capítulo 49

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Narra Rocío

Como todos los días me levanté temprano para ir a trabajar. Después de vestir a mi nena. Voy al baño hacer mis necesidades y darme un baño. me seco y visto para salir a la cocina pues mi estómago reclama por ser alimentado. Y si esperaba llegar al trabajo iba darme unos de esos orribles dolores de estómago que empezaban a darme cada vez que  me saltaba la hora del desayuno.

Dejo mi pelo suelto, maquillo ligero mi rostro, solo para tapar un poco la palidez de mi cara. un leggins color Negro. Blusa rosada, y sandalias planas. Son el atuendo que mis fuerzas me permitieron colocar en mi cuerpo. Procuro estar lo más presentable delante de mis hermanos para así no dar a pensar sobre mi estado de salud.

Mi semblante estos últimos días, era pésimo. Estaba tan pálida, y esos estúpidos dolores de cabeza y mareos no me dejaban en paz. Pero hoy era el peor de todos, deje caer tres cafés uno de ellos encima de mi.  Pero me negaba a dejar mi puesto de trabajo. Cambiar mi camisa fue la solución aunque mis leggins estuvieran un poco empapados.

La cara de reproche y desaprobación en mis compañeros, no pasó desapercibida y aunque insistieron en que fuera al hospital me negué; al igual que cuando intentaron llamar al jefe.

- Rocío deberías marcharse, el verte asi; nos preocupa más y no podemos concentrarnos - mi compañero de trabajo Tomas, estaba  preocupado por mi aspecto - no me obligue llamar a el jefe- estaba a punto de protestar pero una fuerte punzada en mi cabeza me lo impidió.

Me sujete de uno de los estantes para evitar caerme mientras el dolor cesaba un poco.

- Rocío te encuentras bien-los chicos alarmados dejaron todo tirado y se acercaron a verme.

- Si no se preocupen ya paso- trate de sonreír -

- Lo siento Rocío pero o te vas o te llevo- creo que ahora sí estaban molestos y la verdad ya no me podía hacer la del rogar, cuando en realidad me siento muy mal.

- Esta bien.

- te acompaño al estacionamiento.

- No. Yo puedo irme sola. Pueden continuar en lo suyo que hay clientes esperando. - sin más asintieron y volvieron a lo suyo

Rayos, sí que me sentía fatal,  pase por mi bolso y me fui ahasta la salida.

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Llego a casa y entro a ella casi arrastrando mis pies con Gabriela en brazos. no tengo animos de nada y esto ya comienza a preocuparme; creo que ya es hora de visitar un doctor enserio.

Ruedo los ojos a ver un arreglo floral en mi casa; Sobre la mesa para ser específico. Como pude me aserque a verlo y no me sorprendi al ver que era de Santiago.

Dejándolo en su lugar, fuimos directo a darnos una ducha rápida y nos acostamos a dormir un momento. La verdad era que lo necesitaba.

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Dina vino a verme en una ocasión, algo que me parecía extraño. Ya que no me había dicho el origen de su vicita.

Duramos unos cuantos minutos conversando mientras ella a la par jugaba con Gabriela que sonriente jugaba en su regazo con su reloj.

Antes de irse me dijo que ojalá Santiago y yo podieramos arreglar las cosas. Y que el destinó podría llegará a ser tan terco que podía usar un incentivo enorme para juntarnos.

No entendí absolutamente nada de sus palabras, pero no pregunté. La acompañé hasta su auto ya que no quería que se fuera sola hasta el. Y justo cuando llegamos hasta el hubiera preferido no haberlo echo.

Mire a Dina con el ceño fruncido.

-Cuando le dije que venía a Verte se ofreció a traerme.- dice con voz calma -Dijo que podría ser peligroso venir sola. Así que acepte.

Unidos por el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora