LVII. El reloj y la lámpara.

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De vuelta al presente, Alistair, Christabel y Aradia tuvieron muchas dificultades. Lara no despertó. Salieron de la bóveda en que despertaron y pidieron ayuda. Solamente Aradia notó el pequeño montículo de tierra coronado por flores, lugar del reposo eterno de Christabel, pero nadie lo sabría, esa tumba nunca sería visitada, las flores morirían y sería el último regalo que ella recibió.
Lara fue llevada al hospital, intubada y mantenida ahí. Les habían robado el anillo, la reliquia del lenguaje, la comunicación fue casi imposible. Descubrieron que estaban en la misma ciudad donde se hospedaban, por lo que podrían pagar la estancia de Lara en el hospital. Aradia no quería despegarse de ella, así que Al salió por el dinero mientras que Christabel acompañaba a la niña.
Cuando llegó, entró a su habitación, buscó con ansia la única reliquia que poseía: el reloj de arena. Rebuscó en el escondite que había hecho y ahí estaba el reloj… al lado, reposaba la lámpara de gas. Su llama ardía con levedad. Cosa rara, no recordaba qué sucedió esa noche. Después del enfrentamiento se desmayó por culpa del veneno ¿Acaso Víctor había logrado conservar la reliquia de la Reina Púrpura? No le había comentado tal cosa, pero estaba en ese escondite que solo él conocía, no tenía sentido. Sin poder responder sus dudas, comenzó a pensar en qué hacer con las reliquias que tenía a disposición. No debía perderlas, eran único que podría ayudarle a recuperar a su amigo, si es que no era demasiado tarde. Escondió las cosas de vuelta, agarró tanto dinero como pudo y salió de la habitación. El hospital era muy caro, pensó que debería robar más dinero. Para regresar pidió un taxi en que pronunciar el nombre del edificio fue suficiente. Al regreso tenía la esperanza de encontrarse con Lara despierta, pero no fue así. Platicó con Christabel. Ningún doctor parecía tener esperanzas en la recuperación de Lara.

- No podemos esperar un milagro -dijo Alistair, en voz baja- tenemos que encontrar a quien nos hizo esto. Fue el Testigo Turquesa el que nos durmió. Hay que quitarle su reliquia, con eso podremos despertar a Lara.
- Ya no quiero pelear, pero quiero que ella despierte ¿Podemos contraatacar? Nos quitaron todo.
- No todo. Aún conservamos dos reliquias. Las usaré para darle caza al Testigo Turquesa.
- ¿Y Víctor? No sabemos a dónde lo llevaron.
- El Testigo lo sabrá, estuvo ahí.
- Hay que apurarnos. No sé qué pasará si Lara sigue durmiendo.
- No te preocupes. Todo estará bien. Me aseguraré de que lo esté.

Así, después de unos minutos más a petición de Aradia, se marcharon, regresando juntos al hotel.
El atardecer pasó sin novedad. Aradia quería dormir en el cuarto de Lara a esperar su llegada, pero fue obligada a dormir con Christabel. La noche era fría y Lara no vendría.
Alistair se encerró en su habitación junto con la lámpara de gas, necesitaba saber cómo usarla. La Reina Púrpura parecía ser capaz de muchas cosas con ella. Esperaba que las sombras le susurraran la ubicación del Testigo Turquesa. Quizá era esperar demasiado, pero no había muchas opciones y temía que se les terminara el tiempo.
Puso la lámpara en el centro de su habitación y se sentó frente ella. Apagó las luces. No sabía muy bien qué debía hacer para activarla, por lo que solo se enfocó en pensar en lo que deseaba.
Pasó el tiempo, comenzó a cabecear, quedando dormido casi por completo. En algún momento de su inconsciencia, la llama se hizo más fuerte. Las sombras bailaban alrededor de Alistair. Esa vez no fallarían, no lo dejarían vivo como la ocasión anterior. De una esquina apareció una silueta dibujada, cuyos contornos se fortalecieron conforme la noche avanzaba. Fue así hasta convertirse en una figura esbelta. Nacida de las sombras, se puso de pie. Esa, quien aparecía detrás de Al, era la Reina Púrpura. En su ignorancia con respecto a la lámpara, la invocó. Se posó detrás de él a contemplarlo por un breve momento, decidiendo el destino que merecía.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora