154. El pasado, pasado está.

36 6 162
                                    


NOTA INICIAL DEL AUTOR

En este capítulo utilizo la palabra carballo en lugar de roble, carballo es la palabra gallega para este tipo de árbol y hoy descubrí que también se puede utilizar en castellano como sinónimo de roble. Prefiero este nombre porque para mí tiene un significado diferente que roble, carballo es el nombre que escuché durante toda mi vida y la verdad es que no es lo mismo. No sé demasiado bien cómo explicarlo, se siente más cercano. 

Además, creo que al utilizar esta palabra la novela se acerca más a ese ambiente de la cultura gallega que de, de alguna manera, quiero darle. Soy de la opinión que los autores deberían escribir más sobre los lugares en donde viven, ya que de esta manera creo que se consigue algo más verdadero, ya que te basas en la realidad que tus propios ojos ven y no en algo que conoces desde la lejanía. 

Para refrescar la memoria, salió un carballo importante en la historia hace ya muchos capítulos: se trataba del Árbol de la Vida, de cuyas bellotas nacían la baluras. 

Para finalizar, ss dejo con una foto del Carballo del Banquete de Conxo, un carballo que está en la ciudad de Santiago de Compostela y quedó de segundo en el premio del Árbol Europeo del 2022. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


...


En un abrir y cerrar de ojos, el despacho de Post desapareció intercambiado por la animada plaza de una ciudad. A mi alrededor, se extendían innumerables tenderetes apretujados que formaban parte de una feria repleta de risas y conversaciones, junto con el apetitoso olor de un puesto de comida rápida que vendía triángulos de pizza.

Di vueltas a mi alrededor, asombrada ante aquel lugar en el cual había aparecido: alegre y luminoso, colorido y ruidoso, repleto de puestos con paredes de tela en los cuales se vendían los más diversos productos: artesanía variada con la forma de cinturones, carteras, pulseras, también vi libros de segunda mano de aspecto manoseado y camisetas de grupos de música, los cuales no me sonaban de nada y puede que no solo fuera por causa de mi memoria robada.

Aquel lugar resplandecía de vida y humanidad, un ambiente dinámico que animaba mi alma, una sensación bien diferente de la producida por el letargo en el cual se hundía la Mansión sin Fin. Lugar de murmullos y traiciones, en donde ni siquiera podías confiar en tu propia sombra. Hotel al cual, desgraciadamente, regresaría en cuanto Post me hubiera enseñado los recuerdos de aquella humanidad condenada.

Sobre los techos de los tenderetes, se levantaban las copas de múltiples carballos que extendían sus ramas por encima del camino dejado entre los puestos y, entre el hueco creado entre uno y otro, descubrí el comienzo de un bosque. Al contrario que la naturaleza que acechaba la Mansión sin Fin, se trataba de una floresta de atractivo indudable y pintado de un verdor castaño que te animaba a perderte en él.

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora