LXV. Gritos de un pasado muerto.

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- Y así fue como desperté -decía Lara- de no haber sido por ellos tres, hubiera dormido para siempre.

Víctor había escuchado la historia con atención.

- Pero, -preguntó- todos despertamos por la presencia de gatos ¿Verdad? ¿Por qué en tu sueño no había?
- No, Víctor. Sí había. Estaban en la habitación roja… Esa cosa se los estaba comiendo.
- ¿Por qué?
- No sé.
- ¿Y no se supone que los sueños eran nuestros mundos ideales? Ahora debes sentirte en el paraíso -dijo Víctor, con sarcasmo.
- “Ja-ja” -fingió reír- No sé porqué mi sueño fue así, pero no estoy de acuerdo con el mundo actual. Si pudiera cambiarlo lo haría.

Pasó un momento de silencio. “Ahí viene”, avisó Aradia. Era él, el telépata. Era joven, calvo y delgado. Después de obtener sus poderes, sus pupilas se tornaron rojas. Estaba cubierto por una capucha color vino. Siempre sonreía, su presencia provocaba una incomodidad inexplicable.

- ¿Cómo se encuentran? -preguntó el telépata, sonriente- ¿Y quién es el invitado? ¡No lo había visto nunca!
- Él es Víctor -dijo Lara- un viejo amigo nuestro. No hay tiempo para presentaciones, ya sabes por qué estamos aquí.
- ¿Los sirvientes de Al?
- Sí. Estoy lista para pelear y necesito saber si contaré con tu ayuda.
- Sabes que sí. El mundo estará mejor sin ellos. Hablemos. Tengo una idea que te gustará.

El telépata se sentó en el suelo. Todos se acercaron a escucharlo. Les reveló su plan, el cual agradó a Lara, pero le señaló algunas flaquezas. Juntos afinaron los detalles de la emboscada. El ataque sería en otra parte de la ciudad, donde podrían tener la ventaja. Esa tarde el telépata los acompañó al bosque. Por la noche repasaron varias veces el plan, previniendo cualquier contra tiempo. Aradia mostraba su desacuerdo. No quería que Lara peleara, aún peor, en el plan figuraba que ella tendría que permanecer escondida lejos de la lucha. Cuando eso se mencionó, ella protestó:

- ¡Pero Lara! ¿Y si te hieren? ¡Tengo que estar cerca para ayudarte!
- ¡No! Te quiero a salvo ¡Ambas sabemos que estás a punto de…! -Lara se detuvo antes de terminar su oración- Si dejo que me cures, sería el fin.

Aradia no volvió a quejarse. Cuando anocheció por completo y estaban a punto de dormir, el telépata se acercó a Víctor y hablaron a solas.

- Hola, no hemos tenido el tiempo de conversar -dijo el invitado, sonriente de nuevo.
- Hola… -dijo Víctor, aún desconfiado de sus ojos carmesí.
- No sé cómo decir esto; yo… te conozco, Víctor.
- ¿Qué? -preguntó, echándose para atrás.
- ¡No, espera! Te dije que no sabía cómo decirlo, déjame explicarlo. De antemano, te pido perdón. No tengo control absoluto sobre mis poderes. En cuanto conozco a alguien puedo leer la mente de esa persona. Vi lo que te pasó. No exististe durante años. Estabas muerto y a la vez no. Fuiste arrancado de raíz del pasado, pero ahora estás aquí, atrapado en una guerra que no te corresponde.

Víctor bajó la cabeza, impotente. Así era como se sentía: atrapado.

- Hay algo más -continuó el telépata- no lo tomes por sentado, pero creo que quizá haya una forma de arreglarlo.
- ¿Arreglar qué?
- Bueno… a ti, tu situación. Sin embargo, solo es una idea ¡Si sobrevivimos mañana, te lo contaré! No lo tomes a mal, si morimos no serviría de nada. Usa esto como una razón más para sobrevivir al enfrentamiento.

Víctor no supo qué responder. Si podía haber una manera de que todo volviera a la normalidad… Un ápice de esperanza era todo lo que necesitaba, y el telépata se lo regaló. El susodicho se despidió. Ya era hora de dormir.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora