordara, y me proporcionaba la dosis justa de placer. Aunque mi cuerpo no podía sufrir daños por el suyo, estando claro que él podría ser el dañado entre los dos, él parecía buscar cada una de las debilidades de el. Y había encontrado una.

Tomó mi pierna con una mano para alzarla hasta su cintura y enterrarse aún más en mí. Ya no pude soportarlo más, mis dedos traspasaron el metal que rodeaban y mi cuerpo se arqueó correspondiendo a la estimulación de su mano.

Sentí llegar a la cima de un éxtasis mientras un segundo orgasmo se acumulaba en mi interior, amagué con agarrar su brazo para que incrementara sus movimientos pero me contuve al tener una chispa de razonamiento, si lo tomaba en este momento lo lastimaría.

Él pareció notar ese movimiento y el de mis paredes contrayéndose al rededor de sus dedos, que una vez estuvieron helados. Movió su pelvis contra mí, recordándome lo que pasó esa noche en la cocina, mientras me penetraba con sus dedos y mi mente comenzaba a glorificar cómo se sentiría si él la metiera.

Y entonces el sonido de una llamada me devolvió al mundo real por unos instantes.

—Te llaman —mi voz salió casi como un susurro, estaba tan agitada que mi mente comenzaba a ponerse en blanco.

—Ignóralo. —dijo, sin apartarse de mí o detener sus movimientos.

Mi interior volvió a contraerse, comenzando a llegar al orgasmo que se había prolongado gracias a la interrupción de su teléfono, sus dedos dieron unas estocadas más antes de que me llevara nuevamente al clímax.

El teléfono volvió a sonar mientras apoyaba mi cabeza contra su hombro y mis fluidos se esparcían por su mano.

—Debe ser importante —susurro contra su oído, comenzando a dejar pequeños besos por su cuello. Él gruñó en protesta haciéndome sonreír contra su piel—. Responde, no me iré a ningún lado.

Suspiró contra mi pecho y su aliento helado envió un escalofríos por todo mi cuerpo mientras sus dedos abandonaban mi interior, dejando que sufriera espasmos por el clímax reciente.

Tardó bastante en sacar su teléfono del bolsillo pero ni siquiera se tomó la molestia de alejarse de mí, tal vez porque sabía que podría escuchar la conversación aunque se fuera a dos calles de aquí o porque estaba tan indefenso que actuaba como un cachorro buscando refugio contra mi cuerpo.

—¿Sí? —se llevó el móvil a la oreja, rodeando mi cintura con su brazo y apoyando su mentón sobre mi hombro, cerrando los ojos mientras yo repartía besos por su cuello.

No me retracto, luce como un cachorrito siendo mimado.

Damian —era Bruce, su voz sonaba algo exaltada—. Necesito que vengas, ahora.

—¿Ahora qué pasó? —ni siquiera se molestó en abrir los ojos.

El Pingüino —fue lo justo y necesario para hacerlo abrirlos, observó la ciudad con ese rostro neutra que me había acostumbrado a ver en él—. Fue atacado en su bar.

¿Qué?

Me separé de él, comenzando a dejar caricias por su cabello para que no empezara a estar de gruñón otra vez.

Damian, ven ahora.

—¿Por qué no te ocupas tú de él? Estoy ocupado.

No es el Pingüino el problema —lo escuché suspirar—. Es Jason.

¿Quién es Jason?

Mi rostro confundido no era nada en comparación con el de él, quien observó con gesto despavorido hacia la ciudad destellante en mitad de la noche.

—¿Qué hace él en la ciudad?

Hizo volar el bar, Damian —mis cejas se alzaron ante tal información—. Hay al rededor de cuatro muertos y diez heridos, uno de ellos es el Pingüino.

—¿Y eso no es bueno porque...?

Damian —su voz sonó a que estaba tratando de contenerse y no perder la paciencia—. Se llevó a la hija de Harley.

¿Qué carajos?

¿El tal Jason mató a cuatro personas, hizo estallar un bar, hirió a diez más y terminó secuestrando a alguien?

✓ METANOIA | DAMIAN WAYNE [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora