XXV. La Reina Purpúra.

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La ciudad donde ella vivía era apagada y violenta. El lugar ideal para la Reina Púrpura, cuyas horas favoritas llegaban cuando el sol se marchaba.
Tenía seis años cuando los últimos superhéroes pelearon entre sí. No tenía recuerdos antes de esa edad, siempre estuvo acompañada por las sombras. De sus padres o pasado, nada se sabe.
Cómo consiguió la lámpara de gas era un misterio. Tiene un recuerdo de estar perdida en un bosque de árboles frondosos que filtraban la luz de la luna. Cuando caminó más allá, llegó a un claro despejado. En el suelo terroso había sombras que se movían por sí solas. Avanzó sin miedo, pues no tenía motivo para ceder a él. Cuando llegó al otro extremo del claro, antes de adentrarse en el bosque una vez más, una voz proveniente de la penumbra la detuvo:

- Necesitas esto si quieres continuar.

Las sombras se difuminaron, dejando ver en el suelo un objeto antiguo. Una lámpara de gas.
Ella se acercó con lentitud y la tomó con ambas manos. La luz de la luna hacía que aquel objeto brillara con lúgubre intensidad.
La Reina Púrpura quería continuar su camino. Aceptó la lámpara. La llama dentro del objeto se encendió por sí sola. Protegida de esa manera podría atravesar el bosque. Reanudó su andar, pero escuchó a la misma voz susurrar dentro de su mente. Le advirtió acerca del peligro:

- Ten cuidado. Cuando la llama se extinga, llegará la obscuridad. Controla tus miedos y reinarás a lo que duerme en la sombra, de lo contrario serán ellos quienes te arrastren hacia las entrañas del abismo.

La Reina Púrpura volteó, pero no vio a nadie. Esa voz sin rostro ni cuerpo pertenecía al guardián de la lámpara, una vez humano, ahora esclavo de la tiniebla eterna.

Con la cálida luz de la lámpara pudo llegar a casa. Sonrió, pero temió apagar la luz. Cuando iba a hacerlo, la lámpara desapareció sin más. Sin embargo, estaba atada a ella y siempre que la necesitara regresaría a sus manos. Hasta el presente, la llama sigue encendida.
Han sido años desde que eso pasó. Con el tiempo aprendió a controlar las sombras y lo que habitaba en ellas. Como consecuencia de esto su cuerpo cambió. Adquirió un aspecto esquelético, con manos finísimas, complexión esbelta, ojos hundidos y ojerosos. Aún así, ostentaba una belleza inexplicable.
A pesar de su control sobre sus temores, de un momento a otro, imperceptibles al principio, las voces comenzaron a susurrar. Llegaron un día cualquiera, haciéndose pasar como un pensamiento propio, pero aprendieron a gritar y ella lo sabía: esas no eran sus voces. No podía librarse de ellas. Siempre le ordenaban apagar la llama ¿Por qué? ¿Qué ocurriría si el fuego se extinguía? La Reina Púrpura recordaba con temor la advertencia que le hizo el guardián de la lámpara y se aferraba a ella con enojo, no se dejaría cautivar por las voces.

Con Alistair, Víctor, Lara y Christabel en la ciudad sería cuestión de tiempo para que se encontraran entre sí. Un día antes de comenzar la búsqueda, tuvieron una reunión donde discutieron la forma en que actuarían a partir de entonces. Las cosas con Zafir se salieron de las manos y todo concluyó con su suicidio, situación que no tendría por qué repetirse. No deseaban atestiguar algo similar, ni mucho menos estaban dispuestos a asesinar a nadie. Los cuatro estaban de acuerdo en eso. Lo que debía suceder con la Reina Púrpura era sencillo: La encontrarían, Al usaría su reloj, vertería el líquido encima de la lámpara de gas para inutilizarla y el asunto terminaría ahí.
Debido a su desconocimiento parcial sobre las habilidades de la reliquia no podrían actuar contra ella de frente. Tendrían que dividirse, igual que hicieron para encontrar a Zafir. Quien avistara primero a la Reina Púrpura se comunicaría con Víctor para reunirlos y atraparla. Aunque también había otra cosa a tomar en cuenta, una nimiedad señalada en el documento de Fermonsé. Al igual que con el hombre rata, ella contaba con un animal con habilidades. Era un diminuto colibrí de plumaje negro acre capaz de robar reliquias que se activaran cerca suyo. Era peligroso, pero ni siquiera valía la pena tomarlo con seriedad. En cuanto activara el reloj la pelea estaría decidida.
Los días posteriores la buscaban sin éxito, hasta que un día el encabezado de un periódico la delató.
Víctor lo tradujo a oídos de todos:

“19 HOMBRES DESAPARECEN EN EDIFICIO ABANDONADO”.

El encabezado estaba acompañado por una fotografía del interior del edifico. Había sangre en las paredes y el techo. Se miraron entre sí. ¿Sería tan fácil como suponían?

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora