XII. Algo que acecha.

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Durante los siguientes días vivieron pretendiendo que eran normales, que no resguardaban tres reliquias ni que eran perseguidos. Sin embargo, el dinero se les acabó. Alistair pensó en robar otro banco, pero no estaba tan convencido. Si había un crimen tan llamativo podrían sospechar de los jóvenes extranjeros sin pasaporte.
Habló con sus amigos acerca de la situación, intentando convencer a Víctor de teletransportarse de vuelta a México, tomar el dinero que había dejado en su casa y volver de inmediato. Él se mostraba renuente a utilizar el catalejo, la sola mención del objeto le incomodaba. El desagrado que mostraba impulsó la curiosidad de Al, quien preguntó por qué tenía tanto miedo ¿Qué había visto la primera vez que lo usó? Víctor se estremeció. Miró a Al, bajó la mirada e intentó buscar las palabras. Después de titubear lo dijo:

- Vi... un ojo.
- ¿Un ojo?
- O algo parecido... no era un ojo. No tenía párpado, ni una forma concreta, pero me miraba. Era como una explosión de fuego, roja y amarilla, con un centro negro, una pupila amorfa. Algo me vio.
- No puede ser. Quizá te confundiste. Préstame el catalejo, déjame verlo.

Víctor le extendió la reliquia. Alistair la examinó. Acarició la madera tallada a mano. Vio a través de sus pulcros cristales. No tenía nada de sospechoso.
Le devolvió el objeto a Víctor y le hizo darse cuenta de que su confusión habría sido fruto de la presión que sintió por la situación en la que estaban cuando se forzó a utilizarlo. Le recomendó usarlo una vez más para darse cuenta de que no había cosa que temer. Confiando en su amigo lo hizo. Primero se teletransportó a unos metros de distancia, en la misma habitación. Ningún presente salió de su asombro ¡Era impresionante! Desaparecía de un lugar y aparecía en otro al instante, no bastaba más que el pensamiento para llevarlo a donde quisiera. Se detuvo un momento y confesó que era cierto: No había nada que temer. No había nada acechando. Se sentía seguro de su control sobre la reliquia, tanto así que aceptó el encargo de Al. Regresaría por el dinero. Debía recoger tres bolsas ocultas en la casa. Dos en un sitio y la tercera en otro, alejada de las primeras. Alistair le dio las indicaciones exactas para que no tuviera problemas. También le dijo que, si veía cualquier cosa sospechosa o fuera de lugar, volviera de inmediato.
Víctor aceptó y se despidió, desapareciendo al instante. Volvió en menos de dos minutos con dos bolsas llenas de billetes. Les sonrió a todos y se esfumó, volviendo por la última mochila.
Pasaron unos minutos. El sol se movía, la gente iba y venía. Pasaron horas. La preocupación los engullía, la noche se alzaba con lentitud, solo podían esperar, y así hicieron. Esperaron mucho tiempo, hasta que la luna alcanzó su punto más alto, pero Víctor no volvió.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora