Epilogo

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Las playas de Río de Janeiro se veían tan hermosos a estas horas del día. Me sentía tan bien al lado del hombre que amaba, al lado del hombre que elegi para pasar el resto de mi vida.

Mientras caminábamos, la textura envolvente de la arena empezó a meterse en mis sandalias, pudiendo decorar mis pies con cada granito que en multitud parecía polvo. Más adelante habían varias palmeras y toldos simples donde pocas personas lo utilizaban. Literal, la playa estaba casi vacía, con unas cuantas familias o parejas en distintas ubicaciones, disfrutando de un buen día. Podría ser porque la playa del hotel eran privadas y por eso la cantidad de personas en ella.

Santiago me sorprendió después de nuestra boda con un viaje a Río de Janeiro, no recordaba haberle dicho que siempre había querído conocer las playas de Río, llevábamos tres días aquí, me encantaba este lugar.

Nuestra noche de bodas fue espectacular, fue mágica, claro dejando de lado que Santiago rompió mi vestido quitandolo, nunca había visto a Santiago tan desesperado.

Después de caminar un corto trayecto, llegamos a la costa, pero un poco más alejada de los demás, en donde había una pequeña montaña formada con un piso liso de piedra en donde pudieron colocar encima un toldo más elaborado con flores en cada esquina y color rosa, debajo de este había sombra y una tela que decoraba el suelo para simular un picnic.

Encima tenía comida, desde galletas caseras hasta sandwiches de jamón, algunas bebidas en lata, por no olvidar unos envases envueltos en celofán que cubrían más comida, tal vez ensaladas u otras cosas que les podía caer arena con facilidad. Me impresionó ver todo a aquello, porque a parte también habían pétalos de rosas rojas alrededor del toldo

-Sorpresa mi amor- dice mi esposo sonriente.

Reí.

-Con que eso era, por eso andabas tan misterioso.

-Así es- dice ensanchando su sonrísa - Ven..- estira su mano para que me siente a su lado.

Santiago destapa los envases con comida para que pudiéramos lecciónar.  Entre bromas comenzamos a comer hasta que lo escuchó decir:

-Rocio, mira como esos hombres de alla te miran - dijo Santiago con el ceño fruncido, apuntando con la mirada a unos hombres que se encontraban en la orilla de la playa, que efectivamente, me miraban con ojos de lujuria.

-Mi amor, no les tomes importancia, sabes que solo soy tuya - sonreí dándole un corto beso.

-Claro que eres mía, solo mia, y obviamente yo soy todo tuyo - dice juntando nuestros labios en un beso

-¿Amor te gustaría ir a tomar un baño de agua salada? No por nada traje mi mejor bañador, tal vez y quedes boquiabierto al verme-  Me levanté, decidida en quitarme la ropa que me cubría.

-¿Me estás coqueteando, nena? Porque déjame decirte que lo único que conseguirás es que me lance encima de ti -proclamó, con una sonrisa picara.

Sonrei coqueta, dándole entender así mi respuesta.

Miles de recuerdo llegaron a mi mente en ese momento...

-Casi me atropellas con el carrito ese...
-Fuiste tú la que se atreveso cuando iba pasando.

-Por cierto muy linda tu niña. Al menos no es una amargada como su madre

-Ella es Rocío, y la bebé su hija Gabriela. Y Rocío este es santiago.

-¿Quieres que te lleve?
-Yo..
-Creo que no estás en condiciones para decir que no
-No lo iba hacer

-Posa para mi
-¿Que?
-Posa para la cámara
-Dijistes posa para mí
-Así es. soy quien tomara la foto

Unidos por el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora