Llegamos hasta la cocina. Me siento en una de las sillas y Santiago pone un tazón frente a mi.
Le agradeci con un audible gracias. Sonríe y me mira por unos breves segundos. De nuevo esa mirada que no lograba descifrar.
Ya lo he descubierto en varias ocasiones mirandome de esa manera. Y aveces es como si quisiera decirme algo.
Minutos después lo miro distraído con su cena ¿Realmente personas como él existian?
Eh estado por mucho tiempo dudando de las personas por razones obvias. Pero al verlo a él, y a como trata a mi hija y a mí, me hace tener un poco de esperanza. Tener esa familia de tres que siempre he querido. Pero..¿ y si no es del todo sincero? ¿Y si me lastiman nuevamente?
Aparté la mirada y prestandole atención al tazón de sopa sin probar. Me quedé viendo las verduras que flotaba en el caldo, como si fueran lo más interesante del mundo.
-Santiago...
-Rocío...
Dijimos los dos al mismo tiempo.
-Tu primero...-dice Santiago.
-Yo.. solo queria agradecerte. Por todo.
Lo miró y una pequeña sonrísa se asoma en su lábios. Asiente.
-Que irónica es la vida- digo distraídamente-.El nunca la quisó... Y no solo se fue de nuestras vidas si no del país dejándome perfectamente claro que no era su problema. Todo este tiempo he echo lo mejor para cuidarla. Y ahora luego de la nada quiere venir a quitarnos la paz con su presencia no deseada. Después de tanto tiempo...
Flash black
Mi madre había llegado de Venezuela ya hace un par de meses; en noviembre para ser exactos. Y estábamos en principis de enero. Ella y mi hermana Lucía habían comenzado a vender quesillos para tener un renda en casa. Ya que Lucía estaba desempleada.
Yo seguía con la preocupación de que iba hacer para comprarle pañales a mi hija que estaba por nacer. Tan solo faltaban dos mêses y aún no tenía ni una manta para ella.
Poco después Lucía y mi madre me dicen que podía unirme a ellos con la venta. Así que animada decidí intentar. Salí unas de esas tardes a vender quesillos con mi sobrina Aranza y en menos de una hora ya habíamos vendido todo. Emocionada regrese a casa. Después de unos días ellas me dicen que me iban a ayudar con los materiales para que yo pudiera vender para mí y comprar las cosas para mí hija.
Así lo hice. Desde los seis meses de embarazo salía a la calle a vender quesillos todos los días. Sin tiempo de quejarme, o de llorar.
Cansada, con náuseas y mareada salía a vender sin importar el clima... No me detuve. Avance con el fin de que mi hija tuviera sus cosas y no tener la preocupación que le pondré al salir del hospital.
-No te preocupes mi amor que solo falta una calle más para llegar a casa. - le dije a mi Gabriela tocando mi enorme panza la cual sentía estirarse en sobremanera a cada paso que daba... dolía. Pero más dolía rendirme.. o detenerme.
Deje las lágrimas en segundo plano. Y Por supuesto con la ayuda de Dios que nunca falto. Seguí adelante hasta que pude estabilizarme después de haber dado a luz.
Mi parto fue tan maravilloso.
Era viernes y tenía que comprar los materiales para el quesillo ya que quería hacerlo temprano.
-Aaah me estoy orinando- grite al ver como agua descendía de entre mis piernas... me había levantado de la cama con unas ganas enormes de hacer pis. Camine al baño dándome cuenta que no era orina y solo podía significar una cosa.
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Unidos por el destino
RomanceTras haber dejado su país natal, Rocío llega a la cuidad de Brasil uyendo no sólo de su dañina relación si no en busca de algo mejor. Un empleo, un Nuevo comienzo y paz mental. Tres meses después de haber trabajado en varios locales con un pequeño...