Al principio, antes del primer humano, existió la magia. El hombre, en su necesidad por comprenderla y usarla, inventó la alquimia. La fusión perfecta entre esoterismo y ciencia.
El resultado: objetos de poder incalculable conocidos como "reliquias", capaces de alterar leyes que se suponían perpetuas. Espacio, realidad, obscuridad...
Muchos las anhelan. La gran mayoría las temen, pues sus poderes son bien conocidos.
Si una reliquia llega a posarse en manos equivocadas, las consecuencias pueden ser desastrosas.Sin embargo, cuando vives en un mundo así, la mayor aspiración que uno puede tener es la de ser testigo y esperar una muerte tranquila. Por eso mismo Alistair rara vez pensaba en eso. Él tenía sus propios problemas. Su abuelo enfermó y su salud mermó de un momento a otro. Esa noche moriría. Ambos lo sabían. Se sostenían de las manos con aprensión.
No tenían dinero para costear un hospital. El lecho de muerte era una sucia cama, en una pequeña casa en las afueras de la Ciudad de México.- Al... -dijo la débil voz del abuelo- escúchame. Me hubiera gustado explicarte... Ten -dijo, mientras estiraba su mano hacia Alistair. Le ofreció lo que tenía en su puño.
Alistair recibió aquella cosa brillante. Era pesado, pequeño y hermoso. Presionó el botón de la cúpula y este se abrió dejando ver tres manecillas inmóviles. Aunque no funcionaba, era un regalo invaluable. Nunca le había permitido tocar ese reloj.
Era color bronce opaco, pero brillaba con intensidad. A pesar de su edad lucía bastante bien, bien podría decirse que era nuevo.- Alistair...
...Te mentí... ...tu papá...
...él está vivo...
...ten cuidado. Ya no podré cuidarte.
La respiración del abuelo se hacía más pesada. Alistair creyó que deliraba.
- No te preocupes. Tendré cuidado. Intenta descansar -respondió Al con mirada triste.
- Perdón......creí que tendría tiempo...
-Je -rio- "tiempo" ...
Esas fueron sus últimas palabras. Alistair pudo ver como su pecho dejó de moverse. Estaba muerto. No sabía cómo reaccionar. Se quedó un momento al lado del cadáver, velándolo; esperando a que, por algún milagro, despertara.
Después de aceptar que no ocurriría, subió al techo de su casa. Quería ver la luna y las estrellas.
Se sentó a observar el firmamento. La luz de la luna dejaba ver todo con claridad fantasmagórica. El rostro de Al reflejaba su confusión. No podía aceptar lo que recién escuchó. La situación lo superaba. Quería llorar... debía llorar, pero las lágrimas no salían.
No sabía cómo se sentía.Sentado, alumbrado por aquella tenue luz, inspeccionó el reloj de bolsillo mientras intentaba aclarar sus pensamientos.
Era bonito. "Una obra de arte", decía su abuelo. Podría pasar horas apreciando la complejidad de su diseño. En ambas tapas había espirales incompletas que se abrazaban entre sí. En el lateral había rombos que se rozaban, pero había una parte en la que el diseño se interrumpía por un círculo apenas reconocible. Presionó esa parte haciendo que se oyera un crujir. Arrepentido por creer que lo rompió, lo guardó en su bolsillo.
Decidió no pensar más en ello. Miró lo que habitaba en el cielo. Era una noche cálida. El viento soplaba con suavidad y solo había una nube esponjosa.
La luna y las estrellas lo acompañaron hasta que se durmió. Esa noche soñó con esperanza y con un anhelo de alegría inalcanzable.Era un joven de diecisiete años. Era delgado y de piel clara. Él se consideraba alto, solo medía poco más de un metro setenta. Sus cabellos eran negros y sus ojos cafés. Su abuelo siempre alababa el parecido con su mamá.
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Las reliquias.
AdventureEn un mundo similar al nuestro, existen objetos de gran poder. Tiempo, espacio, obscuridad, inmortalidad, cualquier cosa que se desee puede hacerse realidad... Aquellos que portan una reliquia son temidos y respetados ¿Qué pasará cuando Alistair, un...