77. Cloe

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 Después de eso, el sueño termina y de nuevo volvemos a estar en la caverna justo delante del cristal del sueño que nos enseñó, a Xoana y a mí, lo que sucedió en la mazmorra de Branca.

La luz que emite el cristal es débil, parpadea unos instantes intentando recuperar la fuerza. No lo consigue, una fisura aparece en su superficie junto a un sonido de vidrio agrietándose. Después, deja de brillar para siempre jamás.

—Así que eso fue lo que pasó... mejor será no quedarse demasiado por aquí, no quiero enfrentarme al señor de los sueños —dice Xoana y recoge la linterna del suelo.

Me pregunto en qué estará pensando después de recuperar su memoria. Por fuera parece bastante tranquila, pero ¿querrá vengarse de Branca? Espero que no, que no creo yo que las venganzas sirvan para mucho.

Xoana camina en dirección al corredor con el raíl en el medio, que nos llevará fuera de la mina de los sueños. Pero al salir de la sala, aparecemos de pronto en un cuarto de baño.

Yo me encuentro la mar de confundida, ¿no estábamos hace nada en la mina de los sueños? ¿Dónde estamos ahora? Bueno, eso puedo responderlo yo: es un cuarto de baño pequeño donde bañera, váter y lavabo está como bastante juntos.

Pero la verdad es que no tengo ni idea de cómo llegamos hasta ahí y tampoco de dónde está exactamente ese cuarto de baño. Eso me angustia bastante, porque siento que algo está yendo ya no mal, sino fatal del todo.

De pronto, la manilla de la puerta gira, pero no llega a abrirse porque el pestillo está echado. Se mueve unas cuantas veces más y después hay golpes sobre la madera de la puerta que van desde lo débil a lo impaciente. ¿Quién o qué querrá entrar?

—¿Quieres abrir de una bendita vez, Xoanita? ¡Me estoy meando encima! —suelta la voz de una mujer y entonces comprendo lo que pasa: esto es otro recuerdo, pero eso es raro porque acabáramos de salir de uno y Xoana no tocó ningún cristal.

—¡Ya abro, ya abro, Cloe! Que tampoco quiero que te mojes las bragas —dice la Xoana, abre la puerta y entra otra muchacha como un vendaval que, más pronto que tarde, ya tiene en las rodillas las bragas y se sienta en el váter a vaciar vejiga.

Yo aparto la mirada, que no me gusta nada ser una mirona.

—¿No quieres que me moje las bragas, Xoanita? Eso me parece un poco triste... —le dice Cloe y no entiendo muy bien por qué es triste. Es decir, creo que lo triste sería que quisiera que se mojara las bragas y no lo contrario, que siendo joven es bastante duro ir por ahí meándose encima.

Bueno, se escucha el pis cayendo y me siento bastante incómoda. Que si fuera la realidad de verdad me tendría ido, pero siendo un recuerdo quiero permanecer al lado de Xoana por si las moscas. Es que puede estar en peligro y, aunque no sé si podría hacer algo para ayudar, por lo menos me gustaría intentarlo.

Por fortuna, pronto termina la meada y tira de la cisterna. Entonces al girarme, veo como Cloe se acerca a la Xoana y le planta un beso en la boca. Me parece a mí que son amigas muy cercanas o puede que sean novias.

Cloe tiene una de esas caras redondeadas como pelotas de fútbol y si algún se la cortase y la tirase colina abajo, rodaría perfectamente. También tiene el pelo como naranja y desordenado, como si nunca conociera peine. Es más alta que Xoana, aunque lo raro es que fuera más baja.

Al mirar a Xoana con más atención veo que ella es más joven, pero lo que más me llama la atención es que no es rubia, sino pelirroja. No me lo puedo creer, ella se tiñe el pelo cuando el suyo de verdad es cien mil veces más bonito.

—¿Por qué no volvemos a la cama? Quiero estar contigo, no quiero ir a clase—dice la Cloe.

—No seas boba, no todas somos unas genias. Algunas necesitamos ir a clase —le contesta Xoana.

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora