-¿Qué? Mi vida no es...desagradable.- empecé a decir- quiero decir... tengo una bebe, ¿sabes? ¿Qué clase de ejemplo crees que le daría si cometiera algo absurdo? ¿O quién cuidaría de ella?
-¿Entonces por qué estabas uyendo?
No podía decirle que siempre que llegaba a casa me encontraba con un nuevo problema. Y que siempre discutía con mi hermana. Nadie podía saber que siempre que Lucía podía me echaba de casa o quería sacar todas mis cosas para la sala. Aprendi a las malas que las personas no eran confiables, ni mucho menos los hombres
-No tengo por qué decirte nada- mascullé. Me coloque el bolso de mi hija en el hombro y antes de caminar hacia la puerta de la habitación, lo miré y agregué :
- Agradezco tu hospitalidad, y te agradezco todo lo que hiciste por nosotras, pero mis asuntos son mios nada más.
Como si fuera mi casa, sali de la habitación dando pasos lánguidos y seguros. Al llegar a la sala, la alta sandalia que traía puestas me sorprendió haciendo que tropezara con la alfombra que no se porque rayos estába levantada en ese lado. Santiago apareció y enredo sus fuertes brazos en nosotras evitando un accidente.
Mi corazón latía desbocado ante el creciente susto.
-Realmente sigo sin entender porque haces esto. Porqué tu interés en ayudarme tanto.-dije, sin apartar la mirada de Santiago tras reponerme del susto.
Él apartó la vista, soltando su agarre en nosotras pero sim alejarse demasiado
-Lo habría hecho por cualquier persona. Y un gracias estaría bien.
-Gracias- dije en voz casi audible.
Así que en verdad existían personas como él. Realmente parecía una buena persona, poseía una mirada cálida aunque algo distante. Em okanaba cierta aura de seguridad y tranquilidad, lo que permitía que fuese fácil confiar en él.
Pero aún así no debía confiarme demasiado.
Después de unos minutos de un incomodo silencio. Fuimos a la cocina por invitación de Santiago dónde el prepararia el desayuno.
-Sé que es asunto tuyo, ¿pero puedo al menos saber por qué estabas uyendo de tu casa?- preguntó sin apartar la mirada de lo que hacía- No tienes que darme una razón concreta. Ayer parecías que solo querías irte y no saber de nada. ¿Hay problemas en tu casa?
Solté una risa mitad incrédula mitad irónica.
-En absoluto-respondi al instante. Incluso la pregunta dolía y me hacía sentir de lo peor-Creo que más bien, yo sea la del problema. ¿Eso responde a tu pregunta?
Él asintió.
Solté un suspiro profundo.
-Últimamente me siento un poco extraña.- prosegui sin ninguna razón en particular luego de acomodar a Gabriela en mis piernas.- A menudo tengo la sensación de querer ir a una parte, distanciarme, alejarme de todos. Sentarme en un lugar donde pueda llorar sin miedo a que alguien me vea o pregunte. Aveces todo me resulta doloroso y fuerte. Aunque yo trate de ser fuerte. Y algunas veces es tan insoportable y tedioso tratar con personas que no le importa ni tu presencia pero fingen que si.
Santiago escuchaba atentamente y, después de unos minutos en silencio, pregunto:
-¿Cómo te llevás con las personas en tu ámbito social?
-¿Bien? dije, dudando. ¿Qué tenía que ver mi trato con Personas, con mi estado de ánimo?- O regular...-aclaré, riendo- Dejó de importarme muchas cosas... muchas cosas en realidad. Solo quiero estar sola con mi hija
-Ya veo.
El silencio se hizo presente en el ambiente. Lo único que se escuchaba era el leve sonido del fuego asando los panqueques que santiago prepara.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué tuve qué contarle a Santiago cómo me sentía? ¿Por qué lo había hecho?
"Rocío tu yo sabemos que literalmente no es un desconocido"
Dice aquella estúpida voz en mi cabeza.
"Tu callate que nadie te dio vela en este entierro"
"En realidad vivo en tu cabeza querida "
"Eres igualita de Métida que lucía""Somos familia"
"Sabes que mejor ni me hables tú tampoco."
No sentí vergüenza en absoluto, solo me resultó bastante desagradable haber dicho en voz alta lo que lo venía sintiendo hace mucho tiempo.
Aunque ahora me daba curiosidad lo que ahora pensaba Santiago. Parecia absorto en sus pensamientos, distraído. ¿Qué estaría meditando con sumo cuidado?
-¿Por qué no haces un cambio de aire? -habló entonces, luego de meditar bastante- Creo que eso te sentará bien.
Arqueé una ceja.
-Lo habría hecho si tan solo pudiera.
Había ciertas cosas que no me podía permitir. Viajes o hacer cambios drásticos de sitio, sin lugar a dudas, estaba fuera de mi límite.
-Puedes quedarte aquí entonces.
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Unidos por el destino
RomanceTras haber dejado su país natal, Rocío llega a la cuidad de Brasil uyendo no sólo de su dañina relación si no en busca de algo mejor. Un empleo, un Nuevo comienzo y paz mental. Tres meses después de haber trabajado en varios locales con un pequeño...