XLVIII. Christabel, la inexistente.

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 - El alma es esencia. Hay muchas definiciones y maneras en las que se puede llamar a esta. Pensamiento o cognición… intelecto. Facultad racional del hombre… entendimiento. El poder que concibe… de naturaleza espiritual…

Christabel estaba tomando la clase de metafísica, pero concentrarse era difícil. Las palabras eran símbolos que el maestro escupía, se deformaban en el aire y perdían significado.

“¿El alma es real?” -se cuestionaba ella, sin poder entender lo que decía el profesor quien ahora hablaba ruidos y sus sonidos eran huecos. Algo estaba mal. La mente de Christabel divagaba más de lo usual. Dolía, punzante. El estómago estaba vacío y un mareo antinatural la atacó de repente. Cerró los ojos. La voz del maestro se volvió un murmullo lejano.

 - …quiero ayudarte, pero necesito saber qué está ocurriendo.

Abrió los ojos. Ya no estaba en el salón. A su lado había un joven pálido, de ojos hundidos y cabello alborotado. Su mirada reflejaba preocupación. Estaban sentados en un campo verde donde el atardecer eterno iluminaba el césped con ternura.

 - ¿Quién…? ¿Qué dijiste? -preguntaba ella. Su voz, dividida en dos, tenía eco.

 - Sí. Dime ¿Qué es lo último que recuerdas?

 - Yo… estaba en clase… y después ya no.

 - ¿Y qué hay antes de eso?

 - ¿Antes? -preguntó ella, entre cerrando los ojos, forzándose a rememorar- no puedo recordar. No hay algo antes -concluyó ella, preocupada.

 - Esto es malo. Tu alma está dividiéndose… No sé si podré-

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Christabel despertó con un sobresalto. Se había quedado dormida en el sillón de su casa viendo la tele. Rio con un dejo de aprensión. Todo fue una pesadilla. El sudor frío de su nuca la hacía sentir incómoda. La cabeza seguía doliendo y el corazón se sentía ausente. Las pinturas de las paredes se derretían por el calor sofocante del amanecer.

En la tele hubo un agudo pitido mientras se leía la siguiente leyenda en letras azules:

“El alma es energía que no debe ser manipulada”.

Christabel se sentía perdida. Volteó a su derecha, aún sentada en el sillón. A su lado había un espejo de cuerpo completo, pero no había ningún reflejo. Estiró su mano para tocarlo. Cuando lo rozó con las puntas de los dedos, el espejo se movió, ondulante. Un reflejo borroso apareció. Su mano se volvió púrpura obscuro, mientras que el reflejo la hacía ver de un color ámbar brillante.

Asustada, se levantó de golpe. Intentó gritar sin mandíbula. Su boca no existía. Movió su “mano” hacia donde sus dientes solían reposar, pero se encontró con una superficie plana. Intentó verse en el espejo, pero su reflejo no respondía. Cobró vida propia. Christabel salió de su casa. Sus pies eran mucho más ligeros y no parecía tener cuerpo físico.

En el cielo, el atardecer eterno hacía parecer al firmamento una pintura irreal.

Sus pies se desprendieron del suelo. Podía volar. Se elevó, al principio con miedo, después con soltura. Surcó los cielos mientras un aura púrpura la seguía. Ya no tenía extremidades, se sentía más cómoda que con sus viejos huesos y músculos.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora