Lara continuó su descenso por el edificio en ruinas. En la planta quince pudo entrar a un solo habitáculo.
La habitación estaba iluminada por una luz roja proveniente de todas partes. Del techo colgaban ganchos de carnicería con animales muertos. Lara pensó que parecían gatos. En el centro había una pequeña mesa cuadrada. Tenía un mantel coronado por cuatro platos, cuatro vasos, doce cubiertos, y, en el centro, un florero con una petunia marchita. Lara se sintió incómoda. Cuando iba a salir, un rostro inhumano se asomó de la habitación contigua. En su mano deforme llevaba las servilletas.- ¡Llegaste! ¡Qué alegría! -dijo una voz aterciopelada.
Lara, presa de un terror desmedido, se quedó inmóvil. Debido a la exigua luz roja no podía comprender la forma del ser que la saludó. Tenía silueta humana, pero una cabeza desproporcionada y los dedos eran toscos, cubiertos por plumas al igual que la cabeza. Tenía dos enormes ojos fulgurantes que la observaban con ansia. Vestía, desarreglado, un traje de etiqueta. Lara notó un pico en vez de boca.
- Creí que ninguno llegaría. Preparé la mesa para ustedes cuatro. Quizá los demás lleguen pronto -dijo, mientras acariciaba con tristeza la petunia que dejó caer su último pétalo- siéntate. Comamos mientras esperamos.
Lara obedeció.
- Espera aquí, iré por la comida -dijo él, adentrándose en la obscuridad de la otra habitación.
Regresó al instante con un sucio traste blanco. Se dejó caer en la silla, con una cuchara oxidada le sirvió a Lara. Lo que cayó en su plato se retorcía y esputaba sangre.
Él engullía con violencia, arrancando la piel de su alimento. Lara no se atrevió a probarlo. Mientras que esa cosa se agasajaba arrancando la piel del agonizante platillo, Lara decidió que ya había visto suficiente. Aún sentada, comenzó a alejarse con lentitud de la mesa. No quería alertar al monstruo.- Había algo… debía decirte algo, por eso te esperé -murmuró él, mientras masticaba, voraz. Se forzaba a recordar.
Lara no le prestó atención. En cuanto vio una oportunidad se puso de pie y huyó. Mientras corría, lo escuchó gritar.
- ¡Espera! ¡Recordé, ya recordé! ¡No bajes más! ¡Si lo haces, no habrá vuelta atrás!
Lara se detuvo, incapaz de comprender, pues no había lugar al que volver. No había nada detrás. Ignoró la advertencia y descendió por las escaleras. El monstruo vociferaba, enloquecido. Se arrancó los ojos con sus propias garras. Los alaridos de sufrimiento llegaron hasta Lara, quien continuó corriendo. Esa cosa no podía salir de la habitación. No podía ayudarla de otra manera.
Cuando llegó al fondo del edificio olvidó por completo al monstruo. Desapareció de su memoria. Dio media vuelta, vio como las escaleras de piedra se habían vuelto de arena. Intentó poner un pie, pero el escalón se deshizo. Era imposible volver arriba.
La planta baja era una antigua sala de espera de hotel. Abundaban los colores café y dorado corroídos por el agua. Lara vio que un sillón tenía un montón de libros y cómics arrumbados. Intentó hojear algunos, pero estaban muy mojados, apenas podían abrirse. Caminó hacia la salida. Estando fuera notó que la ciudad estaba inundada. El agua le llegaba hasta las rodillas. Miró el edificio del que salió. Había brotes de plantas que nacían de entre las grietas. Intrigada por saber más de ese mundo siguió caminando.
No le importaba la soledad. El sonido del agua acariciando el concreto era todo cuanto necesitaba. Le gustaba la idea de la vida renaciendo en un mundo nuevo, sin gente.
Caminó más, a través de la ciudad abandonada, hasta que llegó a la playa. A lo lejos vio unas escaleras metálicas que descendían, adentrándose en el agua. Bajó hasta que su cabeza estuvo cubierta por el azul. Abandonó el eterno atardecer de la superficie.
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Las reliquias.
AvventuraEn un mundo similar al nuestro, existen objetos de gran poder. Tiempo, espacio, obscuridad, inmortalidad, cualquier cosa que se desee puede hacerse realidad... Aquellos que portan una reliquia son temidos y respetados ¿Qué pasará cuando Alistair, un...