50. La decisión

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Me encontraba ante una Lucía que perdió todo lo que la convertía en ella. Ahora parecía que solo era un monstruo horrendo con una boca gigantesca que tenía unos dientes afiladísimos, además en el lado izquierdo del rostro había una colmena de ojos cargados de odio y su único brazo terminaba en una garra que me podía matar en un instante. 

Estaba en el Tiempo entre Segundos, completa y absolutamente bloqueada, incapaz de pensar en una manera de salir de aquella.

—Soy una inútil... —dije, con amargura.

—¿De matarla nada, jefa? —preguntó Hacha.

—No quiero hacerlo, es mi amiga.

—Tu amiga... ¿De verdad lo dices? Esa no es tu amiga ya, es otra cosa... un completo monstruo —me dijo Hacha.

No me gustaba nada que me dijera esas cosas, porque sabía que algo de razón tenía. Aquel monstruo gigantesco que tenía delante de mí no se parecía en nada a mi amiga. Había algo oscuro en su interior que la dominaba y la convertía en aquel caído horrendo que lo único que quería hacer era matarme.

—No puedo matarla... no quiero hacerlo. Tiene que haber otra manera. Yo fui un monstruo, ¿no es cierto, Hacha? ¡Yo también caí! —le dije, y si yo fui capaz de volver a ser humana, ¿por qué no Lucía?

—Cierto... —reconoció Hacha —, pero creo que tú eras diferente. No parecías tan... monstruosa. ¡Y no estabas rabiosa como lo está tu colega!

—Pero ella puede ser capaz... ¡Ella es más lista que yo! Es más fuerte y tiene más talento... —le dije a Hacha.

—¿Cómo volviste a ser humana, eh?

—Es difícil decirlo... —dije yo, apenas recordaba nada de mi escaso tiempo como monstrua.

—¡Haz un poco de cabeza, vamos! —exclamó Hacha.

—Bueno... —dije e intenté recordar.

La verdad es que para mí eso de ser una monstrua era como estar perdida en una inmensidad blanca, no era una sensación desagradable, sino diferente. Es decir, no me sentía como yo, o puede que la mejor manera de decirlo fuera que era menos yo.

Pero lo importante de todo era ¿cómo consiguiera volver a ser yo de nuevo? Fue el recuerdo de mi precioso cabello rojizo de leona. Sí, eso era como un recuerdo de mi verdadera identidad y eso mismo me llevó a recordar mi nombre.

Si Lucía pudiera recordar cómo era antes de toda aquella pesadilla, quizás cabía la posibilidad de que dejase de estar como una cabra y volviera a ser ella misma. Abrí la boca, para hacer que el tiempo volviera a funcionar, pero Hacha me interrumpió diciendo:

—¡Para el carro, jefa! ¿Qué pretendes hacer, puedes compartirlo con la clase? —preguntó Hacha, y asentí con la cabeza.

—Recordé mi nombre... para convertirme en humana de nuevo recordé mi nombre, recordé quién era de verdad. Es así de sencillo, si ella sabe quién fue volverá a ser humana. ¿Qué te parece?

—Pues no sé —dijo Hacha—. Creo que tú eres un caso especial... Pero supongo que por intentarlo no pasa nada.

—¡Claro que no! —exclamé yo, llena de confianza y contenta por discurrir la manera de salvar a mi amiga.

—¿Y qué piensas hacer, se puede saber? ¿Simplemente aparecer delante de ella y decirle cómo se llama? Sabes que nada más salir del Tiempo entre Segundos te va a matar —dijo Hacha.

—La derrotaré primero. Le patearé su culo de monstrua y cuando esté más tranquila se lo digo y hago que vuelva a ser humana.

—Pero si tú eres superdébil... —me dijo Hacha.

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora