75. Recuerdos perdidos

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 A la mañana del día siguiente, Xoana y sus amigos se adentran en el Bosque Púrpura en busca del monstruo. Aunque antes de hacerlo, se van a desayunar al restaurante La esperanza y, gracias a la conversación entre cafés, tostadas y mermelada, descubrí que la criatura que persiguen es de una especie conocida como barroso. Me pregunto cómo será, apostaría a que tiene algo que ver con el barro, de no ser así no entendería demasiado bien el porqué del nombre.

Además, también descubrí que en realidad Xoana y su grupo no quieren matar al monstruo, sino simplemente capturarlo para llevarlo de nuevo a Nebula, la razón es que el barroso no tiene permitido salir de la ciudad. Pues eso, nada más tragarse el desayuno los cuatro agentes se marchan al Bosque Púrpura que, pese a su nombre, no es púrpura sino bosque normal y corriente.

—Hay una cosa que yo no entiendo demasiado bien... —dice Vidal y, en seguida, se gana una mirada burlona de Rodolfo y este no tiene ninguna vergüenza en decirle:

—¿Solo una cosa? Permítame que lo dude. —A mí el presumido no me cae demasiado bien, para ser sincera. Por lo menos, nadie le hace el más mínimo caso y Vidal continúa hablando como si nada:

—¿Por qué se le llama Bosque Púrpura si no es púrpura?

Eso pensé yo misma, es que la gran mayoría de árboles son eucaliptos y estos tienen el tronco del árbol blanco, más o menos. Xoana se acerca a uno de estos y apoya la mano sobre la corteza.

—Púrpura lo era antes, pero después del desastre de Nebula esto quedó desértico y repoblaron el lugar con eucaliptos. Crecen bastante rápido —explica la pequeña agente.

—Oh, ¿de verdad? Me gustaría haberlo visto de púrpura... —dice Vidal y yo opino igual, seguramente fueran unas vistas incluso bonitas.

Unos cinco o veinte minutos más adelante, los cuatro agentes encuentran un charco de barro y cerca del primero hay más. Estos forman un camino que llega hasta la boca de una mazmorra: un agujero bastante grande a los pies de un árbol.

Asomo la cabeza al interior y puedo ver unas escaleras de caracol que se hunden en la oscuridad. En algunos de los escalones descubro más manchas de barro y no tengo ninguna duda de que el monstruo se fugó al interior de la mazmorra.

Se me estremece todo mi cuerpo con forma de bola roja flotante. Allí es donde Xoana perdió a todos sus compañeros y me siento triste porque sucederá lo mismo. Es imposible cambiar nada, todo lo que me rodea no es más que un recuerdo.

—Una mazmorra... ¡Esto me da mucha mala espina! No... no deberíamos entrar, creo que deberíamos volver al cuartel del pueblo y... avisar de que hay una mazmorra aquí... —dice Zaida, tiembla de pies a cabeza y me resulta curioso que alguien como ella se metiera en los Hijos del Sol.

¿No es el curro de los agentes pelearse contra todo tipo de monstruos, gente mala y cosas semejantes? Quizás lo que le dé miedo son las mazmorras, aunque tampoco es que sea una buena característica para alguien de los Hijos del Sol.

—Helios bendito... De todos los lugares a los que esa criatura podría haber escapado tenía que ser justamente una mazmorra. Son húmedas, oscuras y manchan, por lo cual comparto la idea de Zaida y creo que lo mejor será dejarles la tarea a los agentes de Nuevo Huertomuro —dice Rodolfo y se queda mirando a Xoana.

Me da a mí que ella es quien lleva los pantalones en el grupo. Lo cual no quiere decir que los demás no lleven, porque todos los llevan, sino que es la que manda. Es una expresión, por lo cual no hay que tomarse las cosas por lo que dicen, sino por lo que quieren decir.

—No, vamos a entrar en la mazmorra y vamos a capturar al barroso, es nuestro trabajo —dice Xoana, veo que ella tiene muchas ganas de meterse en ese sitio. Y no solo eso, ¡quiere encontrarse con el peligro!

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora