172. Mi amigo Macario

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El ratón era mi único amigo y le llamaba Macario, pero un día desapareció. Yo sabía que su asesino fue el gato del vecino, ya que siempre miraba a Macario con ojos golosos y lamiéndose su pérfida boca.

Durante semanas, no salí de la cama y mi familia se preocupó bastante por mí

No les conté sobre Macario, ellos no entenderían la pena que sentía por su muerte. Un roedor que conquistó mi corazón con su rápido ingenio y su mordaz ironía. Pero aquel gato sin alma lo había devorado y mi vida ya no tenía sentido.

Solo la venganza le daba significado a mi existencia.

¡Y sería una venganza brutal! Pero debía andarme con cuidado porque el gato del vecino, que se llama Zacarías, no era tonto y seguramente se esperaba que yo intentara tomar represalias contra él.

Él siempre vagabundeaba alrededor de mi casa, vigilando cada uno de mis movimientos. 

Si quería vengarme, debería ser más listo que él y, durante tres años, planeé mi venganza con detenimiento, hilando cuidadosamente cada detalle de mi plan, pasándome noches en vela intentando encontrar la mejor manera de matar a Zacarías.

Y llegado el día, vacíe el cargador de mi pistola sobre el gato.

Llovía en el entierro de Zacarías y todos los asistentes lloraban a moco tendido. Yo también, pero solo fingía porque en realidad estaba contentísimo. Mi venganza había sido consumada. ¡Por fin Macario podía descansar en paz!

Y ahora, solo quedaba suicidarme, porque sin Macario la vida no tenía sentido.

Pero entonces llegó un cartero con una carta... ¡Era de Macario! ¿Cómo podía ser? ¡Estaba vivo! Lo habían metido en protección de testigos porque tenía información sobre un capo de la mafia llamado Pequeño Nito.

¡Y no fue hasta ese momento en que me lo pudo decir!

Destrozado por la noticia, me derrumbé en el suelo llorando a grito pelado. Mis manos estaban manchadas de la sangre de un gato inocente y la culpa me carcomía de la misma manera que un gusano se come una manzana.

Me entregué en la comisaria más cercana.

Ahora tengo una soga en el cuello y hay un grupo de gente delante de mí mirándome con odio. No me importa porque me merezco morir, no soy nada más que un asesino despreciable.

Iré al Cielo y me encontraré con Zacarías para pedirle perdón por haberlo asesinado sin sentido. 

Entre la multitud veo a un gato y un roedor que me son muy conocidos. ¡Es Zacarías junto a Macario! ¿Pero cómo puede ser eso? Esto es imposible, por lo menos el gato debería de estar muerto. ¿Y no estaba Macario en protección de testigos? 

¡Entonces comprendí perfectamente lo que había sucedido!

Todo fue una artimaña para acabar con mi vida, ¡pues en mi testamento le dejaba toda mi billonaria fortuna a Macario! ¡Zacarías y él habían planeado un malévolo plan para quedarse con todo mi dinero! ¿Cómo pude estar tan ciego?

—¡Os mataré aunque tenga que huir del infierno para encontraros! —grité.

Entonces, el verdugo le dio una patada a la silla donde me sostenía y morí ahorcado. 

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora