178. El monstruo humano

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Pauper era el pueblo más pobre de todo el país

Era un lugar frío y también bastante gris

Y cuando la Gran Tormenta cayera

Puede que incluso más pobre fuera


Todos temían la meteorológica situación

Porque llevaría al pueblo gran destrucción

Puede que muchas casas fueran destruidas

Porque estaban un poco mal construidas


Solo una persona a la tormenta nada temía

El millonario Don Augusto, el Scrooge local

En una mansión gigantesca, solitario él vivía

Capaz de aguantar hasta la desgracia más brutal


Desde lobos malvados que demasiado soplaban

Hasta gigantescos y salvajes ataques nucleares

Incluso de avaros dragones que por allí volaban

Y puede que también de gigantescos calamares


Don Augusto era de buena fortuna y vida solitaria

Y al pueblo más pobre del país, decidió irse a vivir

Se alegraba con la idea de la ostentación millonaria

Ante los palurdos y patanes que sufrían de malvivir


Situada justo en medio del pueblo, su gran mansión construyó

Sobre una montaña artificial a la cual Monte Olimpo bautizó

Le encantaba ser capaz de por cualquiera de sus ventanas mirar

Las chabolas de los patanes que no tenían ni para pan comprar


Para su gran mansión poder construir

Algunas pequeñas cosas se tuvo que destruir

Unos edificios que consideraba poco importantes

En realidad, Don Augusto pensaba que eran repugnantes


La histórica casa de una fallecida poetisa famosa

De cien años de historia, la biblioteca municipal

Una fundación dedicada a la protección de la osa

Y aunque falta no hacía, una guardería y la cocina social


El día antes de que la Gran Tormenta sobre el pueblo cayera

Don Augusto en una limusina, por el pueblo paseaba

Vehículo hecho para contaminar lo más que pudiera

Pues con cinco grandes tubos de escape contaba


Y se contentaba un montón, cómo por el humo del coche la gente tosía

Y mucho se alegró el rico, cuando justo por eso un pobre viejo moría

Por un megáfono a los pobres pueblerinos lanzaba su horrible voz

Su voz era equivalente auditivo a que una mula te pegase una coz


—«¡Vuestras casetas de pobre dan asco, yo pienso!

¡Gracias a Dios, la Gran Tormenta estará sucediendo!

¡Todas vuestras chabolas acabarán escombros siendo!

¡Y os podéis creer todos vosotros que me estaré riendo!


¡Pues vosotros sois unos atropellaplatos,

Y no tenéis dinero ni para buenos zapatos!

¡Tampoco podéis papel higiénico comprar

Para por fin vuestros apestosos culos limpiar!»


La Gran Tormenta llegó

Y todas las casas destruyó

Pero la de Don Augusto aguantó

De la risa, el millonario mucho lloró


Una turba de furibundos ciudadanos gritaba hacia su mansión

Iban armados con horcas, antorchas, tridentes y hasta un cañón

Esto a Don Augusto miedo mucho no le provocaba

Pues creía que el dinero protección le daba


De esta manera, hacia los pueblerinos cabreados caminó

Y con burlas malsanas y sonrisas pocos sanas los saludó

El líder de ellos tenía el nombre de Rodolfo Valentín

Hombre que se podía definir como de postín


—«Le doy los buenos días, Augusto, tiene usted una mansión grandiosa

Aunque he de decirle que, en mi humilde opinión, no tiene nada de virtuosa

Lo que en realidad le queremos contar es una cosa puede que suene ramplona

Le ruego que no se lo tome a mal, pero todos pensamos que eres mala persona»


Al escuchar esto, Don Augusto tanto se rio 

Que en sus pantalones de seda se meó

De tanto reír, su gran barriga botaba

Y con sorna al Valentín miraba


—«¿Qué soy una persona mala, eso es lo que queríais contarme, pulguero?

¿Y dime lo que importa eso cuando en el banco se tiene mucho dinero?

¿Habéis caminado hasta mi bella mansión solo para decirme eso?

¡Pues yo os digo que eso me importa menos que un queso!»


Para demostrar que de verdad le importaba un bledo

Apuntó a la turba furiosa con su trasero orondo

Y va el muy guarro y se tiró un oloroso pedo

Uno que dejó bien a gusto al carirredondo


—«¡Malditos sucios malnutridos indigentes patanes

Imbéciles incestuosos fracasados ignorantes gañanes

Despreciables anormales arrastrados alelados apestosos

Salvajes canallas idiotas pútridos simios mohosos!


¡Y ahora de mi mansión, os podéis ir marchando

Que con vuestra presencia, se está devaluando!»

Valentín sonrió sonrisa de zorro

Y entonces le dijo al feo ogro


—«No, con estas meras palabras nuestro negocio no ha acabado

Eso solo sucederá cuando de un árbol le dejemos bien colgado»

Y de esta buena manera, el millonario Don Augusto

Acabó de mala manera, colgado de un arbusto


FIN

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora