90. Dormido

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—¿Has cerrado todas las ventanas?—pregunta Rubén, apareció de pronto en el fondo de la enfermería.

A pesar de que la distancia es de metros, parece que el hombretón está lejísimos. Se encuentra en la puerta, sin dar un paso adelante, observando aquella enfermería en la que domina una luz azul y tristona.

—Sí, sí... —contesta Xoana y veo que, al estar sentada, le cuelgan las piernas.

De un salto, se baja de la camilla y se limpia las lágrimas que le abrillantaban las mejillas. Los pasos de Rubén suenan ruidosos a medida que avanza al lado de las camillas vacías.

—¿Estás bien? —pregunta Rubén, parado cerca de Xoana, sin dejar de frotarse las manos.

La verdad es que Rubén tiene bastante peor pinta: está pálido como la luna, con ojeras, despeinado, y la venda del estómago está manchada de sangre.

—Sí, pero podría estar mejor... —contesta Xoana e intenta sonreír, le queda una sonrisa con la consistencia de un castillo de naipes.

—Lo mejor de esta situación es que no creo que pueda ir a peor... —dice Rubén y no sé si eso es optimismo o pesimismo o una mezcla rara de las dos cosas.

Pero la verdad es que, desgraciadamente, se me ocurren varias maneras de que puedan empeorar cosas: ¿Qué pasa si entra Caligo allá dentro, acompañado del señor de los sueños? ¡Eso sí que sería muchísimo peor! Por lo menos en este mismo momento están a salvo...

—Ni siquiera sabemos si Caligo se puede matar... —murmura Xoana.

—Mañana iremos a hablar con Branca. Ella tiene que saber qué hacer... pero ahora vamos a ver qué tal está Breogán —dice Rubén y vuelve la mirada en dirección a la esquina dónde está el tubo curativo.

¡Me olvidé por completo de ese agente! ¡Se supone que es de rango diamante y esos son como los más fuertes de todos! Es bastante esperanzador saber que alguien así se encuentra entre nosotros, pero parte de esa esperanza se pudre cuando me doy cuenta de que está desmayado y encerrado en ese tubo de cristal.

Pero tengo que mirar la cosas por el lado bueno, ya que, cuando me acerco volando al tubo y lo miro de arriba abajo, descubro que las heridas tan feas que antes tenía están casi curadas del todo. Puede que sea posible hacer que despierte y luche contra los monstruos que invaden el pueblo.

Breogán está sumergido en un líquido burbujeante, tiene una mascarilla que le cubre boca y nariz, los cabellos blancos y largos le flotan libres y la verdad es que los tiene bastante bonitos. No como los de Rubén: que los lleva cortos, normalmente con un peinado aburrido a la raya y ahora muy despeinados.

Me fijo en el rostro de Breogán, tiene los ojos cerrados y en su expresión se puede leer la paz, ¿estará soñando, recordando tiempos mejores en donde el mundo no se está yendo al precipicio? Lo peor es que cuando despierte, toda la tranquilidad desaparecerá...

Quizás lo esté viendo al revés: puede que ahora esté despierto de verdad y nosotros no seamos nada más que parte de las pesadillas que se encontrará una vez se vaya a dormir. Puede que yo misma también duerma y pronto llegué el amanecer, despertando en una tranquila cama de una habitación cualquiera y olvidando poco a poco todo lo que viví hasta ahora...

Hablando de Rubén, ahora está rumiando pensamientos con la frente herida apoyada en el cristal del tubo curativo. Los dedos repiquetean como marcando el ritmo de su pensar. Al final, la decisión se estrella en su rostro.

—Xoana, vamos a sacar a Breogán del cilindro sanativo —dice el hombretón, me parece una idea bastante genial.

Cuanta más ayuda mejor, que ya se perdieron demasiadas agentes... Aunque realmente espero que Perita y Casandra estén bien, aunque en el caso de la segunda no sé... ¿Qué le pasará a una cuando se pierde en la niebla de Caligo? ¿Morirá o habrá alguna forma de salvarla? En el caso de Perita, espero que pueda ser exorcizada.

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora