79. El fin del sueño

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—Eres de lo que no hay Xoanita, ¿pero cómo te escapas siempre de la cuna? Si solo eres una bebé...

Eso fue lo que dijo la madre de Sabela al ver cómo la Xoana bebé correteaba por el suelo. ¿Será otro recuerdo? Aunque no sé yo si los bebés guardan recuerdos de algún tipo.

De todas formas, es un lugar bastante raro en el que están: todo es oscuridad, oscuridad y más oscuridad. Sin paredes ni techos ni nada de nada. Me parece a mí que en la realidad el sitio donde sucedió el recuerdo no era así exactamente.

Sabela coge a la bebé y la acuna en el regazo un rato. Siento una punzada en el corazón, porque seguramente yo también tuve una madre y ahora ni la recuerdo. ¿Cómo sería ella? ¿También me cogía en brazos como lo hace Sabela?

También me pregunto si yo tuve hijos, si alguna vez tuve entre mis brazos un bebé que salió de mí. Pero soy incapaz de recordar y no me gusta pensar sobre eso. Me pone un poco triste, me gustaría mucho recordar quién fui y qué hice con mi vida.

—Aunque ahora que lo pienso: ¿No podría recuperar mi memoria de la misma manera en que lo hizo Xoana? —me digo a mí misma y, de inmediato, me siento mejor. En cuanto salga del recuerdo de Xoana, tengo que intentarlo sí o sí. Irme junto a uno de los cristales del sueño, tocarlo y a ver si tengo la suerte de que se ilumine para mí.

—Gu... ¡Gu! —dice Xoana, meneando piernitas y bracitos. ¿Seguiría siendo ella misma en el interior? Lo que quiero decir es que si ella está pensando como una adulta o es bebé en cuerpo y mente.

—Vamos, vamos... Ya habrá tiempo para jugar mañana. Eres una enana y necesitas dormir mucho. No vale eso de que te andes escapando cada vez que no miro... —dice Sabela y la lleva a una cuna que está en mitad de las tinieblas.

¡De nuevo con lo mismo! Qué manía tiene el señor de los sueños con querer dormir a la pobre... Sabela mete a la Xoana bebé en el interior y se la queda mirando.

—¿Alguna vez te conté el cuento del pastor y la luna? Pues ahora lo hago, que a ver si te quedas dormidita.


El pastor y la luna

Hace mucho, mucho tiempo vivía un pastor tan hermoso que la mismísima luna se enamoró de él. Aunque el amor le era correspondido, a la luna le sangraba el corazón al pensar que un día él moriría y entonces tendría que estar sola hasta el fin de la eternidad. Así pues, en vez de disfrutar del poco tiempo que tendrían juntos, la luna no podía dejar de pensar en la inminente mortalidad de su amado.

Angustiada por esa idea, la luna rogó a fuerzas oscuras que le otorgasen la vida eterna a su amado pastor. Estaba dispuesta a sacrificar cualquier cosa para que aquel deseo sincero le fuera concedido. Para su sorpresa, ellos y ellas le concedieron la inmortalidad al bello pastor, pero con una condición: lo sumirían en un sueño eterno del cual nunca podría despertar. Aunque la luna podría visitarlo siempre que quisiera.

La felicidad fue inmensa entre los dos y duró durante largos, largos, largos años que parecían no tener fin. Pero la luna comenzó a cansarse de la compañía del pastor y las visitas fueron haciéndose cada vez más esporádicas. Primero, pasaba un día sin verlo, luego una semana, después años... Hasta que al final, nunca más apareció de nuevo. Y cuando uno está solo demasiado tiempo, ideas extrañas comienzan a cruzarte la mente.

FIN


Tiemblo al escuchar la historia, me parece un poco obvio que el señor de los sueños era el pastor. Aunque... ¿Estar tanto tiempo solo te convierte en un monstruo? No tengo ni idea, quizás haya cosas ocultas en el interior de los sueños que pueden convertir a un inmortal en un monstruo horrendo devorador de almas.

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