IX. El hombre rata.

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Era bien sabido que en la ciudad había calles prohibidas. Alistair y Víctor se adentraron en ellas aun a sabiendas del peligro. Entraron corriendo, ahora caminaban precavidos. Alistair intentó, sin éxito, activar el reloj en repetidas ocasiones. Sin embargo, acompañado por su amigo, su valentía no mermaba. Se escabulleron entre las inhóspitas calles hasta que vieron la camioneta estacionada frente a un edificio rodeado por gente desagradable. Lara debía estar dentro. No podían avanzar. Se quedaron escondidos al lado de una casa. Alistair sacó su reloj, lo miró con fijeza, rogándole que funcionara. Víctor no pudo evitar extrañarse ante su comportamiento. Cuando iba a preguntarle acerca del objeto, alguien detrás sujetó a Víctor del hombro, forzándolo a voltear. "¿Quiénes son ustedes, cabrones?", preguntó un hombre de estómago hinchado con arma en mano. Ambos se asustaron. Víctor retrocedió. El hombre, burlón, levantó el cañón del arma. Alistair presionó el botón del reloj con toda su fuerza. Hubo un estruendo que se congeló. Abrió los ojos. El reloj funcionó. La bala, detenida en el aire, estaba destinada a asesinar a Víctor. Al notar esto se sintió aterrado. Una rabia inexplicable lo invadió. Saltó sobre el matón, le arrancó la pistola de sus dedos y disparó a quemarropa en su estómago hasta que vació el arma. La sangre salía disparada cada vez que lo hería, pero el líquido se quedaba suspendido en el aire al instante. Aún alterado, sujetó la bala suspendida en el aire y la introdujo en la boca del matón. Tenía curiosidad ¿La bala mantendría su velocidad o se detendría por el contacto que tuvo con su mano?
Salió del callejón y se dirigió al edificio. Robó el arma de uno de los guardias de fuera. Mató a todos. Una bala para cada cráneo. Los disparos resonaban, pero cada proyectil yacía congelado a mitad del camino, dentro de sus cerebros. Eran hombres muertos que permanecían de pie, no del todo finados. Cuando el tiempo volviera a la normalidad, su destino concluiría.
Entró al edificio e hizo lo propio con cada matón que encontraba. Subió las escaleras, donde en una habitación encontró algo que le incomodó de sobremanera: Era un cuarto lleno de niños. Iban de los ocho a los doce años. Su sensación de éxtasis homicida desapareció. Vio el miedo estático en sus rostros, la incomprensión de todo, el anhelo por escapar. Alistair cargó a uno de ellos, salió del edificio con él en brazos, se acercó a una camioneta que tenía las llaves puestas. Depositó al niño en el asiento trasero e hizo lo mismo con todos los infantes. Cuando terminó, se sintió más iracundo ¿Qué diablos harían con esos pequeños? Subió las escaleras hasta el tercer piso, donde al fin encontró a Lara ¡A su lado yacía Christabel! También la habían secuestrado. Estaban rodeadas por siete hombres armados. Al fondo de la habitación, cubierto por sombras, había otro hombre. Vestía una máscara de rata. Alistair estaba tan sorprendido por ver a Christabel que ignoró al hombre rata; recordó a Víctor mencionar que ellas dos eran amigas ¿Las raptaron al mismo tiempo? No podía pensar. Ya todo estaría bien. Disparó a los siete hombres que había en la habitación. Mientras resolvía cómo cargar a las chicas y llevarlas abajo, algo se movió. Volteó, asustado. Lo vio. Una rata se arrastraba en el suelo. No entendió qué pasaba, los cuerpos recién asesinados cayeron al suelo. El tiempo se reanudó. Lara reaccionó primero. Cuando vio a todos en el suelo se sorprendió. Aunque vio a Al, lo ignoró. Corrió pasándolo de largo, yendo directa hacia el hombre enmascarado. Lo embistió y derribó de una patada. Alistair rio.

- ¡Tenemos que irnos! -dijo después de sonreírse- Víctor está abajo.
- ¿Pero qué pasó? ¿De dónde saliste? -preguntó Lara, mientras se aseguraba de que Christabel estuviera bien. Ella, por su parte, enjugaba sus lágrimas. Creía que moriría ahí.
- No hay tiempo, les explico después ¡Vámonos!

Antes de seguirlo, Lara corrió hacia el hombre rata inconsciente. Se agachó sobre él y hurgó entre sus ropas. Cuando volteó lo hizo sonriente. En una mano llevaba un catalejo. "¡Vamos!", dijo feliz. A diferencia de Christabel, Lara estaba bastante tranquila. Ninguna había notado la sangre que escurría de los cuerpos, los dieron por inconscientes y nada más. Al salir del edificio no hallaron más enemigos, lo que tranquilizó mucho a Al, quien no sabría qué hacer.
Encontraron a Víctor de inmediato. Estaba desorientado y asustado. Dijo que alguien le disparó, pero no tenía herida alguna. Su atacante fue reducido a una masa deforme, sanguinolenta, justo delante suyo en un instante. Estaba aterrado. Le cuestionó a Al acerca de su desaparición, pero él apenas lo escuchó. Quiso ver el cadáver. El cráneo del hombre había sido atravesado por la bala que dejó depositada en su boca. Sonrió ante tal descubrimiento. Volvió con ellos, quienes habían visto la camioneta llena de niños. Lara se postuló para manejar y nadie se opuso. En el camino, ninguno podía quitarse la sensación de rareza. Christabel escondió su temor y era ella quien tranquilizaba a los niños.
Alistair le preguntó a Lara acerca del catalejo que le quitó al enmascarado. Ella guardó silencio por un momento, sin apartar la vista del camino. Titubeó, pero al final confesó que el hombre no dejaba de presumir acerca de "su reliquia" y que "era el hombre más importante de la habitación". Lara se hartó de su alarde, por eso, cuando vio la oportunidad, lo noqueó y le robó su condenada cosa. De seguro eran mentiras. Era imposible que fuera una reliquia ¿Verdad? No importaba. Echó una risotada. Se imaginó su idiota cara al despertar y descubrir que le robaron.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora