LXVIII. Concédeme tu fuerza.

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El momento en que habían escapado del sueño de Lara, ocurrió algo: Todos en el hospital despertaron, incluso aquellos que llevaban años en coma y ya sin esperanza. Fue considerado un milagro.
Lara se mantuvo tres días en observación, pero como no presentó ninguna consecuencia por el coma la dejaron ir. Reunidos en el hotel, Aradia contó su sueño, donde había estado atrapada en una casa con su “papá”. Eso despertó la curiosidad de todos, aunque intentaron averiguar más, ella no recordaba nada. No sabía por qué ese hombre era su papá, y no podían saber si era verdad. Alistair también contó su aventura. Christabel no contó su sueño, no por pena, sino porque no lo recordaba. A los pocos minutos, Lara preguntó por Víctor. Se vieron entre sí con rostros tristes.

- No sabemos dónde está. -dijo Alistair, afligido- cuando despertamos no estaba. Lo raptaron. Yo… sé que está vivo, pero no sé dónde lo tienen.

Lara permaneció en silencio con una mirada angustiosa. Christabel también comentó que habían perdido casi todas las reliquias. Solo conservaron las que estaban escondidas en sus habitaciones. Explicó que habían logrado robar la reliquia de la mente, (momento en que también mencionaron la extraña alianza con la Reina Púrpura. Lara no estuvo de acuerdo y pensó que era sospechoso, pero estaba demasiado cansada como para discutir). Esa misma noche Alistair intentaría comunicarse con la Reina Púrpura. Era la única que podría saber algo de Víctor.
Al anochecer, Al se encerró en su habitación junto con la lámpara. Debido a que ya la había usado se le facilitó comprenderla. A las doce en punto intentó comunicarse con la Reina Púrpura. Las sombras se movían, haciéndole saber que ella había escuchado. Se presentó, apareciendo de una sombra, tan elegante y misteriosa como siempre.

- Bonne nuit -dijo ella, en un francés muy dulce.

El anillo sombrío había permanecido en el dedo de Al, invisible.

- ¿Qué pasó, chico zorro?
- Necesito tu ayuda… no sé si puedo confiar en ti, pero me ayudaste a despertar a mi amiga y no te has llevado tu reliquia.
- Está mejor contigo. Confía en ti. Tienes más obscuridad de la que crees ¿Qué necesitas?
- Mi amigo ¿Sabes qué fue de él? ¿Sigue vivo?
- Me preguntaste por él la otra vez que nos vimos. Investigué por él, resulta que Dee lo tiene cautivo. Él sabe de mi poder, del alcance de mi ojo y le desagrada. No permite que haya sombras en su laboratorio, pero puedo ayudarte a llegar a la superficie. Tendrías que abrirte paso hacia abajo, donde él reside.
- ¿Quién es él? No había escuchado su nombre.
- Es un cobarde encargado de probar las reliquias. Su falta de moral le facilita la tarea.
- ¡Y Víctor está con él! Tienes que ayudarme, ¡por favor! Llévame tan cerca como puedas.
- De acuerdo. Te teletransportaré al lugar y tendrás el poder de las sombras. Cuando acabes te ayudaré a volver aquí.
- ¡Espera! Tengo una pregunta. La vez anterior, cuando te ayudé con el Testigo Turquesa… no sé cómo, pero perdí el control. Las sombras se apoderaron de mí, perdí mi voluntad; estuve a punto de matarlo ¿Por qué pasó eso? ¿Puede ocurrir de nuevo?
- Para controlar la lámpara de gas primero debes aprender a dominar tu obscuridad interior. Debido a las circunstancias no hay tiempo para enseñarte. Si quieres ayudar a tu amigo, debes arriesgarte.

Alistair titubeó.

- ¿Y qué hay de ti? ¿No puedes ir tú y rescatar a mi amigo?
- No. Si Zalman se entera de que te ayudo, me atacará al instante. Conozco mi fuerza y también la de él. Sería muy arriesgado.
- ¿Entonces por qué nos ayudas?
- Quizá estoy harta del miedo que inspira su yugo. Ahora decide ¿Quieres ir por tu amigo?

Alistair lo pensó por un momento, pero no había mucho que considerar. Aceptó. Las sombras los bañaron a ambos. Cuando la luz lo acarició de nuevo estaba solo. La luna brillaba sobre él. La máscara de penumbra lo cubrió, aumentando sus sentidos. Estaba listo. Un edificio lúgubre se erguía delante suyo. La puerta estaba abierta, destrozada por el tiempo. Entró sin temor. Exploró el sitio, primero sin hallazgos importantes. Todo estaba destrozado, sin indicios de que alguien hubiese estado ahí en muchos años. Después notó el suelo. El piso tenía marcas de pisadas, evidenciadas por la ausencia de polvo en un camino en concreto. Ingresó en una habitación siguiendo las huellas. Solía ser una oficina, ahora llena de polvo, las cosas apenas eran reconocibles. Las pisadas se detenían delante de una pared y desaparecían sin más. Se acercó y observó con agudeza. Notó marcas de dedos en un sitio de la pared. Empujó con cuidado. Algo se movía. Empujó con mayor fuerza, hacia arriba. Activó el mecanismo, la pared se abrió delante suyo. Luz cegadora, eléctrica. Las escaleras descendían. Se apresuró hacia abajo, si Víctor estaba ahí, lo encontraría.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora