120. La Caja de Pandora

13 7 4
                                    

 Salí de la habitación de la moura con la cabeza hecha un lío y, nada más poner un pie fuera, casi me choqué contra Cate que me estaba esperando para acompañarme hasta el ascensor. Mientras caminábamos, ella me hablaba con una voz nerviosa. Lo cierto es que yo no le prestaba atención, pues mi mente giraba en torno a la conversación con la Directora y en cuanto estuve en el interior del ascensor, Cate me preguntó:

—¿Qué te pareció mi idea, Zeltia?

Cate me miraba con expectación y yo no tenía ni idea de a qué se refería.

—¿Bien...? —contesté.

El alivio fluyó a través del rostro de la balura.

—¡Me alegro mucho! Eres la primera persona que le hace caso a mi idea, los demás parecen como si ni siquiera me escuchan —dijo y me sentía mal porque eso era justamente lo que había hecho yo.

—Espera un...

La conversación fue cortada por el cierre de las puertas del ascensor, provocando incomodidad removiéndose en mis tripas cuál orgía de lombrices. Me tranquilicé a mí misma diciéndome que no sería nada serio, pero el futuro me demostraría lo equivocada que estaba al pensar en esto.

Las puertas volvieron a abrirse y allí me esperaban las hermanas Forte. Permanecían en la misma posición de antes, dándome la sensación de que ellas dos no se habían movido del sitio y se hubieran quedado como estatuas esperando imperturbables a que regresara.

—¿Qué es lo que te dijo la Directora? ¿Algo importante? ¿Me lo puedes decir, por favor? —Melinda hablaba con prisas, pero antes de relatarle la manera en que se había desenvuelto nuestra conversación decidí contraatacar con una pregunta:

—¿Tú sabes lo que es la Caja de Pandora?

Melinda se rascaba nerviosamente el brazo quemado.

—¿La Caja...? ¿Y eso a que viene? Era como una caja en dónde se encontraban encerrados todos los males de la existencia y a Pandora le daba mucha curiosidad, así que la abrió y la lío parda, ¿por qué me preguntas sobre eso, eh?

—La Directora me dijo que su hijo la estaba buscando, que se encontraba en esta casa.

Melinda lanzó una carcajada estridente.

—¡Pero si esa caja no existe, son solo cuentos! Seguramente no se estuviera refiriendo a ella de manera literal. ¿Y te habló de Alarico? Según escuché, él no es trigo limpio. Tenemos órdenes de capturarlo en cuanto lo veamos.

—Pero es imposible de encontrarlo, él está en la Zona perdida del hotel —añadió Sabela.

—También me comentó que teníamos que averiguar qué hay en la cruz roja de mi espalda. —Nada más soltar esta información, los ojos de Melinda se iluminaron con fuegos artificiales.

—¡Por fin vamos a poder hacer algo divertido! A saber qué cosas nos vamos a encontrar ahí dentro, en el interior del hotel. ¿No estás emocionada, hermanita? —le preguntó, tirándole del gran brazo verde.

—Supongo.

—Pero mira que eres amargada, no sé ni cómo somos hermanas si somos muy diferentes —dijo Melinda, poniendo los ojos en blanco.

—Afortunadamente —soltó Sabela, sonriendo un poco al ver cómo su hermana le lanzaba una mirada furibunda.

—¿De verdad os ordenó capturar a su hijo? —pregunté.

A mí no me parecía que esa fuera la forma correcta de actuar de una madre.

—Sí, para la Directora es algo bastante importante, pero no tengo demasiadas ganas de encontrarme con él —informó Melinda.

—¿Y por qué no?

—Ya te lo dije, no escuché nada bueno de él y si me lo encuentro puede que haya enfrentamiento y quizás no pueda evitar incinerarlo con una bola de fuego. No sé si a la Directora le gustaría demasiado que lo achicharrase.

—Todo el mundo tiene algo bueno y no creo que sea buena idea lanzarle una bola de fuego —apuntó Sabela y estuve de acuerdo de con ella, no creía que hubiera nadie que fuera 100% malo, eso sería sencillamente imposible.

—No seas inocente, hermanita. Hay gente que simplemente son malos y ya está, sin más. Y mucho me temo que ese Alarico es uno de ellos, así que si las cosas se ponen complicadas... —le contestó Melinda, arrugado la nariz en un gesto feo.

—A ver, no quiero hacerle daño a nadie que pueda más o menos pensar y hablar —dijo la chica verde y Melinda lanzó un bufido de desesperación.

—¡Pues espero que si Alarico nos quería degollar a mí y a Zel te lo pienses mejor! —exclamó, exasperada, y levantó las manos al cielo.

Eso me asustó un poco.

—¡Oh, no! ¡Sabela, que no quiero ser degollada! —grité poniendo las manos sobre mi precioso cuello.

Desde su mesa de recepción, Rafael se nos quedó mirando y me sentí un poco abochornada. Melinda y Sabela no, parecía que carecían completamente de la habilidad de sentir vergüenza y, por eso mismo, las envidié un poquito.

—Bueno, vamos a ver: nadie va degollar a nadie. Y vamos a lo importante, Mel, ¿sabes cómo llegar a la cruz esa, no? —preguntó Sabela.

—Pues claro que sí. Pero te necesito a ti, Zel. Sin la ayuda del mapa lo más seguro es que nos acabemos perdiendo —dijo Melinda.

Asentí con la cabeza, aunque me daba miedo aventurarme en la Zona perdida, tenía que hacerlo porque quizás en las profundidades de la Mansión sin Fin encontrase la respuesta de por qué me encontraba desmemoriada.

—Pero por favor, no dejes que me degüellen —le dije a Sabela.

Sentí una de las manos de Sabela en mi hombro y me miró con una sonrisa que me dio confianza de que nada malo le iba a pasar a mi bonito cuello de cisne.

—Tranquila, aquí no va a morir nadie.

—¡Gracias!

Luego se quedó en silencio unos instantes.

—Bueno... puede que sí que se muera alguien.

—¡¿Pero qué me estás contando?! —pregunté angustiada de nuevo.

—Es que no me gusta hacer promesas que no sé si voy a cumplir.

—Hay unas mentiras que se llaman blancas, Sabela —le dije.

Al decir esto, apartó mi mano del hombro y me miró con extrema seriedad.

—Yo las mentiras ni blancas ni negras, que la honestidad es mejor.

—No te preocupes tanto, Zel. Lo mejor es no pensar demasiado y seguir hacia delante —dijo Melinda, su cuerpo se contorneaba de un lado al otro y pensé que aquello era fruto de las ganas que tenía de ir a descubrir que escondía la cruz roja.

—Supongo... —le contesté, pero no me encontraba nada convencida. 

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora