65. Perita

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Xoana se remueve en sueños, acosada por una pesadilla. Se agita sin parar y tiene cara de estar pasándolo fatal. ¿Qué clase de pesadilla estará sufriendo la pobre? No tengo ni idea, que tampoco es que yo pueda meterme en el interior de la cabeza de la gente. Pero la verdad es que me da bastante pena y me gustaría poder despertarla de aquel mal sueño.

—¡Despierta de una vez! —le grito y entonces, para mi más grande sorpresa, despierta —. ¡Oh! ¿Puedes escucharme?

Pero ella se frota los ojos y no me contesta, así que supongo que todo fue una causalidad de esas. Por la manera en que mira a su alrededor parece confusa y es normal: está en la oscuridad nocturna del cuartel.

Una sábana le cubre su pequeño cuerpo y, con un rápido movimiento, se la quita de encima y veo que está vestida con una de esas batas de color blanco que dejan el culete al aire. Su pierna izquierda y también su mano derecha, envueltas en vendas.

Hace una noche tranquila, estropeada en parte por los ronquidos cerdunos de Rubén que está tumbado en la tercera camilla hacia la derecha. La tercera y última, que no hay más, puesto que aquella enfermería es pequeña y un tanto estrecha.

Los continuos y roncos ronquidos me molestan cantidad, a mí esa clase de ruidos me molestan un montón y no me dejan dormir ni un segundo. ¡Aunque ahora que creo que soy una fantasma no creo que necesite hacerlo!

—Dos disparos de bala —murmura Xoana —, vaya recibimiento...


GLUB GLUB GLUB


Un burbujeo que proviene del fondo de la habitación, detrás de unas mamparas ocultan un secreto y, a través de la tela, brillos de color morados capaces de espantar un poco la oscuridad. Me da curiosidad saber qué es lo que se esconde detrás...

Le dan color a la estancia, pulsaciones de remolacha, latidos de corazón, curioseo de gato, Xoana necesita desvelar lo oculto. Los ojos de la agente fulgen gatunos y al apoyar los pies en el suelo una expresión de dolor aparece en su cara. Me gusta que vaya investigar, como ya dije yo también quiero saber qué es.

Al pie de la cama, una muleta salvadora. Toc, toc, toc, toc: esta es la canción del camino entre su camilla y la esquina escondida. Rubén ronca, ignorante de la aventura nocturna de Xoana. Se acerca a paso de tortuga a la mampara, lenta pero con una decisión irrompible.

Cuando está enfrente, acaricia con la mano la tela y me imagino qué es lo que podrá estar detrás. ¡Secretos, secretos, secretos! Me encanta el momento anterior de descubrirlos, cuando las posibilidades son inacabables.

Ahora, puedo escuchar el suave rumrum de una máquina funcionando: el ronroneo de un gato de metal. Con un movimiento rápido, Xoana tira de la cortina y descubre el misterio y se trata de un tanque con forma de tubo de cristal y está lleno de un líquido que puede ser, o no puede ser, agua.

En la base una serie de luces tiñen el interior de violeta, en el interior el cuerpo de Breogán flota y me sorprende la actitud de Xoana: no muestra sorpresa, ni ninguna emoción al descubrir el estómago y la pelvis del héroe, destrozados hasta el punto de perder cualquiera semejanza con su estado normal.

Ella apoya la mano en el cristal y observa el rostro de Breogán con boca y nariz cubiertas por una mascarilla. En ese momento el agente abre los ojos y brillan púrpuras, me pego tremenda sorpresa y Xoana también, porque da un paso para atrás y no coordina demasiado bien las piernas, pues veo que cae al suelo y se queda ahí bien sentadita. Los ojos de Breogán vuelven a cerrarse, llamados por el sueño.

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora