XXI. Reminiscencias.

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Los últimos días, Zafir había estado escribiendo muchos nombres en su libreta. A veces no recordaba los apellidos, pero no importaba. Mientras hubiera algo para escribir era suficiente. No podía dejar que ninguno se quedara atrás. No debía permitir que esos hombres murieran por segunda vez.
Debido a esto, comenzó a llevar su libreta consigo siempre, incluso esa noche.
Estaba caminando en un callejón, lidiando con pensamientos confusos, cuando vio a lo lejos una figura solitaria debajo de una luz parpadeante. Su instinto de cazador lo hizo olvidar sus ideas. Se acercó silencioso, paso a paso. Antes de atacarla esperó un momento.
Esa silueta pertenecía a Christabel. Ella volteó, dejando que Zafir mirara su perfil. Su rostro, iluminado por la triste luz nocturna, hizo que, por un momento, desde su juicio deformado, la viera como alguien conocido. Su visión se tornó borrosa y después llegó un extraño mareo. Mil susurros incomprensibles le hablaron. Cuando se repuso, ella ya no estaba ahí. Creyó estar alucinando, pero se dio cuenta de que solo había comenzado a caminar acompañada por alguien. Él los siguió. No con intención asesina, su instinto fue sustituido por curiosidad. Ellos, ignorantes del peligro, platicaban de cómo Christabel sentía miedo por la obscuridad. Alistair le respondió que no era penumbra absoluta. Tenía que mirar arriba, ahí yacían eternas las estrellas y la luna. Christabel le sonrió. Justo entonces, Zafir derribó a Al. Confundida, ella gritó.

- ¡Corre! -ordenó Al mientras forcejeaba- ¡Ve por Víctor!

Christabel iba a huir, pero se detuvo en seco, sacó una pistola inmovilizadora y electrocutó a Zafir. Él cayó a un lado, liberando a Al. Se levantó de un salto y corrió junto a ella. Sus pisadas hacían eco en las calles vacías.

- ¿¡Por qué no usas tu reloj!? -preguntó, desesperada.

Alistair titubeó. No respondió. Siguieron corriendo. Ella sacó su celular para llamar a Víctor, pero se le resbaló de las manos. Volvió para recogerlo. Al voltear, vio a Zafir persiguiéndolos por las paredes de los edificios. Se congeló por la impresión. Alistair la tomó por la muñeca y la hizo seguir corriendo. También vio al monstruo, pero se mantuvo concentrado en protegerla.
Él empezó a reconocer las calles. Un poco más lejos debía estar Víctor. Si continuaban corriendo lo encontrarían, pero Christabel era más lenta que él, y él mismo sentía el agotamiento acercarse. Alistair le pidió que se adelantara. Su reloj no funcionaría, pero podía hacer tiempo. Le pidió que no se detuviera. Ella intentó hablarlo, pero Al no se lo permitió. Sin más, le entregó su pistola eléctrica y corrió en medio de las sombras de concreto.
Alistair se detuvo en seco. Encaró a Zafir. En las altas paredes de un edificio corría esa silueta humanoide.

- ¡Zafir! -gritó Al.

Él, quien hasta entonces solo había respondido a sus instintos, se dejó caer. Se incorporó con lentitud. Lo confundió mucho escuchar su nombre.
Momentos antes, cuando Zafir vio a Christabel por vez primera, su belleza angelical la hizo recordar a su mamá, cuyo rostro había olvidado hace mucho tiempo. Cuando atacó a Al lo hizo por miedo a que se la llevara lejos de él.

Miró con detenimiento a Al, quién estaba preparado para huir. Zafir se acercó con lentitud, mareado. Hablaba incongruencias. Le murmuró a Al acerca de sus sueños. Le reveló tener miedo. Le preguntó dónde estaba su mamá. Era como hablar con un niño, uno volátil. Al poco tiempo se enfureció sin razón y se abalanzó sobre él. La criatura gruñó, mostrando sus colmillos. Alistair lo comprendió: Zafir ya no tenía nada de humanidad. Era un cascarón de la persona que alguna vez fue. Empuñada la pistola eléctrica, atacó al monstruo. Sus músculos se tensaron y cayó aturdido. Alistair se levantó y corrió. Zafir lo persiguió. Cuando dio
vuelta en una cuadra para alcanzarlo, se encontró con una calle vacía ¡Víctor llegó! Se teletransportaron al punto más alto de un edificio.

- ¿Estás bien? -preguntó Víctor.
- ¡Llegaste justo a tiempo!
- Fue gracias a Christabel. Llegó corriendo y se desplomo. Me dijo lo que pasó y vine al instante. ¿Qué hacemos? -preguntó Víctor mirando abajo donde estaba Zafir.
- Debemos terminar con él ahora mismo. Está muy confundido. Llévanos abajo. No dejes que te atrape.

Ambos aparecieron en un callejón. Zafir había entrado en un nuevo estado de confusión. Cuando los tres se encararon, se sintió acorralado. Tensó sus garras y mostró sus colmillos. Recordó todas sus batallas y se preparó para la última pelea.

Las reliquias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora