97. El corazón de las tinieblas

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 —¿Pero qué me estás contando? No, eso es imposible... ¡¡Si son completamente diferentes!! —digo yo y tiemblo, se supone que lo despisté... ¡De todos los lugares del Páramo Verde tenía que acabar justamente aquí! ¿Acaso es mi destino ser devorada por el payaso?

—Pero es cierto... —murmura Branca con la cabeza baja.

—¡El payaso es un monstruo delgadísimo y el señor de los sueños es como una masa morada! —digo y quiero creer en mis palabras con total y absoluta confianza, pero...

Branca me mira con decisión, no tiene pinta ninguna de que me esté tomando el pelo y, por lo menos en esta ocasión, creo que lo preferiría. ¡Por favor, que se eche a reír y me diga que no, que el payaso está bien lejos! Mejor, que esté muerto y enterrado.

—¡Pero es cierto! Estoy segura de que él es el mismo monstruo que te estuvo persiguiendo... Pero no te preocupes: él perdió gran parte de sus poderes, ya no es tan peligroso como lo era antes —me dice ella y esboza una gran sonrisa. ¡Pero no me inspira confianza ninguna! Mientras siga vivo siempre cabe el peligro de que termine en su panza.

—¿Cómo es eso? —le pregunto, ya un poco bastante desanimada. ¡Con lo bien que me sentí al recuperar mis recuerdos!

—Te escapaste bastante bien. ¡Eso de borrar tus recuerdos e ir al futuro funcionó a las mil maravillas! Él no se dio cuenta de lo que hiciste y siguió yendo al pasado, ¡buen trabajo! —dice Branca y me levanta un pulgar. Sí, buen trabajo, pero al final acabamos en el mismo sitio...

—De verdad funcionó... —murmuro, pero poca alegría me da ahora.

—Sí, sí... Viajó hasta bastante atrás en el tiempo y como estaba obsesionado con comerte no se dio cuenta de que a cada salto perdía y perdía más de su poder... Hasta que ya no pudo viajar más y acabó en esta isla. Es curioso, parece que no acertó con el tiempo, pero sí con el espacio —comenta Branca, poniendo un dedo sobre sus mullidos labios.

—¿Qué quieres decir?

—Que vino a esta isla, como si supiera que alguna vez tú estarías aquí... —comenta ella.

¡Pues menuda gracia me hace que acertara el payaso! De todos los lugares a los que pudo viajar... ¡Tenía que ser justamente en dónde estoy yo! No se podía tener ido a la luna o a lo más profundo de la Nación de las Pesadillas o muy lejos en el interior del mar...

—Pero eso es imposible que lo supiera, ¿no?

—Eso es algo que no lo sé... puede ser una causalidad de las grandes o que, de alguna manera, fuera capaz de saberlo. Pues eso, llegó a esta isla y... pero quizás sea mejor que lo veas por ti misma, ¿no? —me pregunta Branca y no entiendo demasiado bien qué quiere decir con eso.

—Claro, pero cómo... —Cierro la boca al instante que veo como en una de sus manos aparece el pedazo de un cristal de los sueños, ¡qué manía les tengo a esas cosas!

—Te lo puedo enseñar gracias a mis recuerdos, que yo ya estaba en esta isla cuando llegó —me informa Branca y yo ya estoy a punto de decirle que no hace falta, que me basta con que me lo cuente con su boquita utilizando palabras, ¡pero el cristal ya brilla con fuerza y me engulle!


HACE 300 AÑOS

Isla Agarimo


Las palabras aparecen en frente de mí como si aquello fuera una película o algo del estilo. Escucho los aullidos de las gaviotas y me estremezco, ¿no será una de ellas el señor de los sueños que me querrá comer? Pero vuelan sobre el cielo azul, a bastante altura, sin fijarse en mí... ¡Fiuuu!

Las 900 vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora