95. Abrir el baúl

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 —¿Pero me estás diciendo de verdad que me estás hablando a mí? —pregunto de nuevo, para que quede bien clara la cosa.

—¿Cuántas veces voy a tener que repetirme? —pregunta ella poniendo morritos y levanta las manos en mi dirección —. Vamos, vamos, acércate, no tengas miedo... que no te voy a comer...

Yo no tengo ningún problema en acercarme, a pesar de todo creo que es alguien en que puedo confiar. Sé que todo el rollo del concurso da para desconfiar, pero me da a mí que tiene buen corazón y si no me puedo fiar de mi misma sería bastante triste.

Ella puso una de sus palmas hacia arriba como si quisiera que me apoyara en ella, así que aterrizo ahí y puedo sentir su gran mano debajo de mí. Es agradable, no como las bofetadas que me dio la Carolina. ¡Qué bruta es la despellejada!

—¿Me puedes decir cómo moriste? —me pregunta Branca.

—Pues... no tengo ni idea, como que perdí todos los recuerdos de mi vida... ¿Cómo eres capaz de verme? —le digo, porque tengo algo de curiosidad por saber por qué hay gente que me puede ver un poco y mucha que nada de nada. 

—¿Eh...? Puedo verte porque puedo verte... Es como... Tú puedes verme, ¿no? Puedes ver el mundo que nos rodea... ¿Pero sabrías decir cómo ves? —me pregunta Branca y, la verdad, no sé cómo yo soy capaz de ver. Es decir, ni siquiera tengo ojos...

—Oh, entiendo... Bueno, me alegro de que puedas verme... Es bueno eso de hablar con alguien... —Dudo unos instantes antes de continuar hablando, porque es que me muero por comentarle una cosa y no sé si será un poco caradura por mi parte, pero quizás lo mejor es dejarse de preocupaciones y simplemente disparar a ver si hay suerte —. Branca... no sé si será un poco precipitado, pero... Tú tienes una Reliquia que se llama la Fruta de la vida... ¿Si la usara podría resucitar, no? —le pregunto y ella me mira un largo rato en silencio, como discurriendo lo que le dije, como mascando lo que me diría.

—En teoría sí... pero hay una larga lista de condiciones para cumplir y... no te creas que es exactamente usarla y estar viva, porque una Reliquia tan fuerte como esa es un poco complicada. Lo que me gustaría hacer es conocerte un poquito mejor, para ver si se podría utilizar la Fruta contigo —dice ella y me siento un poco desanimada.

—Tampoco es que tenga demasiado que contar de mí misma... —comento con tristeza.

—¡No te desanimes! Que también puede que seas la candidata perfecta  para mi Reliquia —dice Branca y salta de la cama al suelo —. Vamos a dar un paseito, hablamos, nos conocemos y a ver si se puede usar la Fruta contigo, ¿vale?

Nos adentramos en el bosque y seguimos por aquel camino de baldosas doradas, no sé si hace falta decir que yo estaba supernerviosa. No podía dejar de pensar en estar viva de nuevo, ¡eso sería maravilloso! Pero cabía la posibilidad de que al final no sucediera... Eso sería un asco...

Al cabo de unos diez minutos de caminar, más o menos, salimos a un claro de nuevo: bastante más grande que el anterior y en cuyo centro se levanta aquel árbol que viera desde las alturas. ¡Sí que es inmenso de verdad! ¡Se levanta con el poderío y el orgullo de un titán de la vegetación! Me quedo sin aliento y sin palabras, sin dejar de mirar aquella proeza de la naturaleza.

Por los alrededores, las baluras pequeñitas están inmersas en un juego sin fin: corren, ríen, gritan, se persiguen las unas a las otras en un juego que no tiene fin bajo la atenta mirada de aquel árbol de tamaño imposible. Me pregunto la razón de que haya tantas de ellas por aquí y, otra cosa que me resulta bastante curiosa, es que por el momento no tenga visto ningún baluro. ¿Dónde están escondidos estos?

Ya comenté antes que la forma del árbol es la de un carballo: cuenta con un tronco bastante grueso y es corto en comparación con el tamaño de la copa. Incluso las hojas son iguales a las de ese tipo de árbol: alargadas y con los bordes ondulados formando pequeños salientes. Pero este árbol tan grande y voluminoso que me da a mí que no es uno normal, que tiene que haber algo más en él.

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora