96. Cotilleos

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—¡Sabela, Sabela, Sabela! ¡¿Estás bien?! —gime Branca y su voz, cargada de preocupación, atraviesa la oscuridad en la que cayera y, poco a poco, me voy despertando.

Las tinieblas se desvanecen, vuelvo al mundo real... ¡Y tengo todos mis recuerdos y memorias dentro de mi cabecita! ¡Desde que era bien mocosa hasta que estuve bien muerta! Es bastante raro, es como despertar de un largo sueño, ¡y me siento de maravilla por tener de nuevo todos mis recuerdos, tanto los bonitos como los feos!

Branca está arrodillada en la hierba dibujada en la cara una enorme expresión de preocupación. A nuestro alrededor se escuchan los gritos alegres de las pequeñas baluras, todavía inmersas en sus juegos sin fin. Por encima, la copa del Árbol de la Vida, sus hojas onduladas, aquellas bellotas doradas capaces de crear vida... Y entre las ramas se puede ver el cielo azul. ¡Qué bien se siente estar completa de nuevo!

—¿Estás bien? —me pregunta ella, todavía sin dejar de lado esa carota de inquietud.

—Estoy bien... bien... Y mi nombre es Sabela... —le digo y me pongo bastante contenta por encontrar de nuevo con mi nombre, tanto que creo que de tener ojos estaría llorando un montón —. ¡¡Mi nombre es Sabela, Sabela, Sabela!! —grito, llena de alegría y ahora sí que estoy llena de energía, ¡y también de felicidad! Me levanto de la hierba y vuelo al cielo dando vueltas y vueltas. ¡Qué bien sienta volver ser una!

—Sabela es un bonito nombre... —dice Branca, sonriendo, y mirando mi vuelo cargado de emoción.

Yo me voy para abajo y la miro con curiosidad, porque ella me llamara por el nombre incluso antes de que yo le dijera nada. Así que, al ponerme delante de su carota bien grande, le pregunto:

—Oye, ¿cómo sabías mi nombre...?

—Oh, es que al abrir el baúl de tus recuerdos como que también... ¿Cómo decirlo? ¿También me acordé de tus recuerdos? ¿Tiene sentido decirlo así? ¡Ahora es como si una parte de ti, viviera en mí! —exclama ella, poniéndose las manos sobre el pecho.

—¿Mis recuerdos...? —digo yo, no sabiendo qué pensar sobre que ella también se acordase de lo que yo me acuerdo ahora. Después de un segundo de pensar, llego a la conclusión de que no me importa demasiado. De todas formas, lo hecho, hecho está y no creo que pueda hacer que se olvide de mis recuerdos.

—¡Sí, sí! ¿Te acuerdas de Vero? —pregunta Branca y me mira con mucha atención, muy atenta a lo que le voy contestar.

—¿La chica con la que me besé en la taberna? ¿Qué pasa con ella? —le pregunto, me parece un poco raro que me pregunte sobre ella.

—¿Te acuerdas de cuando te dijo que querías que averiguases si debajo de su cama había monstruos? —me dice y su sonrisa se le hace más grande, no sé a dónde quiere ir con esas preguntas...

—Claro... menuda chica más rara... Todo el mundo sabe que los monstruos no viven debajo de las camas, viven en cuevas y en los bosques —digo yo, que a mí esto me parecía de lo más común y, sin embargo, Vero todavía parecía creer que había monstruos debajo de camas. ¡Cómo si fuera una niña pequeña!

—¡Qué no quería de verdad que mirases de verdad sí había monstruos, boba! —me dice y cuando se ríe, se tapa la boca con la mano.

—Pero entonces qué iba quer... ¡Oh! —exclamo yo, ¡ahora comprendo que lo que quería hacer Vero no era precisamente que comprobara que hubiera monstruos en su habitación! Si no otras... cosas...

—¡Te has puesto toda colorada! —exclama ella y vuelve a reírse, tapándose de nuevo la boca.

—¡Soy una fantasma, no puedo ponerme colorada!

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora