103. La calma

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Corto árboles

Con mi amiga Hacha

Hojas marrones


Me despierto con una sensación de paz gigantesca, pero... ¿Con qué estaba soñando...? Ni idea, pero ese sentimiento tan bonito pronto se transforma en morriña... Y eso que debería estar contenta, porque Caligo está muerto.

Estoy en la enfermería del cuartel, ¿cómo llegué hasta aquí...? Es decir, me desmayé en el parque... ¿Puede que me llevara alguien que sí puede verme? Aunque me parece a mí que fue algo accidental, porque al estar encima de Xoana lo más seguro que es que me transportaran sin darse cuenta.

Siento su corazoncito latiendo con tranquilidad y escucho su respirar dormido. Me pongo bastante contenta: ella no parece que esté herida de gravedad, así que creo que este es el mejor de los finales posibles para la aventura. Y espero que tanto el Páramo Verde como la isla Caracola estén libres de peligros durante una larga, pero que muy larga temporada.

Me parece que debería aceptar la oferta de Branca, porque ser una fantasma es un coñazo y quiero estar viva de nuevo. Aunque eso signifique perder mis recuerdos y volver a ser una bebé. Pero eso es mejor a estar estancada como lo estoy ahora: significaría recuperar mi vida y tener una oportunidad de hacer algo con ella. Y espero que no me dé la obsesión de convertirme de nuevo en una Hija del Sol...

Xoana despierta de bofetón, como recién se acabara de escapar de una pesadilla espantosa. Se frota los ojos y mira a su alrededor, sin saber dónde se encuentra ni cómo llegó aquí... ¡Puedo comprender perfectamente esa sensación! Al levantarse de la camilla, una explosión de dolor aparece en su rostro y se pone la mano sobre las costillas.

—¡Me alegro de que estés bien, Xoana! —exclamo y ella mira confusa a su alrededor y no me contesta... ¡¿No me digas que ahora no me puede escuchar?! Y por cierto... ¿Dónde está Hacha? No la veo por ninguna parte...

—No deberías moverte tanto, te rompiste tres costillas... y tienes suerte de que solo haya sido eso... ¿Cómo te llamas? —La que habla es una mujer que no vi en mi vida: es rechoncha, de mirada seria, gafas de pasta gorda y tiene un cigarro colgado en la boca. ¿Quién será esta señora?

—¡Habla conmigo, no con ella! —exclamo yo, zumbando justo delante de su cara. ¡Pero nada, parece que no me ve! No lo entiendo, ayer mismo me pudo escuchar... ¿Quizás necesite comerse otro ojo de Carolina?

—¿Cómo...? —pregunta Xoana con la boca abierta en una expresión de bobería bastante grandota.

—¿Sabes cuál es tu nombre? —pregunta la mujer, aplasta el cigarro en un cenicero y se acerca a la Xoana con una pequeña linterna en la mano.

Me muerdo mi lengua de fantasma y no hablo más, ya que me quedó bastante claro de que no me puede escuchar... Es muy triste, me gustaría poder charlar con ella antes de meterme en la Fruta de la Vida. Es que después van pasar un montón de años hasta que pueda dar conversación de nuevo...

—Xoana... Xoana Forte Novo de Cassiria...

Aquella mujer desconocida le examina los ojos con la pequeña linterna. La médica esa tiene un jersey bastante bonito de color rosa con la carita de un gato en ella.

—Cassiria, una bonita ciudad, ¿no? Dicen que allí siempre hace sol... ¿Qué día es hoy? —pregunta la doctora.

—¿Día? Creo que es 29, ¿no?

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora