LVI. Santuario verde.

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Lara tenía la duda tallada en su expresión, sin embargo, se lanzó a Víctor. Ambos se abrazaron. Estaba preparada para pelear o para despertar, pero nada de eso ocurrió. El abrazo era real. Ella tenía varios años de más, pero era innegable: Esa mujer era Lara. Empezó a hablar en tono bajo, ocultando la presión que sentía en el pecho:

 - Desapareciste de repente. Te buscamos por tanto tiempo. Creímos que estabas muerto, pero ni siquiera hallamos tu cuerpo. Yo no quería renunciar a ti, pero Alistair… después de la muerte de Christabel y contigo desaparecido, él enloqueció. Comenzó a usar el reloj de arena y la lámpara de gas para vengarse. Se entregó por completo a esas reliquias malditas. Asesinó a todos los sirvientes de Zalman. Intenté ayudarlo, pero no pude, no me dejó. Su humanidad desapareció. Ya no era nuestro amigo, era un monstruo.

 - Pero ¿Cómo terminó así?

 - …Al final, Alistair mató a Zalman. Creí que eso era todo. Con su venganza concluida se retiraría o desaparecería. Me equivoqué. Se volvió peor. Tomó el nombre de “Zalman” como propio, se adueñó del monóculo. La lámpara de gas se rompió; liberó las sombras que contenía. Quizá fue el último acto de Zalman.

 - ¿Todo eso pasó? Suena tan irreal ¡Pero! ¿Eso quiere decir que Alistair sigue vivo?

 - Sí. No te gustará lo que diré, pero he estado intentando matarlo. Si consigo el monóculo tal vez podría hacer que todo vuelva a la normalidad. Es lo único que puedo pensar para arreglar al mundo.

Víctor enmudeció. La confesión era horrible.

 - ¿Y qué hay de la niña? -preguntó él- ¿Qué pasó con Aradia? ¡No me digas que ella también…!

 - ¡No, no! Ella está viva. Está en el bosque. Es la única a la que pude proteger -añadió con tono solemne.

Desde más allá de los árboles y la obscuridad, apareció una silueta completamente negra, apenas visible. Para cuando estuvo frente a ellos, más cerca de la fogata, seguía pareciendo una sombra. Desde sus cuernos hasta su puntiaguda cola, lo único que Víctor pudo reconocer fueron sus ojos blancos.

 - Ya despertó -dijo Lara, sonriente- y, no sé si recuerdas cómo terminaste con nosotros, conmigo, pero él fue quien te rescató. Te presento a Víctor.

Aradia reaccionó, sonriendo confundida.

 - ¿Pero cómo? ¿No me habías dicho…? ¿No estaba muerto?

 - Es difícil de explicar. Ven, siéntate. Te contaremos lo que creo que está pasando.

Víctor y ella se saludaron con timidez. Él se sintió conmovido. Ya era una adulta. La había visto hacía una semana, aún pequeña y graciosa.

Los tres viejos amigos se sentaron alrededor del fuego. Le explicaron lo que sucedía a Aradia y cuando terminó esa conversación hablaron de los primeros días, cuando todo era mejor. A pesar de que no vivieron tantas aventuras con Aradia, las recordaron con gran alegría. En algún momento Lara dijo “¿Recuerdan cuando vinimos a este bosque por primera vez?” Algo que Víctor no entendió. Lara le explicó que estaban en el bosque de Guadaña.

 - ¿¡Cómo!? ¡Pero cuando lo visitamos era un bosquecillo en medio del desierto!

 - Sí, lo era, pero él consiguió lo que quería. Llenó el lugar con árboles. Es la única zona que conocemos segura de las sombras, por eso podemos estar tranquilos aquí. Los monstruos no pueden cruzar la frontera.

 - ¿Y qué pasó con él?

 - Se sacrificó. Murió en este bosque. Nunca pudo quitarse la máscara. Su tristeza y arrepentimiento se condensaron en un último deseo. Lo volvió un santuario para la vida. Sé lo que te hizo, sé que es imperdonable, pero quiero que sepas que no hubo ni un solo día en que no se arrepintiera por sus acciones.

Víctor se sintió triste por él y pensó que había pagado sus pecados. Siguieron hablando de cosas que poco conciernen, hasta que se adentraron más en la noche y Aradia fue a dormirse, dejándolos solos. Aún había dudas por satisfacer. Preguntó qué le había pasado a Aradia. La reconocía por sus cuernos, su cola y sus ojos, pero el color de su piel era muy distinto al que recordaba. Lara suspiró con melancolía. Le confesó que su poder de curación tenía un costo que debía pagar cuando lo usaba. Una porción de su piel se obscurecía cada vez que curaba a alguien. Habían pasado tantas desgracias que era imposible evitar que ayudara a la gente necesitada. Con un tono sombrío, Lara dijo que sabía que el fin de Aradia se acercaba. Si usaba su poder una sola vez más, todo su cuerpo se teñiría de negro. Era evidente que las consecuencias serían fatales. Lara intentó bromear con eso, “intenta no herirte de muerte”. Víctor rio tenso y sintió el temor con que vivía Lara. Observaron el fuego en silencio.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora